10/02/2025

10 de febrero – Santa Escolástica vg.

«Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra». La profesión de la fe comienza del mismo modo que la historia más grande jamás contada: «Bereshit bara Elohim eth hashamaïm v’eth h’areths» («Al principio, Dios creó los cielos y la tierra»). Reconozco que no sé hebreo, pero esta frase con la que comienza el Génesis se me quedó grabada durante la carrera de teología, quizá por el buen profesor que tuvimos de Antiguo Testamento.

La Sagrada Escritura, divina revelación, aporta en este primer versículo el principio sin el cual no se puede construir nada sólido encima. De igual modo que el Burj Khalifa se ha podido elevar 828 metros de altura gracias a los cimientos de hormigón armado de 50 metros de profundidad que le dan estabilidad y firmeza, así el misterio de la existencia del universo sólo podemos desentrañarlo con la fe en un Dios Creador.

Este principio y fundamento nos aporta el marco adecuado de nuestra existencia: el hecho de ser criaturas da respuesta al misterio de la misma existencia y al hecho de poder conocer el intrincado manual de instrucciones que guarda la realidad creada. Resulta revelador que la cultura actual saque pecho de la oposición entre la ciencia y la fe, cuando en realidad, la misma ciencia, tal y como se expone en muchos ámbitos opuestos a la fe, es en realidad consecuencia de haber sido creados a imagen y semejanza de Dios en el conocimiento y la capacidad creativa. El desarrollo de la física, la química, las ciencias aplicadas y el resto de conocimientos, son la evidencia de que hay un logos, un entramado razonable de realidades, una regla con la que podemos desarrollar tecnologías cada vez más avanzadas.

El empeño de matar a Dios con la excusa de que no lo necesitamos esconde la peor de las engañifas: reconocer que, en realidad, nosotros somos los dioses, que hemos avanzado y desarrollado la ciencia y la tecnología de tal modo que no necesitamos creencias religiosas.

Lo peor es que este razonamiento va más allá de lo científico para meterse en el mundo moral, y allí es donde hace realmente estragos, porque en las ciencias del espíritu es donde encontramos otro universo creado por Dios, la conciencia y el alma, que se quedan como niño abandonado sin esa figura del Creador.