«Estamos todos llamados a crear comunidades preparadas y abiertas para acoger, promover, acompañar e integrar a quienes llaman a nuestras puertas», dijo Francisco este domingo, en la Plaza de San Pedro, a la conclusión del Ángelus. Reincidía así en idéntico mensaje lanzado durante su viaje a Marsella: la acogida es obligada y no se puede devolver a su origen, «como en el ping pong«, a quienes se acercan a las fronteras europeas.
Los criterios de Dios
Antes de eso, en su comentario al Evangelio del día, la parábola de los trabajadores de la viña de la primera y la última hora que cobran lo mismo, Francisco comentó que «podría parecer una injusticia», pero que lo que quiere Jesús al transmitirla es «mostrar los criterios de Dios, que no hace el cálculo de nuestros méritos, sino que nos ama como hijos«.
Religiosas españolas en el Angelus de este domingo en la Plaza de San Pedro. Foto: Vatican Media.
En efecto, añadió, del relato se desprenden dos cosas: que «Dios sale a todas las horas para llamarnos» y que «paga a todos con la misma ‘moneda’”.
«Dios nos ama y basta»
Dios «no espera nuestros esfuerzos para venir a nosotros, no nos hace un examen para valorar nuestros méritos antes de buscarnos, no se rinde si tardamos en responderle», recordó el Papa, sino que toma «la iniciativa… para manifestarnos su amor» y «para su corazón nunca es demasiado tarde»: «El Señor nos busca y nos espera siempre, ¡siempre!«, exhortó.
Y la misma ‘moneda’ con la que paga a todos es «su amor»: «Los jornaleros de la última hora son pagados como los primeros, porque, en realidad, la de Dios es una justicia superior. Va más allá». Mientras que la justicia humana dicta “dar a cada uno lo suyo, según lo que merece”, la justicia de Dios «no mide el amor en la balanza de nuestros rendimientos, de nuestras prestaciones y de nuestros fallos: Dios nos ama y basta, nos ama porque somos hijos, y lo hace con un amor incondicional, un amor gratuito».
¿De verdad somos «los primeros de la clase»?
Por eso Francisco advirtió del riesgo de tener una relación ‘mercantil’ con Dios, «centrándonos más en nuestras propias bondades que en su generosidad y su gracia». Y no solo a nivel individual, sino que «a veces también como Iglesia, en vez de salir a cada hora del día y tender los brazos a todos, podemos sentirnos los primeros de la clase, juzgando a los demás lejanos, sin pensar que Dios los ama también a ellos con el mismo amor que tiene para nosotros«.
Una perspectiva general de los fieles en la Plaza de San Pedro este domingo. Foto: captura Vatican Media.
«También en nuestras relaciones», por último, «la justicia que practicamos a veces no es capaz de salir de la jaula del cálculo y nos limitamos a dar según lo que recibimos, sin atrevernos a más, sin apostar por la eficacia del bien hecho gratuitamente y del amor ofrecido con amplitud de corazón». Por lo que pidió ser generosos como lo es todos los días Jesús con nosotros.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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