La tarde de este 20 de agosto fallecía con 117 años la mujer más longeva del mundo, María Branyas, también conocida como «la súper abuela catalana». En su cuenta de X, los familiares de la «supercentenaria» describieron sus últimos instantes. «Ha muerto como ella quería, mientras dormía, tranquila y sin dolor».
En la misma publicación se mostraba también uno de sus últimos comentarios a la familia: «Un día me iré de aquí. No volveré a probar café, ni a comer yogur, ni a mimar a la Fada… dejaré también mis recuerdos, mis reflexiones y dejaré de existir en este cuerpo. Un día que desconozco, pero que está muy cerca, este largo viaje habrá terminado. La muerte me encontrará gastada de haber vivido tanto, pero quiero que me encuentre sonriendo, libre y satisfecha».
Nacida en 1907 en San Francisco (Estados Unidos), Branyas vivió en España la mayor parte de su vida, donde se casó con Joan Moret. Tuvo tres hijos, 11 nietos y 13 bisnietos. Su muerte se sucedió en la residencia de Santa María del Tura en Olot, donde ingresó a los 92 años.
Entre sus cifras de récord, no solo destaca por haber sido la mujer más anciana del mundo. También fue la más mayor en superar el Covid a los 113 años. Cuando nació, el Papa San Pío X llevaba unos 4 años de reinado, siendo el primero de los 10 papados que vivió hasta el de Francisco.
María Branyas, en su 115 cumpleaños.
Aunque no se conocía mucho su vida de fe y espiritualidad, en noviembre de 2022 publicó en su cuenta de X un fragmento de una entrevista en el que hablaba de su relación con Magdalena Aulina, fundadora de las Operarias Parroquiales y a la que recordaba, al menos, de 1924. De Aulina, que fue declarada venerable, destacaba como «ayudaba a un sector de la población que vivía en malas condiciones, en viviendas poco higiénicas y con los hijos sin escolarizar» y cada domingo acudía con su amiga Conxita, a quien escuchaba admirada cada domingo.
Hasta sus últimos días no dejó de poner en valor a la familia, mostrándose frecuentemente entristecida «por aquellas personas que reciben pocas o ninguna visita. Detrás de cada una de ellas hay un alma deseando conectar con alguien. Los lazos familiares fuertes, ricos y cuidados actúan como un colchón que amortigua la soledad. Soy una afortunada«.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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