Tras dos décadas especialmente intensas de activismo transgénero, miles de personas en todo el mundo han sufrido hormonación y mutilación genital buscando un «cambio de sexo» que no consiste más que en modificaciones del cuerpo que estropean órganos sanos y sin mejorías psicológicas claras.
¿Cuántos se arrepienten de haberlo hecho y cuán dañados están cuando se arrepienten? No hay datos fiables, pero se sabe que existen y hablan.
Los defensores de la industria del cambio de sexo repiten que los arrepentidos son un porcentaje muy pequeño, mientras las redes sociales se llenan de arrepentidos y destransicionadores, a menudo muy jóvenes, que cuentan sus testimonios.
Pero ¿hay estudios sobre el número de arrepentidos? ¿Por qué la industria del cambio de sexo suele decir que los arrepentidos son «pocos»?
Los médicos e investigadores de la SEGM (Society for Evidence-Based Gender Medicine, una asociación médica crítica con los cambios de sexo), han analizado los estudios al respecto y sus debilidades. Si éstas son buscadas o permitidas por una industria que gana dinero con operaciones y química hormonadora de por vida, o si son inevitables, puede ser motivo de más debate.
1. No se ven arrepentidos porque el seguimiento es brevísimo
Hay personas que se arrepienten muy poco después de haberse sometido a la cirugía mutiladora, pero lo más frecuente es que tarden algunos años en arrepentirse.
La SEGM señala, citando una revisión de estudios reciente a cargo de J.Cohn, que como media las personas sometidas a operaciones de cambio de sexo tardan 8 años en expresar su arrepentimiento.
Otros estudios indican arrepentimiento antes (entre 3 y 6 años) si el procedimiento combinaba bloqueadores de pubertad, hormonas y cirugías.
«La transición puede asociarse con un periodo de ‘luna de miel’, declarando durante un año que mejora la calidad de vida y la satisfacción, pero que empieza a bajar a los 3 años y que se desploma a los 5 años tras la transición», explica la asociación.
«Es alarmante que los estudios alaben los beneficios de la transición en jóvenes cuando se centran en seguimientos breves, a veces de 3 meses, raramente durante más de 5 años», denuncian.
2. Estudios pequeños: muchos operados abandonan los estudios de seguimiento
Uno de los estudios más citados sobre efectos a largo plazo del cambio de sexo es el de Amsterdam, con datos de 1972 a 2015, con datos de 6.800 personas. «Sólo al 0,6% de las mujeres trans y al 0,3% de los hombres trans con gonadectomías [extirpación de órganos sexuales] se les identificó arrepentimiento», declara el abstract del estudio. Lo mismo repiten los vendedores de cambios de sexo.
Pero de esas 6.800 personas que pasaron por esa clínica holandesa, sólo un porcentaje se sometió a gonadectomías, y un 36% de ellos dejaron de informar y abandonaron el proceso de seguimiento.
3. Los arrepentidos no van a su clínica a contar que destransicionan
«Los que se sintieron dañados por el tratamiento [cambio de sexo] puede que no quieran participar en las investigaciones de seguimiento. Al menos un estudio mostró que menos de una cuarta parte de los destransicionadores [arrepentidos que buscan revertir en lo posible el cambio] vuelven a sus clínicas a contar su decisión de destransicionar», explica la SEGM citando un artículo de Lisa Littman a partir de 100 detransicionadores.
Así, las clínicas que hacen cambios de sexo, infravaloran (o directamente desconocen) cuántos de sus pacientes se han arrepentido y se sienten dañados, y a menudo engañados y enfadados.
La ideología de género daña a la buena ciencia médica: se mutilan órganos sanos, se esteriliza y dañan cuerpos para siempre, por razones ideológica, falta de atención psicológica y mala ciencia. Las clínicas de cambio de sexo se enriquecen. Sus pacientes se arrepienten, pero tardan unos 8 años de media.
4. Los pacientes que sí hablan con su clínica son, precisamente, los (aún) no arrepentidos
Otros sesgo que sobrerrepresenta a los «satisfechos» y esconde a los arrepentidos es que, precisamente, los que siguen acudiendo a las clínicas y participando en sus estudios y estadísticas son los que aún creen que pueden obtener satisfacción. Los «por ahora contentos» son los que rellenan formularios. Pero un análisis en 2018 de Roberto D’Angelo calcula entre el 20 y el 60% los que abandonan esos estudios de seguimiento… y los arrepentidos serían, precisamente, los que los abandonan, por lo que los estudios sobrerrepresentan a los (aún) no arrepentidos.
5. En realidad, ¿cómo se mide el arrepentimiento?
El arrepentimiento existe, indica un profundo dolor y sufrimiento y puede ser indicador de riesgo de suicidio y gran infelicidad. Pero es difícil de medir. Muchos se arrepienten de haber mutilado su cuerpo, pero siguen vistiéndose como del otro sexo, o usando nombres del otro sexo porque piensan que ya no pueden hacer nada más, que es «mejor» seguir así aunque no les guste; «arrepentimiento y aceptación [del daño] pueden coexistir». Medir como arrepentidos sólo a los que acuden a pedir una reversión de hormonación es insuficiente. Un estudio a partir de cuestionarios respondidos por cien cirujanos detectaba 3 tipos de arrepentimiento:
– un 42% de los «arrepentidos» estaban arrepentidos de haber cambiado de género, veían ahora que su género natural era el real;
– un 37% de arrepentidos eran «sociales»: veían que la transición les dañaba su situación social, no les daba suficientes beneficios en su entorno;
– sólo un 8% declaraba arrepentimiento «médico» (por el daño físico, dolores, esterilización, etc…)
Pero no está claro que sean precisamente los cirujanos que realizan las operaciones y amputaciones los mejor situados para recibir las quejas de los arrepentidos (las clínicas tienen suficientes formas de desincentivar el acceso de arrepentidos al cirujano).
6. El «arrepentimiento» de adultos no es comparable al de adolescentes
Los defensores (y vendedores) del cambio de sexo hablan de pocos arrepentidos con datos de estudios antiguos, cuando los que pedían estas cirugías eran adultos de cierta edad, personas de 30 años o más, muy escasas, en su inmensa mayoría hombres que decían sentirse mujeres. Por lo general, llegaban a esa cirugía tras pasar por varios psicólogos.
Pero en la última década, la gente que acude a estas clínicas es muy diferente. Lo que las clínicas reciben son multitudes de niñas y chicas adolescentes, muy incómodas con el hecho de ser mujer (con todas sus complejidades sociales o corporales de adolescencia y juventud) y que piensan que se sentirían mejor si fueran hombres. Se bloquea la pubertad a niñas de 11 años y se hacen cirugías a adolescentes de 15, 16, o 17 años. Piden la cirugía sin haberse acercado a ningún psicólogo (ya que las leyes hoy no lo piden y según el país hasta lo prohíben) y si se acercan a alguno, es uno ligado a la clínica, que siempre recomendará el cambio de sexo. Se hacen cambios de sexo a jóvenes afectados por todo tipo de condiciones psicológicas que nadie diagnostica ni trata.
Y se les dice que la posibilidad de arrepentimiento es escasa, usando datos antiguos de un tipo de paciente muy distinto.
7. Hay estudios que ignoran a los que dejan de considerarse transgénero
En 2021 se difundió mucho un estudio sobre destransicionadores en EEUU (Turban et al.), a partir de 2.200 detransicionadores, la mayoría por «presiones externas», decía el estudio, y considerando que la inmensa mayoría de las personas que buscaron una «afirmación de género» no se arrepentían.
«Paradójicamente, este estudio sólo recogía a los destransicionadores que aún declaraban considerarse transgénero, y este hecho no se declaraba en el estudio publicado», denuncia la SEGM.
Sólo podía detectarse esta importante selección leyendo el informe de cientos de páginas sobre la metodología. Por supuesto, las personas que pasaron por tratamientos de cambio de sexo pero que hoy se declaran a gusto con su sexo natural pueden decir cosas muy incómodas para este negocio, y a ellas no se les daba voz aquí.
8. El truco de medir los efectos químicos apenas unos meses
En septiembre de 2023 se ha publicado un estudio (Brendan J. Nolan et al.) que ejemplifica el bajo nivel de estas investigaciones a favor del cambio de sexo. Se midió el efecto psicológico de empezar a aplicar testosterona durante 3 meses a 64 mujeres que querían masculinizarse (cambiar su sexo a masculino). El estudio declara que «decreció significativamente la depresión y suicidalidad» en estos individuos. La realidad es que en 3 meses los efectos físicos de la hormona apenas se notan y difícilmente podían valorar su efecto o considerarse ‘cambio de sexo’.
«Las mejoras en el sentir general a corto plazo no aportan evidencias creíbles de que las intervenciones quirúrgicas y médicas altamente invasivas de la transición de género aseguren una vida de alta calidad libre de arrepentimiento. Los estudios que no se extienden un tiempo suficiente tras la transición deberían declarar explícitamente que son incapaces de aportar verdaderas tasas de arrepentimiento», concluye el análisis de la SEGM.
Mientras no haya datos fiables (y pasarán años antes de que los haya) la sociedad debe saber que no hay buenas fuentes sobre el porcentaje de arrepentidos y que no es correcto anunciar que los arrepentidos son pocos o muy pocos, insisten.
Para investigar más el tema de la destransición, la SEGM recomienda a nivel internacional el listado de estudios (138, entre ensayos y estudios, casi 4 de cada 10 de ellos fueron publicados en 2021) sobre destransición o desestimiento de Pablo Expósito Campos y la Universidad del País Vasco, publicado en Actas de Psiquiatría.
La SEGM además anuncia su primer Congreso Internacional, con el tema «International Perspectives on Evidence-Based Treatment for Gender-Dysphoric Youth» (centrado en el tratamiento para jóvenes con disforia de género), que se celebrará en Nueva York el 10 y 11 de octubre, con expertos de Suecia, Finlandia, Inglaterra, Francia, Noruega, Canadá, Bélgica y Australia, «en la intersección entre biología, epidemiología, medicina y cultura». La inmensa mayoría de los participantes asistirá online.
En el documental «Transformados» se recogen testimonios de detransicionadores y víctimas de la industria del cambio de sexo y de la ideología de género en la que se apoya.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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