Miradme, ¡oh mi amado y buen Jesús!, postrado ante vuestra Santísima presencia; os ruego con el mayor fervor y compasión de que soy capaz imprimáis en mi corazón vivos sentimientos de fe, esperanza y caridad. Verdadero dolor de mis pecados, propósito firmísimo de jamás ofenderos. Mientras que yo, con todo el amor de que soy capaz voy considerando vuestra cinco llagas, comenzando por aquello que dijo de Vos, oh buen Jesús, el santo profeta David: ¡«Han taladrado mis manos y mis pies y se pueden contar todos mis huesos.»
PUBLICADO ANTES EN CATOLICIDAD
More Stories
Organizaciones provida y profamilia denuncian restricciones a su participación en la ONU
El jueves finalizará el programa de visas que permite la entrada de religiosos extranjeros a EE.UU.
Un obispo keniata está preocupado por la procedencia del dinero que donan los políticos a la Iglesia