Elizaveta es una joven de 22 años que se acaba de bautizar en Brovarí, una ciudad de cien mil habitantes en el centro norte de Ucrania, tan tan lejos de la frontera este como de la oeste.
La geografía es importante: el oeste de Ucrania es más rural y mucho más religioso, y cuenta con una importante minoría católica. En el este, repoblado por los soviéticos con obreros y mineros rusos sin religión, las personas con fe viva son pocas, y alguien con preguntas religiosas puede vivir allí toda su vida sin encontrar a nadie con quien hablar de ellas.
Elizaveta, en el centro, ha elegido y se ha bautizado como católica en el rito griego, el mayoritario entre los católicos del país.
Sensación de estar incompleta
«Mi hermano mayor fue bautizado cuando era niño, pero mis padres decidieron no bautizarme a mí, para que yo pudiera tomar esta decisión conscientemente por mi cuenta. Durante mucho tiempo, el tema no me inquietó, pero con el paso de los años la sensación de estar incompleta empezó a crecer», explica en la web de la Iglesia Grecocatólica.
Su relación con las iglesias se limitaba a visitas en familia en Pascua o Navidad.
Al cambiar de trabajo conoció personas con una fe viva, y eso despertó su inquietud. «Trabajo en una empresa de auditoría en el campo de la formación de personal. Nuestro equipo es joven y enérgico, con importantes valores vitales. Entre mis nuevos amigos había gente de diferentes regiones de Ucrania, en particular del oeste, donde hay una gran proporción de personas religiosas», detalla. «Sentí que me faltaba algo: una conexión espiritual con Dios«.
Se puso a pensar sobre el bautismo y la fe. La guerra también influía en su pensamiento, admite. «Consulté con familiares y amigos y todos apoyaron mi decisión», explica.
Elegir padrinos, hablar con los sacerdotes
Como para tantos conversos jóvenes adultos en todo el mundo, elegir padrinos de bautizo fue importante para ella. «Mi padrino es el padre de un amigo que murió. Y mi madrina es mi colega, a quien amo y respeto mucho. Son personas realmente importantes en mi vida».
Alaba a los sacerdotes que la han acompañado en la parroquia grecocatólica de Brovarí. «Me recibieron muy amablemente y, después de hablar con ellos, me di cuenta de que la Iglesia Grecocatólica es exactamente la Iglesia que necesito», explica. Le hablan, dice, «como viejos amigos».
Elizaveta con su madre Tamila tras su bautizo en la parroquia grecocatólica de Brovarí.
Durante un mes Elizaveta se empapó leyendo el catecismo y otros temas de fe, hizo preguntas y se las respondieron «todas». Ella dice que ya desde niña estaba interesada en la Iglesia grecocatólica y la sentía como algo atractivo.
Un mes de formación intensa puede parecer poco en Occidente, donde a los catecúmenos se les prepara durante al menos un año, pero en Ucrania, con la incertidumbre de la guerra, la gente toma decisiones serias con rapidez.
Una conexión con Dios
Ahora que está bautizada, Elizaveta cree que siente la fe que siempre tuvo, pero ahora «más profundamente, más conscientemente«.
Habla de «renovación espiritual» y «conexión con Dios», esa conexión que antes faltaba, además de apreciar que con el bautismo recibe la atención de un ángel de la guarda.
A las personas que se hacen preguntas espirituales les aconseja: «Mírate a tí mismo, y si sientes que te falta algo, acude a Dios. La oración siempre trae paz y protección».
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
More Stories
Ángelus de San Esteban: el Papa recuerda a los cristianos perseguidos que perdonan y pone un ejemplo
Por primera vez un Papa abre la Puerta Santa en una cárcel: «Aférrense a la cuerda de la esperanza»
Fernando Paz: «La naturaleza católica del ser de España es sistemáticamente relegada en el discurso oficial y académico»