Miradme, ¡oh mi amado y buen Jesús!, postrado ante vuestra Santísima presencia; os ruego con el mayor fervor y compasión de que soy capaz imprimáis en mi corazón vivos sentimientos de fe, esperanza y caridad. Verdadero dolor de mis pecados, propósito firmísimo de jamás ofenderos. Mientras que yo, con todo el amor de que soy capaz voy considerando vuestra cinco llagas, comenzando por aquello que dijo de Vos, oh buen Jesús, el santo profeta David: ¡«Han taladrado mis manos y mis pies y se pueden contar todos mis huesos.»
PUBLICADO ANTES EN CATOLICIDAD
More Stories
En tierra muerta ha florecido la nueva vida
«La Navidad está en la raíz de la fe»: 4 ideas del Papa Francisco para que no falte lo importante
10 frases de C.S.Lewis sobre la Navidad para explorar su misterio y su grandeza