Francisco expresó este domingo, tras el rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro, «preocupación por Venezuela, que está viviendo una situación crítica«. Y dirigió un equidistante llamamiento «a todas las partes» para que «busquen la verdad, practiquen la moderación, eviten toda clase de violencia, resuelvan las disputas con el diálogo y se preocupen por el verdadero bien del pueblo y no por los intereses partidistas». Encomendó el país a su patrona, Nuestra Señora de Coromoto, y al beato José Gregorio Hernández, en cuanto figuras que unen a todos los venezolanos.
También hizo una velada alusión a la muerte, en un ataque israelí en Teherán (Irán), de Ismail Haniyeh, líder político del grupo terrorista Hamás, al precisar que las matanzas y los ataques, «también los ataques selectivos», no pueden ser «una solución».
«La caridad comparte todo»
Antes de rezar el Ángelus, en su habitual comentario del Evangelio dominical, Francisco glosó el milagro de los panes y los peces con una reflexión sobre la caridad con los propios bienes.
La Plaza de San Pedro durante el rezo del Ángelus. Foto: captura Vatican Media.
Los discípulos vieron cómo «con pocos recursos, con la generosidad y la valentía de un muchacho, que había puesto a disposición de los demás lo que tenía, todos se habían alimentado hasta saciarse. La señal era clara: si alguien da a los demás lo que tiene, con la ayuda de Dios, incluso con poco, todos puede tener algo«.
«¿Qué revela el Padre?», se preguntó el Papa: que «el verdadero pan, en definitiva, era y es Jesús, su Hijo amado hecho hombre, que vino para compartir nuestra pobreza para guiarnos, a través de ella, a la alegría de la comunión plena con Dios y con los hermanos».
«Las cosas materiales no llenan la vida», añadió: «Nos ayudan a avanzar y son importantes, pero no llenan la vida: solo el amor lo puede hacer. Y para que eso suceda el camino a tomar es el de la caridad que no se guarda nada para sí, sino que lo comparte todo«.
Esto tiene una traslación inmediata a la familia, cuando los hijos «se muestran agradecidos» a lo que hacen sus padres por ellos, y son «solidarios entre ellos como hermanos».
«El mensaje del padre y de la madre», dijo, «su legado más valioso no es el dinero: es el amor, es el amor con el que entregan a los hijos todo lo que tienen, precisamente como hace Dios con nosotros, y así nos enseñan a amar».
«Preguntémonos, entonces», concluyó: «¿Yo qué relación tengo con las cosas materiales? ¿Soy esclavo, o las uso con libertad, como instrumentos para dar y recibir amor? ¿Yo sé decir ‘gracias‘ , ‘gracias’ a Dios y a los hermanos por los dones recibidos y sé compartirlos con los demás?».
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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