19/09/2024

AMARSE A SÍ MISMO.

Hace unos días me hacía una videollamada uno de mis muchos ahijados de confirmación desde un país de América. Cuando levantaba las manos se veían los grilletes que tenía puestos, pues estaba en espera de un juicio, que al final se retrasó, pero mientras tanto está en la cárcel, y las cárceles de su país no son como las de España. Me llamaba para pedirme que rezase por él y pueda pronto volver a su casa. Siempre impresiona ver los grilletes en directo, tenerte amarrado para que no puedas hacer daño a los demás ni a ti mismo. Se te considera como un peligro, aunque tú lo ves como un amigo.

El que ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna.

Ahora se favorece mucho la autoestima, el quererse a sí mismo. Y no nos damos cuenta de que, en muchas ocasiones, lo que nos dicen que tenemos que amar en nosotros mismos nos engrilleta, nos esclaviza y nos hunde más en la miseria. El pecado nos hace ver como apetecible lo que los demás piensan y opinan de nosotros, y nos esclavizan a dar “una imagen” que tal vez tenga que ver poco con nosotros mismos. Pero nos queremos hacer amables, ofreciendo al mundo lo que quiere amar en nosotros que hoy es una cosa y mañana es otra.

Aborrecerse a sí mismo no es odiarse, es amar en nosotros lo que Dios ama en nosotros. Que en muchas ocasiones no me parecerán cosas que el mundo ama: dar la vida por los demás, la piedad, el quedarse el último puesto por valorar a los otros, el perdonar sin medida, el desapego de las cosas materiales, el agradecimiento, la confianza en la contradicción, la paz entre los que odian…, cosas por las que el mundo nos llamará estúpidos, pero que Dios ama en nosotros.

Por lo tanto, descubro que el auténtico amor es saberse amado por Dios, no lo que yo quiero ofrecer para que me amen. Y entonces me uno a Cristo y no me separo de Él. Si me desprecian en la cruz la única palabra que me importa es la Dios Padre sobre mí.

No es fácil, pero es el camino de la confianza.

La Virgen nos enseña el camino de amar… y no es el de amarse. Viva San Lorenzo.