El padre Julián Lozano acogió en la parroquia de Santa María Magdalena de Ciempozuelos (Madrid) una tarde de oración y testimonios el 12 de marzo en la que hablaron de su experiencia dos hombres, David y Fran.
Cada uno de ellos tiene una historia, cada uno vivió maltrato en su infancia, desarrolló atracción sexual por los hombres y en cierto momento cada uno descubrió el asombroso amor de Cristo, que llena el corazón, y abandonó la vida «gay». Hoy apuestan por la castidad, la amistad cristiana y la vida de fe sostenidos en los sacramentos.
«El amor de Cristo nos urge, queremos que el amor de Cristo llegue a todos», explicó Julián Lozano. Presentó a los dos testigos la periodista Marta Sanz, de Media Salud Comunicación, investigadora sobre ideología de género. Primero contó su testimonio Fran, español de 30 años, y después David, natural de Ciudad de México.
Un padre violento, una madre muy protectora
Fran empezó explicando su origen familiar: su padre pegaba a su madre, y la insultaba con fuerza, y él, de niño, lo veía. Su padre nunca expresó cariño por él en su infancia. Su madre era una mujer de fe, pero era sobreprotectora con él y, por ejemplo, no le dejaba ir a excursiones escolares.
A los 9 años, con otros chicos, empezó a mirar revistas pornográficas. En el colegio sufría insultos y bullying por parte de compañeros. En el instituto cambió: quiso ser él el que se burlara de los demás y hacía gamberradas. Tuvo novias de adolescente, con una incluso tuvo relaciones sexuales, y le gustó. Pero luego, con unos 16 años, empezó a atraerle un chico mayor que él: «yo ya estaba mirando este chico como la figura paterna que yo nunca he tenido en casa». Poco después se acostó con un chico, el primero en su vida, y empezó una vida gay que no le hizo feliz.
Su padre le expulsó, entre insultos, a los 18 años. Como no tenía amigos, empezó a prostituirse para poder pagar los 100 euros mensuales de su habitación alquilada. «Fue algo terrible lo que tuve que hacer, venía gente terrible, yo iba llorando», recuerda.
Más adelante entró en el mundo de la moda como modelo, con cierto éxito, pero con un gran vacío interior, y relaciones tóxicas, de dependencia hacia otros.
«Mamá, me quiero bautizar»
Su madre, aunque no aprobaba su actividad homosexual, le trataba con respeto y cariño. Un día, con 22 años, Fran le dijo: «mamá, me quiero bautizar». Fran, como alguno de sus hermanos, había quedado sin bautizar por situaciones caóticas de la familia. El creía en Jesús y en la Virgen a su manera, pero sin saber casi nada de la fe, ni confesarse ni ir a misa.
Luego sabría que su madre había rezado por él durante 7 años para que se acercara a Dios, y con mortificaciones y ayunos.
A los 25 años ya casi no quedaba con chicos. Vivía hundido en depresiones e infelicidad. Una noche, mirando la televisión, tuvo la sensación de que Dios le tocaba el corazón y le decía: «mira cómo estás, ¡ven a Mí!»
Detrás de la atracción por el mismo sexo y las relaciones tóxicas hay a menudo historias de maltrato, falta de amor paterno y un corazón vacío que nada puede llenar… excepto Dios.
Una oración intensa y conciencia de pecado
Reconciliación y perdón
Después, en un retiro, sintió mucha sanación y liberación, lloró sin parar y cambiaron sus gustos por completo. Ya no soportaba la música con temas sexuales. Se volcó en pedir perdón a su madre y expresarle su cariño. Le dijo a su madre que dejaba la vida homosexual, como la cruz que Cristo pide a cada uno llevar, y su madre se emocionó llena de alegría. También pudo reconciliarse con su padre, quien incluso le pidió perdón, y con su abuelo, todo empujado por el amor de Dios.
«Llevo 5 años en castidad para gloria de Dios. No me acuesto con nadie. No es fácil, pero el Señor te da la gracia para poder seguir». Se apoya en la misa diaria, el Rosario y la confesión. Intenta compartir el amor de Dios en Internet y redes sociales.
El testimonio de David: padre violento, incesto con la hermana
Contó también su testimonio David Espitia, de Ciudad de México, de 44 años de edad, esperando que fuera «para gloria de Dios y la salvación de las almas».
También David creció en una familia herida, con un padre cocainómano que pegaba a su madre y se acostaba con muchas otras mujeres. Estando ella embarazada de un bebé, su padre le metió una pastilla abortiva que le quemó y dañó y expulsó al bebé de 3 meses. Este padre pegó a la hermana de David, pegó a su hermano, violó a una niña… Si el padre era violento, su madre era «narcisista, neurótica», pegaba a los niños con un palo, les decía «infinidad de groserías». Sus hermanos también se metían en peleas, embarazaban a chicas y las hacían abortar.
A los 8 años, David sufrió abusos sexuales a manos de su hermana de 14 años, que repitió muchas veces. A los 10 ya había revistas y películas pornográficas en su vida, con esa edad ya estaba sexualizado. Hoy está convencido de que su atracción hacia el mismo sexo nace de todas esas heridas emocionales.
Quince años de intensa vida gay
A los 18 años tuvo su primera pareja gay, a los 33 la última; en total tuvo 8 o 9. Algunos eran amables, otros ricos, le trataban bien… pero no le bastaba ni llenaba su vida. Iba a lugares de sexo gay anónimo, en grupo, y a zonas de prostitución. Calcula que se relacionó sexualmente con más de 700 hombres. Veía que esos hombres adquirían enfermedades sexuales, le daba igual. Empezó entonces a consumir droga, y luego a meterse en la nueva era, brujería y adivinaciones.
Un día fue al lugar de sexo anónimo muy drogado, le violaron entre muchos y sintió que tocaba fondo. Al llegar a casa dijo: «Dios, si tú existes, sácame de esto, porque no soy feliz». «Eso fue todo. Y le di mi voluntad a Dios«, recuerda.
Luego conoció a un chico homosexual, que a veces le hablaba de Dios. Le parecía curioso eso. Lo que no sabía es que durante 4 años ese joven oró para que David dejara la vida gay.
Retiro y adoración: efecto fulminante
Pasados unos años, David aceptó ir a un retiro católico por curiosidad y porque le insistieron. Era un retiro de CEBHYM (Cursos de Espiritualidad Bíblica para Hombres y Mujeres).
Por la noche, hubo un momento de adoración eucarística. El no sabía lo que era el Santísimo, qué era la custodia ni esa «bola blanca». Como la gente se arrodillaba al acercarse, él también lo hizo. Todos alzaban las manos hacia ese extraño objeto, y él les imitó.
Él no sabía nada sobre adoración ni la presencia real de Cristo, pero cuando pasó a su lado, dice, «empecé a sentir un amor sobrenatural que no lo puedo explicar, por primera vez en mi vida, sentí que Alguien me amaba y sabía que era Jesús y que era real y que existía. Dios me dijo en mi interior, no sé como: ‘Hijo, te amo, bienvenido a casa, pequeñito, te estaba esperando’«.
Y esa hora cambió la vida de David. En una hora dejó la vida gay, perdonó a su padre violento y drogadicto, perdonó a sus violadores… Le preguntó, llorando, a Dios, dónde había estado mientras le agredían. Sintió que Dios le respondía: «hijo, Yo siempre estuve ahí cuando abusaron de ti y a mí me dolió más que a ti, porque te amo, porque Yo te creé».
Vida de castidad, entregado a Dios
Tras el retiro, tras confesarse, ofreció su castidad a Dios. Y le dijo a quien había sido su pareja: «el amor que tú no me has dado durante cuatro años, ni los otros ocho con los que ando, mira, Dios me lo dio en una hora». Su primer rosario le duró 2 horas de tanto que lloraba.
Sobre su salida de la vida gay, detalla que «hubo caídas» y que «el primer año y medio fue el más difícil». Se ha apoyado en la misa y comunión diaria, y en el Rosario. Ha ido a muchos retiros.
Tras un turno de preguntas y respuestas, el padre Lozano recordó que todos tenemos necesidad de la misericordia de Dios, y que Dios nos da nuestra identidad de ser hijos amados suyos, y agradeció el testimonio honesto y valiente de Fran y David.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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