La Iglesia española celebra este domingo 19 de enero –como cada segundo domingo del Tiempo Ordinario– la Jornada de la Infancia Misionera, un buen motivo para promover la colaboración recíproca entre los niños del mundo, que lleva en esta ocasión el lema «Comparto lo que tengo», aunque, de fondo, su gran motivo de ser y su lema fundacional sea: «Los niños ayudan a los niños».
En este día, y durante las jornadas previas –en las que los más pequeños decoran sus huchas para recaudar los donativos– los niños se convierten en cómplices de los misioneros con su oración y ayuda. Gracias a su colaboración -y la de muchos adultos-, se ayuda a la Santa Sede a financiar proyectos infantiles que los misioneros desarrollan en los territorios de misión.
La misión es de todos
Al año se llegan a apoyar cerca de 2.700 proyectos de educación, salud, protección de la vida y evangelización, que benefician a más de cuatro millones de niños en los 1.127 territorios de misión que tiene la Iglesia.
Durante la rueda de prensa celebrada este martes para presentar la Jornada del domingo, estuvieron presentes en la sede de España de Obras Misionales Pontificias (OMP) José María Calderón, director de OMP España; Enrique H. Davelouis, responsable de proyectos del Secretariado Internacional de Infancia Misionera; y el español Julio Feliu, padre blanco y misionero en Malawi durante 53 años.
«Huchas del compartir», una manualidad en la que los niños depositarán sus aportaciones para Infancia Misionera.
«La Infancia Misionera no es una ONG, es el instrumento de la Iglesia para poder ayudar a los obispos que están en territorios de misión en lo concerniente a la infancia. No se hacen proyectos, es el organismo para poder ayudar en la evangelización y en todo lo demás», comentó Jose María Calderón, director de OMP España, en su intervención.
«Los niños son los protagonistas, y tienen que saber que ellos también son misioneros. La misión no la viven solo unos pocos sino todos los bautizados. Por ejemplo, todos los conventos de clausura dedican la oración a las misiones, y eso es precioso. Es una Jornada para que los niños puedan compartir lo que tienen. Se les da una hucha, que tienen que dibujar ellos mismos. Pero, también, necesitamos la ayuda de los mayores, que sientan la responsabilidad de ayudar a nuestros misioneros», añadió Calderón.
Gráfico de los proyectos a los que va dirigida la colecta de la Infancia Misionera.
En esta gran ayuda a las misiones, el director de OMP, destacó el papel que tiene España. «Somos un país que tiene mucha sensibilidad de sentido de Iglesia y podemos decir con alegría que es el país que más aportó para la Infancia Misionera. De los 16 millones recaudados en el mundo en el último año, España aportó 2,6 millones«, explicó.
Por su parte, Enrique H. Davelouis, responsable de proyectos del Secretariado Internacional de Infancia Misionera, incidió en que el dinero recaudado por los niños debe ir para otros niños. «Nosotros ayudamos en todo lo que necesiten los niños, eso sí, no pagamos los gastos de adultos, no nos parece correcto que los niños ayuden a los mayores. Podemos financiar un comedor, pero el sueldo del cocinero tiene que ser de la contribución local. Nuestras ayudas son un estímulo al trabajo que ya hacen los misioneros, no financiamos al 100%, nosotros damos una mano al esfuerzo ya comenzado», comentó.
El responsable de la Infancia Misionera explicó el tipo de proyectos para el que le suelen pedir colaboración. Por un lado, los ordinarios, que suponen el 24% final, solo pueden ser solicitados por los obispos y van dirigidos a todos los niños de una diócesis en concreto; y los extraordinarios, que van desde formación escolar (aulas, tizas, pizarras…), educación preescolar –con 120 proyectos financiados este año–, proyectos de promoción cristiana (comprar catecismos, alimentar a los niños de catequesis, alquiler de locales…); a proyectos de protección de la vida, atender a menores abandonados, etc.
Davelouis mencionó algunos ejemplos de cómo se destina la ayuda: «Ayudamos a los niños de Siri Lanka con un pan, y vinieron más de 3000, pero no por comer sino porque estaban interesados. La buena noticia que Jesús nos ha traído es lo más interesante para ellos. En los países de gran tradición cristiana ha dejado casi de ser una noticia, estamos acostumbrados a algo que debería ser una novedad, sin embargo, para estos niños es algo maravilloso, es verdaderamente una buena noticia».
Intervención de Davelouis en la rueda de prensa de la Infancia Misionera.
«En Luena, Angola, un obispo había creado unas maletas que contenían un proyector, un ordenador, focos, paneles solares… la diócesis era tan grande como la mitad de Italia, y los misioneros iban con estas maletas, y mostraban la vida de los santos y hacían la catequesis por los pueblos. Estos niños nunca habían visto una película, se quedaban admirados. Del 17% de católicos, la diócesis pasó a tener un 24%», añadió el responsable de misiones.
Pero, también, proyectos de protección de la vida: «Ayudamos a aliviar el sufrimiento de los niños. En Benin, por ejemplo, hemos tenido casos de niños abandonados por un tema de brujería, porque la madre murió en el parto o por nacer con dientes. La familia los abandona, y un sacerdote los cría en un centro».
No es recibir, lo bonito es dar
En la mesa de presentación de la Jornada de la Infancia Misionera de este año también estuvo presente Julio Feliu, misionero de África, de los padres blancos. Ha estado en Malawi 53 años, donde fue párroco en varias parroquias y fundó un grupo de Infancia Misionera llamado «Tilitonse» (que significa «todos juntos»), en el que enseñaba a los niños a ser misioneros también ellos.
Recibió el apoyo de la Obra Pontificia de Infancia Misionera para editar un catecismo para niños en chichewa -una lengua local-, que hizo él mismo. La archidiócesis de Lilongwe, donde él trabajó, recibe anualmente la ayuda de Infancia Misionera para proyectos de evangelización, educación y atención sanitaria en hospitales infantiles.
«Allí era párroco y me dedicaba a la infancia y a la juventud. El 40% de la población de Malawi no llega a los 16 años, es una población muy joven. Las parroquias se llenan de niños que llegan a montones«, comentó el misionero a ReligiónEnLibertad.
Julio Feliu, misionero de África, de los padres blancos. Ha estado en Malawi 53 años.
El padre blanco destacó cómo se vive esta Jornada de la Infancia Misionera en el país africano. «Lo bonito de todo esto es que en Malawi las propias parroquias se dedican a la Infancia Misionera. Este día hay celebraciones para los niños y ellos mismos recogen dinero, eso es muy importante, no solo es recibir, ellos también son partícipes de la comunidad universal de la Iglesia. No es solo recibir y dar las gracias a los bienhechores sino que ellos contribuyan también a los demás«, recordó Feliu.
Para el misionero, los niños de Malawi tienen muchas cosas que ofrecer a los niños españoles y de todo Occidente. «Cuando veo en España que los niños tienen de todo, que no les falta de nada… los niños de Malawi les pueden decir que se puede jugar, que se puede uno divertir sin tener que comprar juguetes, porque se los hacen ellos. Les gusta hacer coches con alambres y se pasean por las calles con esos juguetes, lo pasan en grande. Si no tienen un balón, pues se lo hacen, cogen plásticos y se hacen una pelota», explicó Feliu.
El misionero español ha creado y editado numerosos catecismos en lengua local para que los niños puedan seguir vinculados a la Iglesia de adolescentes. «Me di cuenta de que en las parroquias, los padres de los niños quieren que estos hagan la primera comunión, pero, una vez que la han hecho, se desentienden. Eso era una barbaridad, y trabajé intensamente para que los niños se reuniesen todos los sábados por la mañana. Teníamos diferentes clases por edades, era educación religiosa a varios niveles, no solo para recibir la primera comunión sino para que fueran creciendo en la fe», comentó sobre Tilitonse. En su parroquia hacían la primera comunión una media de 80 niños cada año.
Hambre y modelo de convivencia religiosa
Feliu también habló con ReL del principal problema de Malawi: el hambre. «Políticamente es un caos, económicamente, cuando hay una mala cosecha, es la hambruna. Los jóvenes ven que no tienen futuro y emigran a Sudáfrica a trabajar. Los jóvenes quieren aprender y salir adelante, allí no van en pateras, porque pueden ir en autobús a Sudáfrica, pero el país no tiene futuro», explicó el sacerdote, sobre uno de los países más pobres de la tierra.
«El hambre es el gran mal, el no poder comer y satisfacer las necesidades. Muchos bebés mueren por disentería porque no tienen comida. Las madres lloran, pero no pueden hacer nada. Ha habido muchas hambrunas y ha sido bonito ver cómo la gente se ayuda, recogían comida… Ese individualismo que tenemos en Europa, allí no existe, allí nadie puede vivir solo o aislarse, todo se hace en comunidad, incluso en las ciudades. Aunque, la cultura está cambiando, la influencia de Occidente y el deseo de las riquezas se va metiendo. África está en un momento de cambio, ¿cuál va a ser el resultado?, ya veremos», añadió el misionero.
De izquierda a derecha: Enrique H. Davelouis, José María Calderón y Julio Feliu.
Sobre la convivencia entre religiones en Malawi, el español aseguró que este era un modelo. «En eso nos dan lecciones, hay un respeto a todas las religiones. Musulmanes hay muchos, un 20%, hay otro 20% que serán católicos, también hay iglesias protestantes, y, luego, los que siguen la religión tradicional, pero eso ya no está de moda. Es una especie de iglesia protestante que se han hecho a su medida, traducen la Biblia como pueden…», comentó Feliu.
La idea occidental de la no existencia de Dios, allí directamente no se concibe. «No, no, eso dicen que es una barbaridad, es como decir que no hay aire para respirar, eso va en la sangre. Desde que llegaron los misioneros a Malawi tenían ya a Dios, que le llamaban ‘el creador’ y ‘el que cuida’. Ellos tenían ya unas creencias monoteístas, y eso ayudó a que la religión cristiana encontrara raíces en Malawi», explicó el misionero.
La Iglesia de Malawi es pobre pero llena de vocaciones, aunque, éstas no siempre sean sinceras, y el poder paliar el hambre se esconda detrás de muchas de ellas. «Estuve 14 años en parroquias rurales en las que tenía que desplazarme mucho. En una de ellas vivía junto a tres sacerdotes y teníamos a 3000 católicos para atender. Por eso, el gran tesoro de la Iglesia en África es la formación de los laicos, que los laicos son también la Iglesia. Allí todos los domingos, en todas las parroquias, se reza, no digo ‘se dice misa’, digo ‘se reza’, y quien lleva la oración son los laicos», comentó el misionero español a ReligiónEnLibertad.
Cómo se cuidan unos a los otros
«Las celebraciones son maravillosas, es toda la comunidad la que celebra, y se baila y se canta. Eso de estar arrodillados escuchando al cura eso no existe, y en eso nos dan cien vueltas, hay corales, todos el mundo participa. Me acuerdo de un funeral, que había una señora casi divirtiéndose, porque había salido todo bien, le pregunté que por qué estaba alegre, y me dijo que si quería que me pusiera a llorar, que, al menos, ahora, tenía una nueva vida, que tenía que afrontarla, y la afrontaba como era, alegre, que llorar no servía para nada».
El misionero español también relató que los locales se dan cuenta de cuando un extranjero llega para ayudar o para otras motivaciones. «Siempre me he encontrado muy a gusto, pero no son tontos y se dan cuenta de si los extranjeros van a hacerse ricos o a ayudarlos. Recuerdo un día, comprando bombillas, vino un europeo y se metió hasta el fondo de la tienda, sin decir nada, y el dueño me decía: ‘estos europeos no tienen educación’. Le dije que yo también era europeo, y él me dijo: ‘no, qué va, tú eres el padre’«.
Intervención del misionero Julio Feliu en la rueda de prensa de la Infancia Misionera.
El misionero Julio Feliu terminó dando gracias a Dios por estos más de 50 años sirviendo a la Iglesia en Malawi. «Que me quiten lo bailado, yo doy muchas gracias a Dios que me dio la oportunidad de ver la humanidad y ver el cariño que se tiene la gente, cómo se cuidan unos a los otros, eso es un tesoro que tienen en África y nos dan clases. No sabemos vivir, nos dicen ellos. ‘Os pasáis la vida tratando de conseguir dinero, ¿por qué no disfrutarlo?’. Me fastidia mucho cuando los llaman salvajes, ellos nos dan lecciones, eso de que tengan siempre la sonrisa en los labios eso vale ya un potosí», concluyó el misionero.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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