La sotana es traje exclusivo de los sacerdotes y, por añadidura, bandera de resistencia contra la impiedad.
La sotana es estrecha como el camino del cielo, como los votos pronunciados por el que la viste; cubre todo el cuerpo, para indicar que toda la vida, todo el movimiento del que la lleva, está consagrado al ministerio que ejerce; es negra, como señal de luto constante por Aquel que murió en la Cruz, y de duelo continuo por los pecadores.
Los enemigos del catolicismo la odian, porque el negro color de la sotana les recuerda el fondo de su conciencia.
Los políticos la desprecian, porque es un mismo color por todos los lados y no tiene“vuelta”, como las “chaquetas” que ellos usan, y no pueden hacerla cambiar de color.
Una sotana es un saco de verdades, y hay muchos que no quieren verlas salir del saco. Muchos ignorantes no la pueden ver, porque les “estorba lo negro”.
Los filósofos de pacotilla la detestan, porque buscan la verdad en todas partes menos entre los pliegues de ella, que la recibe de lo alto, grande y sublime, mientras los otros la persiguen en el fango.
La sotana tiene la forma de una mortaja, como si quisiera recordarnos que siempre debemos estar preparados para el trance supremo de la muerte. Este recuerdo les hace muy poca gracia a los que temen el momento fatal, porque no tienen su cuenta bien justificada.
Un hombre que lucha en el mundo para adquirir una fortuna, arruinando a los demás, vendiendo su conciencia y su honor, cuando ve una sotana, no puede menos que exclamar:¡Esta es la más negra!
Los dos colores en que resaltan más vivamente las manchas son el blanco y el negro; por eso una falta cualquiera llama mucho la atención en un sacerdote: es que ha caído sobre la sotana. Por eso también los enemigos de la Iglesia hacen inauditos esfuerzos para arrojar lodo a las sotanas, para poder enseñarlas manchadas; pero no consiguen su objeto, porque sólo los perversos y los tontos desconocen las huellas de la calumnia.
Los sepulcros llenos de podredumbre, de que habla el Evangelio, estaban blanqueados por fuera, mientras que la sotana puede parecer una sombra, pero guarda la luz divina de la vida eterna.
Para expresar que un hombre ha cambiado de opinión, se dice que ha cambiado de chaqueta. La sotana no se cambia nunca: siempre es la misma, vestidura inmutable como la Iglesia de Dios.
Un cura sin sotana es como un rey sin corona: parece que disminuye su autoridad. Y observadlo, cuando veis un sacerdote sin sotana, os parece que falta algo.
Los impíos y los malos quisieran que los sacerdotes vistiesen como los demás,para no distinguir la sotana amenazadora; creo que muchos de ellos no hablarían tanto ni tan mal de los curas si no fuera por el traje. Por eso simpatizan más con los clérigos de“traje secularizado”.
Haced que pase un sacerdote en las oleadas de un motín, y lo primero que harán los amotinados es desgarrar su vestido. Que pase entre los bramidos de un pronunciamiento un sacerdote sin hábitos, y aunque todos vean el alzacuello, podrá estar más seguro de no ser maltratado.
Los ministros de las sectas son mimados por los librepensadores, porque ven en ellos sus propios defectos, y sobre todo porque no llevan sotana. La sotana es la encarnación del odio de los sectarios, como es también prenda muy amada de los católicos.
Pero muchos que no quieren mirar una sotana en la calle, la verán con placer supremo a la cabecera de su lecho en los últimos momentos.
Ante el brillante uniforme de un general cargado de condecoraciones se despierta nuestra curiosidad; ante una sotana raída y pobre se inclina con respeto nuestra frente.
Las cruces, las placas, los bordados de oro, las condecoraciones, nos hablan de la gloria del mundo; la tela negra de la sotana nos recuerda siempre la gloria del cielo.
Si reyes y emperadores se reunieran en torno de nuestro lecho de muerte, nos honraríamos mucho y no nos servirían de nada. ¡Dios nos deje ver una sotana en aquel trance!
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