Vamos a ser sensatos, si es posible. Está muy bien la teoría y los curas lo predicamos estupendamente. El problema es cuando la cosa se va a lo concreto y es preciso enseñar a la gente a vivir.
Ejemplos inventados pero que podrían ser reales sin problemas. María sufrió las malas artes de sus hermanos que, con triquiñuelas y la colaboración de un abogado sin escrúpulos, le privaron de la herencia de sus tíos, que no era cualquier cosa. Juan sabe que a su padre lo detuvieron y fusilaron porque su vecino descubrió dónde lo ocultaban. Loli sufrió de niña los abusos de su tío Paco. A Carolina le hizo un bombo el señorito, que no quiso saber nada de la criatura y encima la echaron de casa por estar embarazada.
En misa el señor cura explica lo de amar a los enemigos hasta dar la vida por ellos. Y entonces María, Juan, Loli y Carolina se hacen preguntas. Y piden respuestas. No la teoría, sino una respuesta real para el día a día.
Yo suelo decir algunas cosas:
– La primera, que hay que aprender a no odiar, porque el odio nos hace mal a nosotros en primer lugar. El odio nos mata día a día, nos destroza.
– No desear ni hacer el mal. Cuando me dicen que no pueden amar, que no han llegado a esa perfección, sugiero que, al menos, no les deseen mal, no les hagan ninguna mala faena.
– Es duro llegar a perdonar. Hay que intentarlo. Tampoco se pueden olvidar las cosas. Sí está en nuestras manos tratar de que nos vayan afectando lo menos posible.
– Dando otro paso, si necesitan un favor, si se les puede ayudar en algo, ahí debemos estar.
Una de estas personas que han sufrido, y mucho, me decía que hasta aquí lo podía intentar, pero que si lo que se le pedía era amistad con los que le destrozaron la vida, que por ahí no.
– Mire usted, ni deseo mal ni se lo haré, y si un día me necesitan, pueden contar conmigo, pero amistad no quiero.
No es la perfección cristiana en grado heroico, pero no está nada mal.
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