22/06/2025

«A rezar, chiquitos!»

Uno le pide a Jesús, al bien amado Jesús, un corazón dócil y humilde como el suyo; uno se lo pide día tras día y así pasan los años sin que uno sepa, exactamente, si el corazón le está cambiando.

No creo que el mecanismo de Jesús para cambiarnos el corazón contenga en el  programa algo para que nos demos cuenta, es más, me parece que debería haberlo puesto en marcha para que no nos demos cuenta para que, así, no se hinche el corazón. Bien pensado!

Alguno podría pensar cuánto tiempo perdido en meditar estas cosas. Si fuera teología, uno diría, pero no llega ni a razonamiento, es pura imaginación.

Dicho sea de paso, agradezco mucho a Dios mi imaginación porque no me sirve solo para meditar sino la utilizo en infinidad de asuntos, de tal modo se torna en una herramienta a favor de Dios. Muy agradecida, la verdad.

Dicho esto, paso a contarles lo que mi imaginación me hizo aprender del hecho de que mi abuelita Merce, a quien tanto quiero, nos llamara por las tardes a los chiquillos a rezar.

“A rezar, chiquitos!”, se la escuchaba desde cualquier lugar de la casa y el jardín.

Ella había rezado ya dos de los tres rosarios, y dejaba el último para nosotros. Nos cortaba a tajo la hora del juego y mentiría si dijera que no queríamos salir corriendo para que no nos viera o escuchara y así tener excusa pero, nada, la conciencia nos lo impedía. Qué ingratos si huyéramos de la abuela y del rosario!

Así que, arrodillados, teniendo a María delante y a la abuelita al lado, nos lanzábamos al rosario y hasta las jaculatorias para después, si es que todavía quedaba sol y ganas, echarnos a jugar de nuevo y si no, a comer y ver la televisión un rato.

De ese tiempo e infancia tan preciosa que tuve. De ese tiempo y de mucho antes, también; de esa abuela tan rete-amorosa y brava, de ese rosario, el de abuela y el nuestro, es que la Gracia fue haciéndose camino en las almas, o sea, Jesús, transformando el corazón. 

Zulay me pasó el otro día una foto de su hija menor y su esposo que tomaron días atras cuando fueron a visitar a la joven. Preciosa la foto. Zulay, bella y modesta como siempre, don William, ni un pelo más bajito, y la muchacha, con aquella  sonrisa y ojitos que le brillan tras los anteojos.

Uno que conoce a Zulay piensa en la larga historia hasta llegar ahí, se conmueve y agradece, además, recibe consuelo y es confortado en la Esperanza.  Así se lo dije por Whatsapp al Obispo de Alajuela, persona cercana ya que vivió en mi pueblo bastantes años.

Hola Monseñor

Espero que esté bien.
Le paso esta fotografía porque esta joven monjita es de su diócesis.
Se llama Janet.
Me acaba de contar la mamá que recibirá los hábitos dentro de poco.
La mamá se llama Zulay y ella llegó a mi casa con apenas 15 años y un bebé.
Con mi mamá y mi abuelita ella creció y crió a su hijito con quién yo jugaba como si fuera un muñeco.
Después de unos años ella se casó y tuvieron tres hijos más, en cuenta la pequeña Janet.
Zulay con abuela y mi mamá rezaban El Rosario.
Zulay quiso mucho a mi mamá y a mi abuelita y nos cuidó muy bien a los chiquillos.
Mis hermanos y yo la queremos muchísimo.
Se lo cuento porque yo sé que usted apreciaba mucho a mi mamá y para que vea que desde ese tiempo Dios iba preparando el camino a esta joven.
Me parece maravilloso y por eso se lo comparto.
Mi hermano me hizo recordar una parte muy importante también y es que, Esthercita, la mamá de Zulay, aprendió a rezar en casa con mi abuelita Merce porque también llegó ahí muy jovencita.
Abuela siempre enseñaba a cocinar y a rezar a todo el mundo.
También de su abuelita Esther esta chiquita recibió mucha piedad.

 

Pues, bien, aquí termina esta narración sobre la hora de rezar de los chiquillos.
La dejo así porque también la imaginación de ustedes necesita trabajar.

Den gracias, reciban consuelo y Esperanza.

Sea Dios bendito!

Amen

 

 

 

Leer más… »