El abandono de los postulados woke, el alejamiento de las políticas progresistas y su sustitución por un despertar a la fe parece una corriente destinada a ganar influencia social en contextos donde lo políticamente correcto es cuestionado o combatido. Donde esto sucede, reconocerse cristiano, hablar de Dios, mostrar y no esconder las cruces del escapulario o reclamar las políticas MEI -mérito, excelencia e inteligencia- como antídoto a las wokistas DEI -diversidad, equidad e inclusión- empieza a ser algo normal. O al menos, aceptado socialmente.
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