Hace unos días se viralizó un vídeo que mostraba una escena chocante.
Los integrantes de un equipo colegial de fútbol americano se congregaban en torno a su capitán para, rodilla en tierra, santiguarse, cantar un avemaría en latín y rematarla con dos jaculatorias en inglés («Madre Santísima, ruega por nosotros», «San José, ruega por nosotros») seguidas por un típico grito de motivación antes del partido.
En la espalda, sobre la camiseta, todos llevaban grabadas las siglas AMDG, un acrónimo de Ad Maiorem Dei Gloriam [Para mayor gloria de Dios], lema de San Ignacio de Loyola que sintetiza el «Principio y fundamento» de sus Ejercicios espirituales, clave de bóveda de la vida cristiana: «El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar su ánima; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es criado. De donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar de ellas, cuanto le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse de ellas, cuanto para ello le impiden».
El vídeo viralizado: jóvenes católicos antes de disputar un partido de fútbol americano.
Lo llamativo de la escena no era el hecho de rezar antes de los partidos, algo que, si bien menos habitual que en otros tiempos, aún pervive en numerosos equipos. (A principios de esta temporada se difundió un vídeo en el que la plantilla del Athletic de Bilbao lo hacía con un Padrenuestro.) Más aún en el fútbol americano, rodeado de un aura bélica y muchos de cuyos jugadores profesionales quedan con secuelas físicas que casi los asimila socialmente a héroes de guerra.
No. Lo llamativo era la perfecta naturalidad de la oración y del latín para ese puñado de adolescentes que se disponían a una mera práctica deportiva.
Una educación «tradicional, clásica, católica»
La explicación no podía ser otra que su escuela. En el vídeo se aprecia claramente, al fondo detrás de los chicos y sujeto a la valla, un cartel con la expresión Virtue=Strength [Virtud=Fuerza], una afirmación que no solo les enseña etimología («Virtud» viene del latín «virtus«, fuerza), sino que les transmite también una filosofía moral muy propia de la educación clásica que se imparte en la Saint Joseph Academy.
Esta institución, situada en San Marcos (ciudad de setenta mil habitantes al norte de San Diego, California), remonta sus orígenes a 1995, cuando empezó como una iniciativa de dos madres apoyadas por el obispo de San Diego, Robert Brom (1938-2022). Fue ganando alumnos enseguida, y en 2008 se instaló en su campus actual, donde suman más de 360 estudiantes de enseñanza primaria y secundaria.
Se trata, pues, de un origen y una enseñanza laicales, y de principios netamente católicos. Se promocionan prometiendo «educación clásica, excelencia académica, principios católicos», todo bajo el lema Scire, amare et servire Deo [Conocer, amar y servir a Dios]. Esa excelencia académica que anuncian no es propaganda: durante tres años consecutivos han figurado entre las cincuenta mejores escuelas católicas del país y tienen una tasa de matriculación universitaria postgrado del 99%.
Así describe su misión el propio centro: «Enseñando según el Magisterio de la Iglesia, nuestra misión es formar hombres y mujeres jóvenes que, comprometidos con los principios católicos, transformarán e impulsarán la cultura humana. Queremos conseguir esto ofreciendo un ambiente educativo tradicional que armoniza fe y razón para educar integralmente… Somos una escuela clásica que integra sin complejos las tradiciones intelectuales y culturales de la Iglesia católica en todo lo que hacemos y en todas las asignaturas que enseñamos» (las cursivas están en el texto original del portal).
Una muestra de la vida en la Saint Joseph Academy de San Marcos.
De esto dan fe los nombres que figuran en el consejo asesor del colegio, entre los que destacan Scott Hahn (converso y apologista autor de Roma, dulce hogar), Dale Ahlquist (presidente de la Sociedad Chesterton de Estados Unidos) o el jesuita Joseph Fessio (fundador y director de la editorial Ignatius Press).
El obispo les quita la misa tradicional
Los alumnos participan en diversas iniciativas de «servicio cristiano» y apostolados de caridad, que incluyen residencias de ancianos, orfanatos y grupos provida. Rezar forma parte de la vida cotidiana de los alumnos, con tres momentos de oración colectiva al día, numerosos actos de piedad (adoraciones, Via Crucis, confesiones) y una misa semanal colegial los viernes por la mañana.
La dirección espiritual de la Saint Joseph Academy está confiada a los monjes norbertinos de la abadía de San Miguel en Silverado (California).
[Lee en ReL: Los norbertinos ven como «los jóvenes acuden en masa a comunidades tradicionales»: cuentan el motivo]
Eso implica compatibilizar la misa postconciliar en inglés con la misa tradicional en latín, lo cual explica la buena formación en la lengua de la Iglesia de los jóvenes futbolistas.
Sin embargo, tras el motu proprio Traditionis Custodes de Francisco, el obispo de San Diego, Robert McElroy, fue de los que lo aplicaron de forma más restrictiva incluso en colegios que no son diocesanos, como la Saint Joseph Academy, a la que dejó sin ese rito. Lo cual ha sido un jarro de agua fría para los alumnos y los padres de alumnos, que eran quienes demandaban dicha liturgia.
«Sin el permiso específico de Su Excelencia, la Saint Joseph Academy ya no tiene acceso a esta liturgia de sublime belleza. Nos entristece profundamente esta situación«, dice sin tapujos el portal de la institución académica, «y rezamos para una reversión completa de esta política diocesana».
Tal vez pueda contribuir a ello la energía los jóvenes del vídeo viralizado. No en vano su equipo se llama Crusaders [Cruzados].
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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