Una de las mayores bendiciones que ha dejado Cristo a su pueblo es la misericordia que se expresa más profundamente a través del sacramento de la Confesión, también llamado del perdón o la reconciliación. Gracias a él, los mayores pecadores pueden convertirse en santos si simplemente confían en la misericordia de Jesús. Ya lo dijo San Pablo en su carta a los Romanos: “Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia”. Lo que más hiere al Sagrado Corazón de Jesús, incluso más que el pecado mismo, es la falta de confianza en su misericordia.
El padre Ed Broom, experto en apologética y evangelización en internet, recoge en Catholic Exchange, diez pasajes bíblicos relacionados con el sacramento de la Confesión, pero cada uno de una manera única, y que pueden ayudar a quien los lea a rezar y meditar acerca del gran regalo de la confesión.
1. El hijo pródigo: Lucas 15, 11-32
Esta es una de las parábolas más bellas y conocidas del Evangelio. Leerla antes de la confesión puede ser una ayuda para el penitente. Cada vez que se medita sobre ella, más provecho espiritual se puede sacar de ella, pues tiene un mensaje potente. Se puede resumir en que Dios es nuestro Padre, un Padre lleno de amor, misericordia y compasión con todos aquellos que confían en Él.
2. Salmo 51
Este es un salmo para rezar antes e incluso después de la confesión. Es el gran acto de contrición, totalmente sincero y lleno de humildad, del rey David tras cometer adulterio y llevar a la muerte después a Urías. Es una ayuda inestimable para pedir la gracia de tener un verdadero arrepentimiento de los pecados.
Tener un verdadero dolor de los pecados, hacer una contrición verdadera es esencial para poder realizar una buena confesión. David, en este salmo, admitía humildemente que su pecado era obra suya y no culpa a nadie excepto a sí mismo.
3. Juan 20, 21-23
En este pasaje del Evangelio se recoge la institución del sacramento de la Confesión, cuando ya resucitado se apareció a los discípulos. “Recibid el Espíritu Santo: a quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados”, les dijo. Cada vez que alguien se confiesa se celebra de manera personal la muerte al pecado en su propia persona y la resurrección a la nueva vida de la gracia. Cada confesión es, por tanto, una experiencia pascual.
4. Juan 21, 15-19
Esta conversación entre Jesús y Pedro tiene un trasfondo enorme sobre la reparación. Después de que los Apóstoles hicieron la pesca milagrosa, Jesús camina con Pedro por la orilla y le pregunta tres veces si realmente le amaba. Pedro estaba reparando así las tres veces que negaría a Jesús tras la Última Cena.
Esta lectura es una ayuda para rezar por la gracia de arrepentirse verdaderamente de los pecados y de hacer un acto perfecto de contrición a través del amor, el amor a Cristo. Pues el amor cubre multitud de pecados, y el que así reza se convierte en Pedro arrepentido.
5. Lucas 15, 1-7
Este es otro de los pasajes más increíbles de las Escrituras. Este Buen Pastor deja las 99 ovejas para ir a buscar a la oveja perdida. Esta lectura puede ayudar a reconocer que uno puede ser esta oveja perdida y que tiene un gran valor a los ojos de Dios. El alma de cada uno tiene un valor infinito a los ojos de Dios.
6. Juan 10
Jesús es el Buen Pastor que va tras la oveja descarriada. Sin embargo, una vez que esta oveja ha experimentado el abrazo amoroso de Jesús el Buen Pastor, entonces le corresponde ser también un buen pastor para las ovejas que Jesús haya puesto a su cargo.
La clave para ser un buen pastor es ser primeramente una buena oveja del Buen Pastor, para escuchar Su voz y seguirlo. Después de haber experimentado la bondad del Señor en la Confesión hay que intentar que otros reciban esta misma gracia.
7. Lucas 23, 39-43
Esta lectura de Jesús y el buen ladrón es el gran ejemplo de la misericordia de Cristo y un soplo de esperanza para los creyentes. Con este pasaje los cristianos creen firmemente que el peor de todos los pecadores puede convertirse en uno de los santos más grandes si confía en el Señor. El venerable Fulton J. Sheen afirmaba: “Y el buen ladrón murió siendo ladrón porque robó el cielo”.
8. Mateo 8,1-4
Cada sacramento tiene una gracia sacramental específica: la Confesión es sanadora. Jesús vino a curar y sanar a los enfermos, a todos los enfermos que confiaban en Él. Los cristianos tienen que verse como el leproso de la Escritura. El pecado es lepra y todos somos pecadores. Así como Jesús tocó y sanó al leproso, así Él puede tocar y sanar a cada uno, si se abre a que el Señor le toque. San Damián, que trabajó con los leprosos en la isla de Molokai en Hawaii, sufrió más porque no tenía un sacerdote que sanara su propia lepra espiritual del pecado. Todavía quedan sacerdotes que pueden sanar esta lepra espiritual a través de la confesión. Hay que aprovecharlo.
9. Gálatas 5,16-26
San Pablo no dudó en sus cartas en comparar a los que viven según la carne y a los que viven según el espíritu. Los que viven según la carne tendrán una cosecha de corrupción y muerte. Aquellos que viven según el espíritu experimentarán los frutos del espíritu y experimentarán la vida eterna. La confesión es una ayuda inestimable para hacer morir las obras de la carne y a dejarse guiar por el Espíritu Santo.
10. Juan 11. Una experiencia de Lázaro
San Agustín compara la Confesión con Lázaro. Lázaro estuvo muerto y sepultado durante cuatro días y Jesús vino y lo resucitó. Lo que sucede espiritualmente en la Confesión es lo mismo: se deja la vieja vida de pecado, la muerte espiritual en el Confesionario (las vendas, simbólicamente nuestros pecados) y se resucita a una nueva vida en el espíritu.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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