Alfonso Basallo, curtido periodista que participó en la fundación de El Mundo, y Teresa Díez, filósofa y empresaria, son dos entusiastas del matrimonio. En primer lugar, del suyo, del que han nacido siete hijos. Y en segundo lugar, de la institución en sí, a la que han consagrado dos libros de éxito: Pijama para dos y Manzana para dos.
Son, además, entusiastas del Séptimo Arte. Alfonso consagró una obra importante a la visión del cine de Julián Marías, y ahora ambos lanzan a las librerías Diez mujeres de cine (Didaskalos), donde iluminan con sendas películas esa realidad de la naturaleza que es la relación amorosa y perdurable (o no) entre hombres y mujeres.
Teresa Díez y Alfonso Basallo, un matrimonio también bibliográfico: ‘Diez mujeres de cine’ es su tercer libro juntos.
-¿Qué fue antes, la idea del libro o la selección de las películas?
–Alfonso: En algunos casos fue primero la película: Thelma & Louise nos llevaba automáticamente a la guerra de sexos; Solas al machismo; Revolutionary Road a la incomunicación. En otros casos, vimos que teníamos que hablar un tema candente, como la irrupción de la mujer en la jungla laboral, y nos acordamos de El diablo viste de Prada; o a la hora de hablar de la trampa del emotivismo recurrimos al clásico de David Lean La hija de Ryan, que a pesar de ser de los años 70 tiene mucha actualidad, porque muchas mujeres del siglo XXI imitan ahora la veleidad de Madame Bovary, personaje en el que se inspiraba el filme de Lean.
–Teresa: La pena fue que se quedaron fuera otras muchas muy interesantes.
-¿Cuáles les habría gustado introducir, por ejemplo?
–Teresa: Ninotchka, Las noches de Cabiria, El festín de Babette, Carta a tres esposas, o La edad de la inocencia, que daban mucho juego para debatir sobre temas de fondo. Quizá en otra ocasión.
Kate Winslet y Leonardo DiCaprio, en una escena de ‘Revolutionary Road’ que ocupa la portada de ‘Diez mujeres de cine‘.
-Temas de fondo… porque su propósito no es solo hablar de cine, ¿no?
–Teresa: Básicamente queríamos ofrecer a matrimonios, padres y educadores, material para la reflexión, a partir de grandes películas. Además de puro entretenimiento, el cine es un laboratorio de ideas, y se puede hacer antropología a través de este, como apuntó el filósofo Julián Marías, cuyo método, modestamente, hemos querido seguir. Pretendíamos enseñar a ver cine en familia y que esas películas dieran pie a debates sobre el amor, el matrimonio, la conciliación, la infidelidad, el compromiso, los hijos, la muerte etc.
-Se han especializado en la vida matrimonial y familiar con libros, encuentros, conferencias… ¿Cómo ven la situación de ambas instituciones?
–Alfonso: Constatamos una cosa alentadora: que no hay nadie que quiera ser infeliz, que a todos les gustaría que el amor durara toda la vida: señal de que el “asunto” está inscrito en los genes de la humanidad. Pero también observamos que la gente joven está muy desorientada y parece resignarse al fracaso y a coleccionar rupturas. Cuando les explicas que la clave es la entrega llegan a captarlo perfectamente, pero les cuesta luchar por ese ideal, les parece arduo, utópico. Necesitan formación y acompañamiento.
-¿Va a quedar algo en pie tras el abismo moral y social en el que vamos profundizando?
–Teresa: El matrimonio es el proyecto de Dios para la humanidad. Al crear al hombre a su imagen y semejanza, Dios crea el matrimonio y la familia, porque Él es una familia, una unidad de tres (la Santísima Trinidad). De modo que mientras haya humanidad habrá matrimonio. El problema no es de la institución -que es natural y universal-, sino de algunos matrimonios del último medio siglo en Occidente: si lo pensamos, una nimiedad en los millones que el hombre lleva sobre la Tierra. Los imperios caen, los tiranos pasan, pero el matrimonio sigue y la especie humana reincide una y otra vez en eso de ser una sola carne, pese a los ataques. Y los de ahora son muy fuertes: está asediado por las leyes divorcistas, la publicidad, el mercado, la vivienda etc.
–Alfonso: Lo que quedará en pie será el matrimonio y no el vacío moral y social. Serán nuestros hijos, y las familias numerosas, los que salvarán el tinglado. Mal que les pese a quienes lo atacan, el matrimonio es algo tan ineludible como la muerte o los impuestos, que decía Benjamin Franklin.
-¿Y cómo salvaremos la crisis?
–Teresa: Hay reacción. Muchos jóvenes no se resignan a la caricatura de matrimonio burgués, aburrido y fácilmente rompible, y prefieren un proyecto ilusionante y exigente como es la unidad conyugal, basada en la entrega. Y cada vez surgen más iniciativas que proporcionan preparación para el noviazgo y el matrimonio, como Proyecto Amor Conyugal (PAC), Tin Star, Educación Afectivo Sexual. Muchas de ellas han surgido al calor de la Teología del Cuerpo de Juan Pablo II. En concreto, el Proyecto Amor Conyugal está siendo una verdadera revolución que está ayudando a muchos a darse cuenta de que el matrimonio no es misión imposible, sino el cauce natural para cumplir la razón por la que todos hemos venido al mundo: amar y ser amados.
–Alfonso: Es cierto que los que luchan por el ideal de la unidad conyugal son ahora minoría, pero su alegría es contagiosa y su ejemplo interpela a quienes les rodean. Ellos son los que, no nos cabe duda, serán capaces de transformar el mundo, como ocurrió con los primeros cristianos, que le dieron la vuelta al Imperio como si fuera un calcetín.
-¿Se puede concebir el cine sin una historia de amor?
–Alfonso: Yo diría que no. El amor -y el desamor- es el gran motor del cine y de la gran narrativa de Occidente, desde Dante hasta Jon Fosse, el último premio Nobel. Hasta en algo aparentemente tan alejado como el suspense… Decía Hitchcock que todas sus películas tenían ese ingrediente amoroso (¿qué son sino historias de amor Encadenados, Sospecha, Recuerda, Marnie, Con la muerte en los talones?). No hay nada más interesante que el conflicto amoroso, ya sea abordado por la comedia, con el viejo pero eficaz esquema chico-conoce-chica, chico-pierde-chica, chico-recupera-chica; o en forma de drama trágico, como la deriva de Kate Winslet y Leonardo DiCaprio en Revolutionary Road; o de drama nostálgico, como ese homenaje que rinde Clint Eastwood a la esposa ausente en Gran Torino.
–Teresa: Alfonso ha mencionado a Dante y este lo deja bien claro en la Divina Comedia: “El amor mueve al Sol y a las demás estrellas”. Así es, en el cine y en la vida, aunque nuestra ceguera nos impida reconocerlo.
-¿Qué diferencia al cine clásico del cine contemporáneo en cuanto a la relación entre hombres y mujeres?
–Alfonso: Siguiendo a Julián Marías, en el clásico la mujer estaba vuelta o referida al varón, como la mano derecha a la mano izquierda. Y no había nada más interesante para el hombre que la mujer. Latía una especie de fascinación o admiración entre ambos sexos. Ahora lo que late es la guerra entre ellos, la revancha del feminismo contra el varón… no sin cierto fundamento, porque durante una etapa aquella era mujer-objeto.
–Teresa: El caso más reciente es Anatomía de una caída (Oscar al mejor guion), sin duda una muy buena película, pero envenenada por la desconfianza entre varón y mujer. En algunos casos, el cine muestra esa venganza; en otros la mujer imita al varón con sus peores tics o defectos, masculinizándose. El mantra ideológico de la igualdad, impuesta a martillazos por los gobernantes, ha sacado de su quicio a la mujer y ha desquiciado al hombre.
-¿Cuándo tuvo lugar la transición y a qué fue debida?
–Teresa: La revolución sexual de los años 60 y en primer término la píldora anticonceptiva, disparo en la línea de flotación del matrimonio al destruir el significado nupcial y el significado procreativo del cuerpo. De ahí vino todo lo demás: el rechazo de la maternidad, el aborto, los hogares rotos, la trivialización del sexo y la pérdida del pudor, uno de los rasgos más característicos de nuestro tiempo. Y eso ha tenido un reflejo en una parte del cine, a partir de 1970 aproximadamente.
-Muchos insisten en que el amor no es un sentimiento, sino una decisión, un acto de voluntad. ¿En qué películas vemos reflejada esta idea?
–Alfonso: Hay un reciente filme chino, pura poesía, del que no hablamos en el libro, y que recomendamos encarecidamente: El regreso de las golondrinas, de Lui Ruijun, sobre un matrimonio campesino en la época de Mao.
»Y otros dos de los que sí hablamos: uno es la francesa Las nieves del Kilimanjaro, de Robert Guédiguian, sobre un líder sindicalista que perdona a quienes le han hecho daño gracias al apoyo incondicional de su esposa; y el otro es el western Caravana de mujeres, de William Wellman, en el que unas pioneras recorren 5.000 kilómetros para encontrar un marido en California y lo hacen tras haber elegido la foto del candidato, arrostrando los peligros del viaje. Es una oda a la determinación de la mujer, un canto a “esas buenas mujeres, grandes mujeres” que elogia el guía de la caravana (Robert Taylor).
–Teresa: Por no hablar de Solas, donde la gran María Galiana encarna a una mujer casi analfabeta, maltratada por su marido, pero que acepta la vida como viene y elige lo que le pasa. No siente mariposas en el estómago cuando se sacrifica por su marido, que la desprecia, y por la hija arisca, pero tiene esa sabiduría paradójica de las madres de toda la vida y su «capacidad de fingir, sufrir y amar» como se dice en Todo sobre mi madre, de Pedro Almodóvar. Eso es amor, y nada tiene que ver con el emotivismo o el sentimentalismo.
-El cine ha orientado notablemente el cambio de mentalidad sobre el matrimonio y la familia. ¿Ha sido (es) un proceso dirigido?
–Teresa: Sin duda. Desde Love story hasta las comedias de Woody Allen, predomina la idea del “amor meteorológico”: el amor es puro sentimiento, algo que va y viene, como la nubosidad variable, que uno no puede gobernar, de suerte que lo mejor es dejarse llevar por el impulso emotivo y sexual. Lo cual ha causado un daño tremendo a varias generaciones, porque somos lo que vemos.
–Alfonso: Aun así, hay excepciones muy honrosas. Ahí está la mencionada Las nieves del Kilimanjaro. Y el cine clásico es un inagotable depósito que contiene valioso material sobre el matrimonio y la familia, al que siempre se puede acudir.
-Ahora mismo es la moda «woke» la que intenta dirigir el cambio de mentalidad. ¿Por qué se estrella en taquilla? ¿Choca con el sentir del público?
–Teresa: Claro que choca. En general, el wokismo (ya sea lgtb, feminista, colonial o de raza) está fracasando en taquilla, por forzado y antinatural, véase el caso de The marvels.
–Alfonso: Y tenemos el caso de otra película woke, un bodrio feminista de más de tres horas, de cuyo nombre no queremos acordarnos, que los críticos de Sight & Sound han considerado la mejor película de la historia por encima de Vértigo, Ciudadano Kane, El padrino o Ladrón de bicicletas. Pues bien, nadie la ha visto porque es tan estólida como El capital de Marx y tan aburrida como el listín telefónico. Lo de Marx viene a cuento porque se trata de marxismo cultural (donde ponía clase oprimida, ahora pone víctima…) Todo muy rancio y cansino. Creemos que pasará, tardará un tiempo, pero pasará.
‘Diez mujeres de cine’, de Alfonso Basallo y Teresa Díez, ha sido publicado por Didaskalos.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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