Pronto comenzará el Mes que la Piedad Católica ha destinado a honrar al Doloroso e Inmaculado Corazón de María. Quiero animarte a que te acerques a este seguro refugio, al Tabernáculo del Amor de María, a la Humanidad que es Su Purísimo Corazón, traspasado en el Monte Calvario, no por una lanza como el de Su Hijo Nuestro Señor, sino que el Corazón de María fue herido hasta la muerte por el Dolor, cumpliendo así la Profecía de Simeón que le había advertido «una espada de Dolor atravesará Tu Alma…»
Dolor por Su Hijo que veía morir entre dos malhechores; Dolor por una Humanidad ciega que reía -y ríe aún hoy- ante la visión de todo un Dios crucificado; Dolor ante tu sordera a la gracia de Dios; Dolor de Madre al ver a tus hermanos, Sus hijos, despreciarla, o lo que es peor, ignorar su entrega y Amor sin medida, que la destacó como Co-Rendentora de los hombres. Dolor Redentor el de María, Dolor que hirió Su Virginal Corazón, que aún ahora, late y se desangra por aquellos que viven de espaldas a la Voluntad de Dios.
Así como en el Sacrificio del Calvario María nos fue dada por Madre, que sepamos corresponder al deseo de Jesús agonizante que nos dice en la persona del Apóstol San Juan «he ahí a tu Madre…» y que con él, sepamos cuidar y honrar debidamente a la que llevó en Su Seno a Dios mismo, lo que hizo de Ella un Sagrario viviente y seguro.
Nos enseña la ciencia que todo niño nonato recibe en el vientre materno el alimento y la sangre de su madre; Jesús Nuestro Señor, como perfecto hombre, no vio alterada esta ley natural durante Su gestación: así debemos entender que el Divino Niño creció gracias al alimento y a la sangre que recibía de Su Madre, de Su Inmaculado Corazón que latía de puro Amor a Su Señor, al que llevaba dentro de Sí misma… ¡cuántas gracias adornaron a Nuestra Señora para ser el Arca de la Nueva Alianza y por tanto, Tesorera de todas las Gracias!
Pues si Cristo mismo creció y se alimentó del Corazón Purísimo de María, ¿a qué esperas tú para adentrarte en Él, en el Santuario seguro y Santo del Corazón de María, para nutrirte de las virtudes de esta Santa Madre?, ¿por qué no dejas la desconfianza en tus limitaciones y te abandonas a Aquella que sintió crecer a Dios en su vientre y que por tanto, como Madre, TODO nos lo puede alcanzar de Él?
Te invito pues a dedicarle unos minutos del día, durante el Mes de Agosto, a estar a solas, en intimidad con María Nuestra Señora; no te asusten tus pecados ni miserias, que Ella bien los conoce, por el contrario, preséntate a la puerta de Su Corazón Inmaculado como un niño, pobre, sin apegos por el mundo y ni tan siquiera por ti mismo. Solo así, con tu nada y tu confusión, encontrarás el Amor de una Madre Santa que sabrá -si te entregas de veras a Ella- curarte las heridas del alma y las cicatrices del corazón.
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