El escritor francés de origen judío Fabrice Hadjadj publicó en 2011 Tenga usted éxito en su muerte. Anti-método para vivir, cuya idea central es la lucha entre el apego a los bienes de este mundo (materiales, pero también inmateriales, como la fama o el poder) y ese único momento cierto que sabemos que ha de llegarnos alguna vez: la muerte.
Un acontecimiento que, siendo para cualquier organismo vivo el máximo mal, puede convertirse, en cambio, en un bien: «Por amarga que sea, se convierte en la última misericordia. Nos arranca la máscara, nos revela la falsedad en la que nos arrellanamos, nos tiende una última mano para que no nos hundamos del todo en la mentira y la frivolidad«.
Hadjadj proclama en estas páginas la alegría de saber vivir relativizando la vida, para encarar con la mejor disposición posible la puerta a lo absoluto que es el adiós a esta tierra: «La búsqueda de la felicidad es una búsqueda de la buena muerte«, llega a decir. Y anima a preguntarse: ¿qué tengo que hacer para morir bien? y ¿qué muerte debo preferir y qué existencia debo llevar para conseguirla?».
En vísperas de que la Iglesia celebre y recuerde a los fieles difuntos, te ofrecemos diez ideas extraídas de Tenga usted éxito en su muerte. Anti-método para vivir (puedes comprarlo aquí) que te pueden ayudar a enfrentar el momento final en esta tierra:
1-El peor de los castigos
-«La ausencia de castigo es el peor de los castigos: nos deja sin corrección, corrompiéndonos en el mal. Y por eso no es la muerte lo peor, sino la inmortalidad. La muerte es el último castigo. Una inmortalidad temporal nos atraparía definitivamente en la muerte de nuestra alma. Podríamos repantigarnos indefinidamente en la mezquindad y la suficiencia. Nunca tendríamos que darnos por completo. Nunca se nos pondría ante nuestra nada. Nuestra suerte sería peor que la de Tántalo: atolondrados por licores violentos, ni siquiera sentiríamos nuestra sed de agua viva».
2-Mirarla siempre de frente
«No se puede tener éxito en la vida sin tener éxito en la muerte. Si queremos una alegría justa y verdadera, hemos de mirar de frente a la muerte. Evitar esa mirada o mirarla oblicuamente equivale a falsear o a envenenar todos nuestros placeres. Por eso, Montaigne, lo mismo que Cicerón y que Platón, aunque en un sentido diferente que este último, decía que ‘filosofar es aprender a morir’. Para que nuestra felicidad no sea el artífice de nuestra desgracia final es necesario que esa felicidad sea conciliable con la muerte, o mejor: que se encuentre en el tránsito».
Tenga usted éxito en su muerte. Anti-método para vivir.
3-Desaprender a morir
«El peligro de un pretendido arte de bienmorir es tomar la muerte por un ser bien definido, completamente pensable, que podríamos manejar a voluntad. Uno se hace herrero en la forja. Así pues, solo muriendo se aprende el arte de morir. El error más grave es creer que se puede saber cómo va a responder uno a la prueba, cuando precisamente es la prueba la que nos lo tiene que revelar (…). El aprender a morir consiste más bien en una especie de desaprendizaje: la apertura a lo que nos sobrepasa y llega a cada instante (…). Tampoco es cuestión de un estoicismo dueño de sí mismo, sino más bien de pérdida de cierto dominio, de entrega de sí a cierta trascendencia».
4- Hacer de la propia muerte un don
«Cada cual debe hacer de su propia muerte o bien el lugar del don total o bien la ocasión de la completa negación. La cuestión no es exactamente: to be or no t o be, sino morir por la verdad o morir por la mentira, morir en el amor o morir en el odio, optar por un éxtasis sin retorno o por una implosión sin remisión. Cuando se reflexiona en profundidad no hay más que una alternativa entre dos especie radicalmente opuestas de muerte voluntaria: el suicidio o el martirio. A nosotros nos toca elegir».
5- Vivir de cara a la muerte
«Vivir en la inminencia de la muerte no implica que ya no debamos divertirnos ni plantar árboles ni trabajar, por ejemplo, en un banco. Exige solamente que lo hagamos con seriedad. Que las prioridades se ordenen con vistas a ese final. Entonces jugaremos a la pelota como jugaríamos con los ángeles. Plantaremos árboles como se siembran oraciones. Acogeremos al cliente que viene a abrir una cuenta como al Mesías que viene a abrir nuestras almas».
6- Anticipar la resurrección
«Anticipar la muerte no hace que el abrazo sea menos profundo. Esa hora es más preciosa por aparecer más rara, como arrancada a la nada: el cuerpo que toco se convierte en una especie de relámpago palpable, tanto más cegador por cuanto que está a punto de desaparecer. Pero aún más fuerte es anticipar, no solo la muerte, sin también la resurrección: el cuerpo que toco, prometido a la gloria, me da ya en esperanza acariciar lo eterno, rozar la gloria de Dios. Una pareja que cree en la resurrección de la carne conoce goces que el libertino no imagina».
«Pero aún más fuerte es anticipar, no solo la muerte, sin también la resurrección».
7- Remedio de la precariedad
«La unica cosa que puedo prever con toda certeza, a saber, mi muerte, no es nada sobre lo que yo me pueda apoyar. Mi suerte, lo adivino, no pende solo de mi propia voluntad, sino de una potencia superior. De ahí la necesidad de rezar. No se trata de evasión, sino de realismo. Rezar, en latín, se dice precare. Si nuestra condición es precaria, no podemos asumirla sin rezar. La llamada valentía, que pretende no experimentar esa necesidad, se niega a mirar de frente esa precariedad: imagina controlar la situación, o bien pretende desentenderse de ella con el pretexto de la total impotencia».
8- El miedo, un buen síntoma
«Solo se siente miedo por lo que se ama. El que no tiene miedo de nada pone de manifiesto que no ama nada. El miedo a la muerte es, pues, un signo de salud: prueba de que se ama la vida o de que la vida es amable. La carencia de dicho miedo es síntoma de enfermedad grave: prueba de que la vida nos es insoportable o indiferente. Se trata, por tanto, o de una ilusión o de una realidad horrible (…). Al valiente de verdad la muerte le causa el máximo miedo, puesto que una vida de valentía vale la pena más ser vivida, y puesto que la pérdida de esa vida es, por lo tanto, más dañina. El hombre, sin embargo, debe contentarse con un canguelo terrible, pero limitado. Cristo nos espera allí donde nadie lo esperaba a Él».
9- Promesa de transfiguración
«Dice Santo Tomás que ‘los agujeros de las heridas implican una solución de continuidad en el cuerpo de Cristo; no obstante, todo eso está compensado por un mayor esplendor de gloria. Así pues, aunque el cuerpo esté menos íntegro, es más perfecto’. Inversión increíble. El cuerpo más hecho es ahora el que fue más deshecho. El que fue desfigurado ayer se convierte, en el hoy para siempre virgen y vivaz, en el más irradiado por la transfiguración. ¿Por qué? Porque los sufrimientos fueron soportados por amor, de manera que, a la luz de la verdad, lo que aquí abajo fue llaga y fractura aparece ahora como un título de gloria».
10- Último acto de libertad
«El último acto de libertad es tan importante que sella nuestro destino eterno. En ese momento ya no hay más que dos posibilidades: o bien morir en el amor, o bien morirnos rechazando el amor. En esa decisión se jugará nuestra bienaventuranza eterna o nuestra condenación eterna. No tiene usted otra alternativa. O bien morir rindiendo homenaje al misterio, o bien morir encastillado en su propio ego. O bien un tránsito que lo abra a usted al infinito, o bien un deceso que lo encierre en sí mismo para siempre».
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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