22/12/2024

Antonin, la mano del Opus Dei en la nueva Notre Dame: «Lo hicimos para Dios, no para los hombres»

Conforme pasan los días tras la reapertura de la catedral de Notre Dame de París, comienzan a salir a la luz las historias hasta ahora anónimas de los artífices de la restauración del emblemático edificio. Es el caso de Philippe Villeneuve, arquitecto jefe  de la reconstrucción, que recientemente divulgó tener una profunda y particular fe hasta ahora desconocida. También habló el carpintero Damián Pinardo y más recientemente lo ha hecho Antonin, maestro cantero  y restaurador del frontón sur, que ha relatado al portal del Opus Dei lo que supone «ayudar a reconstruir un edificio para Dios y a los pies de Dios«.

Para Antonin, su día a día se centra en la restauración de piedras antiguas para representantes de monumentos o galerías. Por eso se sorprendió cuando en enero de 2024 recibió hasta en tres ocasiones la oferta para trabajar en la reconstrucción de Notre Dame. Un proyecto que inicialmente tuvo que rechazar hasta que, en la cuarta oferta, pudo unirse a la obra.

Cantero y recien bautizado, «conmovido» en Notre Dame

Recuerda el último año como unos meses excepcionales. No solo por el ambiente o la organización, sino especialmente por lo que supone para un cantero y recién bautizado encontrarse restaurando uno de los grandes focos de la arquitectura cristiana del país galo. 

«Desde que comencé a trabajar en Notre-Dame, me sentí conmovido. Me impresionó la enorme estatua de Cristo, bendiciendo la ciudad con sus manos heridas por los estigmas, que domina el frontón sur y bajo la cual trabajaba. Realmente estaba ayudando a reconstruir un edificio para Dios y a los pies de Dios», recuerda.

Su labor exacta se centró en la reconstrucción de dos pináculos de ocho metros que flanqueaban el pequeño rosetón superior del frontón sur. Un proceso en el que los pináculos debían ser desmontados, renovados y pretallados en el suelo antes de ser recolocados con grúas y andamiajes, dando inicio a la talla de Antonin.

El suyo era «un trabajo de precisión y pasión» en el que «cada piedra debía ser perfecta«, pero que también tenía un fuerte componente de trascendencia y unión su fe, como cuando  sacaba su rosario cada vez que esperaban nuevas piedras. Después de todo, dice, «trabajábamos para Nuestra Señora«, y «rezar el rosario en ese frontón sur siguiendo el recorrido del sol a lo largo del día era increíble».

El impacto de la fe en su trabajo: «Se convierte en oración»

Su conversión ha tenido «un impacto enorme» en su trabajo. Cada mañana, relata «rezo a san José, el patrón de los artesanos. Si no lo hago, siento que mi trabajo se resiente. La fe también influye en mi manera de relacionarme con mis colegas, a quienes les digo que soy católico y con quienes trato de compartir mi alegría. Les explico que saber que no estoy solo frente a la adversidad, sino que Alguien que siempre está a mi lado me está apoyando, me ayuda a seguir adelante».

Tras su conversión, uno de los libros que más le ha impactado por su dirección, concreción y franqueza es Camino de San Josemaría. Libros así, dice, «nos hablan al corazón y nos vuelven a poner en nuestro lugar. Varios de nosotros, no todos católicos, quedamos impactados desde la primera página«. Tratándose de Camino, especialmente por sus puntos dedicados al trabajo, sucede especialmente en el entorno de los tallistas, obligados a «hacer bien, encontrar en lo bello la perfección y en este camino para conseguirlo, buscar a un Dios. Ahora sé que el Señor está a mi lado y que me acompaña en el camino».

No es la primera vez que el trabajo de Antonin se convierte en ayuda directa a la oración, como cuando tallaba el altar mayor de la iglesia del monasterio benedictino de Saint-Wandrille, mientras los monjes cantaban la liturgia de las horas.

«¡Mi trabajo se convertía en oración!», exclama con emoción. «[En Notre Dame] también tuve la fuerte sensación de que hacía mi trabajo con Dios y para Dios. Trabajando en las iglesias, vemos cosas magníficas, invisibles para las personas de la calle. Lo que hicimos en el frontón sur es realmente hermoso, pero no lo hicimos para los hombres, lo hicimos para Dios. Hay realmente algo de don gratuito en esto», concluye.

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»