Los creyentes tienen al diablo como su gran adversario, un poder que es regular y persistente, difícil de quitarse de encima. De hecho, el principal deseo del demonio es que el hombre nunca se dé cuenta de la gracia salvadora y del perdón que ha traído Jesucristo.
Por eso, Satanás idea constantemente planes destructivos de la vida de piedad de los creyentes. Su deseo es frustrar y obstaculizar el impacto que pueda tener Cristo en la vida de las personas. Pero, ¿qué es exactamente lo que no quiere que hagamos? La web Crosswalk da siete claves interesantes.
1. Conocer las Escrituras:
Al diablo le suele encantar los buenos argumentos en los que basamos nuestras creencias para rebatirlos y manipularlos a su favor. Pero, no nos preocupemos, porque nosotros peleamos con las armas del Espíritu Santo.
La estrategia del diablo se puede ver en Mateo 4:1-11, cuando confronta con Jesús, en su estado físico más vulnerable, tras un período de ayuno en el desierto. Primero utiliza las Escrituras cuando quiere convertir las piedras en pan. Luego pide a Jesús que tiente al Señor, para que salte desde el pináculo del templo. Finalmente, el diablo le pide, adulándolo, que eluda la voluntad del Padre Celestial.
En todos los casos, Cristo cita las Escrituras y el diablo lo abandona tras ello. Por eso, en 2 Timoteo 2:15 , se aconseja: «Procura cuidadosamente presentarte ante Dios como hombre probado, como obrero que no tiene por qué avergonzarse, como fiel distribuidor de la Palabra de la verdad«.
2. Una adoración verdadera:
Al príncipe de este mundo no le importa mucho que aplaudamos al son de la última canción de Taylor Swift. Lo que verdaderamente le importa es que levantemos las manos y gritemos «amén» con todas las fuerzas mirando hacia las vigas de la iglesia. No soporta una adoración verdadera a Jesucristo.
Porque, cuando glorificamos a Cristo, se elimina cualquier espacio para enaltecer el poder del hombre. Nuestra adoración se basa en la gratitud. Lo que hacemos en ese momento está bajo la dirección del Espíritu Santo y no puede ser manipulado por los designios del hombre. En ese momento nos damos cuenta de que es la verdad, porque nuestras vidas antes eran mucho peor.
El diablo sí suele celebrar la adoración convertida en un espectáculo que no tiene relación con el modo de vivir de la persona que la realiza. Nuestro enemigo desea que participemos en una adoración que esté protagonizada por el hombre y el mundo.
3. Predicación de la Biblia:
Al diablo tampoco le preocupan mucho los sacerdotes o catequistas que predican basándose en el último libro de autoayuda. El diablo disfruta con ello, porque de ese modo se da un respiro al poder convincente del Espíritu Santo. Satanás se alegraría mucho más si la iglesia estuviera plagada de tonterías y no un «Palabra de Dios. Te alabamos Señor».
Porque, el consejo de Pablo a Timoteo es predicar la Palabra, sea o no popular entre la gente. El diablo ama al predicador que no habla de la Palabra de Dios o que hace chanza de su pecado particular. A esos fieles que escuchan cómodos con su propio pecado y reciben una falsa sensación de seguridad del sacerdote.
4. Ocuparse de los asuntos del Padre:
¿Qué porción de tiempo le dedicas a los asuntos de tu Padre? Muchas veces usamos la excusa de la falta de tiempo, pero, ¿cuántas horas se pierden en las redes sociales o viendo la televisión? El diablo ama cuando la Iglesia está consumida por los negocios del mundo.
Jesús, a la edad de 12 años, se escapó al templo. Después de tres días, María y José lo encontraron. Cuando le preguntaron por qué les hizo esto, con calma, Él preguntó: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?» (Lucas 2:43-49).
Toda la vida de Jesús estuvo centrada en las cosas de su Padre. Sus enseñanzas de amor y humildad fueron parte del plan providencial de su Padre Celestial. Porque, cuando no nos ocupamos de los asuntos de nuestro Padre, nos ocupamos a los asuntos del mundo.
El diablo ama al sacerdote o catequista que no habla de la Palabra de Dios.
5. Relaciones humanas saludables:
Nuestras amistades más cercanas suelen estar entre la gente de la Iglesia. Son relaciones que fomentan nuestro crecimiento y la responsabilidad, como enseña el proverbio de que «hierro con hierro se afila». Precisamente, en Hebreos 10:25 , se habla de la importancia de «no dejar de congregarnos».
Pero estos encuentros no están destinados a realizarse únicamente en la iglesia. Podemos salir a cenar, a pasear… el propósito es la exhortación mutua. El diablo quiere que estemos entre el mundo de lunes a sábado y con Dios solo el domingo.
6. Corazones humildes y blandos:
A medida que envejecemos, somos más duros. Por eso, Jesús, puso énfasis en los corazones humildes de los niños, los que «entrarán en el reino de los cielos». Así mismo, hablaba en parábolas como acerca de la importancia de la tierra para la semilla sembrada. La semilla sembrada en «pedregales» se secó «porque no tenía raíz».
El corazón de los jóvenes y los humildes es la tierra deseada, porque no ha sido endurecida por las maquinaciones del mundo, ni está llena de tanto mundo que no hay lugar para la Palabra de Dios. El diablo no quiere la tierra fértil y desea que el hombre sea sensible al mundo lo más que pueda.
7. Una vida de orden:
El mundo de Dios tiene un orden, tanto las iglesias, como los hogares, como las relaciones comerciales y sociales. Las Escrituras moldean nuestras prioridades y reparten nuestro tiempo. Los asuntos de Dios deben tener prioridad sobre cualquier obligación mundana. Cualquier cosa fuera de orden da lugar a que el diablo obre en nuestras vidas.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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