Más de diez mil jóvenes españoles dedicaron este verano sus vacaciones a acompañar a los misioneros en diferentes partes del mundo.
Obras Misionales Pontificias recoge el testimonio de cuatro de ellos, que cuentan cómo esta experiencia impactó en su experiencia de fe al regresar a casa.
Lucas Ucelay, de 20 años, quien en otras ocasiones estuvo con las Misioneras de la Caridad de la Madre Teresa en Cuba, Tánger y Madrid, ha pasado mes y medio en Calcuta: «Me ha cambiado el alma. Me he dado cuenta de que tenemos que pasar tiempo de calidad con el Señor«. Por ello ha tomado algunas decisiones para mejorar su vida de oración, como apartar distracciones, y entre ellas el teléfono móvil.
El testimonio de Lucas Ucelay.
Por su parte, Matilde Díez, de 22 años, acompañó al sacerdote burgalés Alfonso Tapia en Oventeni, en la selva peruana, con niños indígenas. Es el tercer verano que dedica a esta misión, a través de la Asociación Jatari. «Es bastante chocante porque, aunque son peruanos, muchos no hablan castellano». Muchos tienen problemas de malnutrición, con su repercusión en el crecimiento y el aprendizaje. Además de ayudar a don Alfonso, les hablan de Dios «de ejemplo y de palabra», explica.
El testimonio de Matilde Díez.
Durante el mes de julio, Norberto Quintana, joven de Effetá, y Gabriel Rodríguez, seminarista, estuvieron con la delegación de misiones de la diócesis de Canarias en Songo (Mozambique), una misión que fue «una aventura, una experiencia de fe». Era para ambos su primera vez como misioneros y han vuelto particularmente edificados por la entrega de los dos misioneros a los que han acompañado, Manuel Ramírez y Alberto Font, este último de 92 años, sesenta de ellos en Mozambique. Gabriel aclara que lo que han hecho «no es un voluntariado ni unas vacaciones solidarias, estamos de misión, colaborando, haciéndonos parte de la comunidad».
José María Calderón: la misión enriquece
José María Calderón, director de Obras Misionales Pontificias en España, destaca la generosidad, disponibilidad y entrega de estos jóvenes «que entregan su tiempo de vacaciones a la misión», pero añade que no hay que olvidar el efecto espiritual que eso les produce. Vuelven a casa «con un convencimiento mucho más arraigado: que Dios hace obras preciosas en ellos a través de aquellas personas a las que han ido a servir. La experiencia de la misión les enriquece enormemente como personas, como ciudadanos, ¡como cristianos! Y por ello hay que dar, también, muchas gracias a Dios».
Obras Misionales Pontificias ofrece un listado de más de setenta instituciones que admiten este tipo de experiencias misioneras, a las que pueden incorporarse los jóvenes tras un proceso de formación, a la que contribuye con la aplicación Supergesto. Las misiones del verano 2025 hay que empezar a prepararlas ya…
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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