¿En qué consiste realmente la crisis espiritual del presente? ¿Cómo preparar a los jóvenes para enfrentarla con éxito? ¿Puede la Iglesia hacer autocrítica sobre errores a la hora de librar esa «batalla espiritual»? Son algunas de las preguntas que el obispo Robert Barron ha tratado de responder ante los medios de comunicación en su reciente viaje a Roma, donde pudo conversar al respecto con National Catholic Register.
Entrevistado por la sueco-francesa Bénédicte Cedergren para este último medio, el obispo al frente del apostolado de Word on Fire apuntaba al «inmanentismo, materialismo y laicismo» como los responsables de haber «tomado el control» de la cultura occidental y de estar «atormentando las mentes de los jóvenes».
«Si te dicen que no hay ninguna referencia trascendente, que no hay nada más allá de este mundo, se produce una profunda tormenta en el corazón y en el alma«, corrobora el obispo. En resumidas cuentas, dirige a pensar que «vengo de la nada y no voy a ninguna parte», lo que a su juicio es una razón más detrás de las crecientes cifras de depresión, ansiedad y tendencias suicidas entre los jóvenes.
«Esa es la crisis espiritual: el materialismo que ha encerrado a la gente en el diminuto espacio en el que protegerse de cualquier contacto con lo trascendente», explica.
Esa separación de Dios, a la que el obispo define como «yo protegido» acudiendo a Charles Taylor, termina por dar lugar a un «anhelo espiritual» que, según Barron, «se puede ver en las personas», como si se tratase de «un espacio vacío que tratamos de llegar con cualquier cosa que el mundo pueda darnos».
Sin embargo, agrega Barron, «el corazón anhela a Dios y nada en este mundo puede satisfacer un corazón hambriento«. Aunque podemos engañarnos a nosotros mismos, «el corazón lo sabe y se rebelará contra ese inmanentismo y reduccionismo».
Ante una Iglesia que retrocede en muchos de sus baremos numéricos -vocaciones, sacramentos…- hay quien afirma que sacar a relucir conceptos teológicos «complejos» como la «batalla espiritual» puede alejar a los jóvenes de la Iglesia.
Para Barron sucede lo contrario. Lo que los aleja, explica, es no hablarles de ello: «Yo crecí con esas tonterías y no causaron más que estragos en la Iglesia«.
Los jóvenes, desencantados por la ausencia de retos
Para el obispo, buena parte del problema reside en que al mismo tiempo que los jóvenes estudian carreras de alto nivel de ciencias o ingeniería, nos planteamos: «Oh, ellos no entienden de estos temas».
Sin embargo, la experiencia le demuestra lo contrario. Cuenta que durante su estancia en Roma impartió una conferencia sobre Santo Tomás de Aquino, que escribió la famosa Suma Teológica [dirigida] para principiantes.
«¡Para los principiantes en Teología!», exclamó el obispo. Por eso, menciona que «si entonces los principiantes en el estudio de la Teología podían leer la Suma Teológica con 18 años, los jóvenes de hoy pueden comprender temas teológicos como la espiritualidad».
Su conclusión sobre los jóvenes es tajante: «Deberíamos desafiarlos más de los que lo hacemos. Yo crecí con la Iglesia del «hagámoslo lo más fácil posible y no planteemos desafíos. Por eso los jóvenes se fueron. Porque, ¿quién quiere una Iglesia así?», plantea.
Darles «algo por lo que luchar»; clave de su regreso
Como alternativa a «diluir el cristianismo», Barron invita a que la Iglesia en su conjunto desafíe intelectual y moralmente a los jóvenes y les dé «algo por lo que luchar».
En continua dialéctica del «combate espiritual», el obispo se muestra convencido de que la Iglesia debe estar «en la vanguardia, proclamando la verdad«. Según su visión, «hay dos ejércitos reunidos, uno es del diablo, otro es de Cristo y los estandartes están alzados: ¿En cuál estás tú? ¿Cuál va a ser tu batalla?», apela.
Comenta que pensar en la neutralidad sería como «engañarnos a nosotros mismos» y que «hay que servir a alguien. Podría ser al diablo, podría ser al Señor, pero tienes que servir. El `yo independiente´ es una ilusión. Siempre servimos a algún maestro».
Tras un nuevo llamado a «luchar en el ejército de Cristo y unirse a la causa del Señor crucificado y resucitado«, Barron propone fijarse en ejemplos de santos como Juan Pablo II. «Él luchaba en el ejército de Cristo. Derribó algunas de las fuerzas más poderosas del ejército rival de una manera inimaginable. Cuando era niño, si hubieran dicho que el imperio soviético se desmoronaría sin apenas un disparo y que el Papa era uno de los actores principales, habría dicho que era un sueño».
Homilía del obispo Barron, durante la misa en la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino en Roma, el 9 de marzo de 2024 (foto: Bénédicte Cedergren / National Catholic Register).
Modelos de santidad: «Tratar de ser fieles, no importantes»
El Papa polaco sería solo uno de los ejemplos que llaman a los jóvenes a «no conformarse con la mediocridad espiritual».
También pone el ejemplo de Madre Teresa e incluso de Pier Giorgio Frassati o Santa Teresa de Lisieux, a quienes define como «grandes figuras que encarnan la forma de ser católica».
«Sed uno de ellos. Sed santos. Ahí está vuestro desafío. Sigue su camino y sé un santo y como dijo Catalina de Siena, prenderas fuego al mundo al convertirte en la persona que Dios quiere que seas», alienta.
Para emprender el camino a la santidad, el obispo ofrece un consejo y es «no tratar de ser relevantes» sino «ser fieles a la Iglesia«.
La Iglesia debe aprovechar el momento
Pese a la crisis definida, el titular de Winona Rochester considera que hay motivos para la esperanza, como un «nuevo momento de interés espiritual» que la Iglesia debe «aprovechar, ocupar su lugar y decir con valentía pero con amor que tenemos las respuestas. Hemos experimentado el hambre y tenemos el Pan de Vida que la saciará».
El obispo no se engaña y asume que la Iglesia «tiene un problema» cuando poco más del 30% de los católicos en Estados Unidos creen en la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Pero también se dan otras claras muestras de esperanza como el próximo Congreso Eucarístico Nacional del 17 al 21 de julio, en Indianápolis.
«La Eucaristía, la presencia real del Señor, es el signo grande y duradero de su presencia entre nosotros. Por eso espero que despertará la fe de la gente», agregó.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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