La Santa Sede dio a conocer este jueves la Carta del Santo Padre sobre la renovación del estudio de la Historia de la Iglesia, en una rueda de prensa presidida por el cardenal Lázaro You Heung-sik, prefecto del Dicasterio para el Clero.
El purpurado coreano situó este documento en continuidad con la carta «sobre el papel de la literatura en la formación» que publicó este verano, porque con ella el Papa «continúa un discurso sobre la formación sacerdotal, cristiana y humana que avanza hacia una plena conciencia del ser sacerdotes, cristianos, humanos que buscan comprender y comprenderse al cumplir el plan de Dios».
Por su parte, Andrea Riccardi, historiador y fundador de la Comunidad de San Egidio, señaló que el Papa no quiere una «defensa triunfalista» de la historia de la Iglesia: «No una historia ideológica ni manipuladora de los acontecimientos (a veces los conflictos se justifican con reconstrucciones tendenciosas de la historia). Para el Papa, hay que conocer la historia, pero sobre todo tener una mentalidad histórica al vivir el presente en la Iglesia».
Con vistas a la formación
Al principio de la Carta, Francisco señala que su objetivo es subrayar «la importancia del estudio de la historia de la Iglesia, especialmente para ayudar a los sacerdotes a interpretar mejor la realidad social«, y en consecuencia quiere que se tenga en cuenta «en la formación de los nuevos sacerdotes y también de otros agentes pastorales».
No se trata solo, dice, de estudiar la historia, sino de que «los jóvenes estudiantes de teología» tengan «una real sensibilidad histórica«: «Nadie puede saber verdaderamente quién es y qué pretende ser mañana sin nutrir el vínculo que lo une con las generaciones que lo preceden… Es así como se logra entablar una relación con la realidad que llama a la responsabilidad ética, al compartir, a la solidaridad».
Citando a «un gran teólogo francés», Francisco hizo suya la frase de que el estudio de la historia nos protege «de una concepción demasiado angelical de la Iglesia, de una Iglesia que no es real porque no tiene manchas ni arrugas. Y a la Iglesia, como a una madre, hay que amarla tal como es; si no, no la amamos en absoluto, o amamos sólo un fantasma de nuestra imaginación».
El cardenal prefecto del Clero, durante la presentación del documento.
Por ello, «educar a los candidatos al sacerdocio a una sensibilidad histórica se presenta como una clara necesidad», una urgencia «en una época en la que se está extendiendo la tendencia a intentar prescindir de la memoria o construir una que se adecue a las necesidades de las ideologías dominantes. Frente a la supresión del pasado y de la historia o de los relatos históricos ‘tendenciosos’, el trabajo de los historiadores, así como su conocimiento y amplia difusión, pueden frenar las mistificaciones, los revisionismos interesados y ese uso público particularmente comprometido con la justificación de las guerras, persecuciones, producción, venta, consumo de armas y muchos otros males».
Se trata, pues de combatir esas «historias cuidadosa y secretamente prefabricadas que sirven para construir relatos ad hoc, relatos de identidad y relatos de exclusión. El papel de los historiadores y el conocimiento de sus resultados hoy son decisivos y pueden representar uno de los antídotos para enfrentar este régimen mortal de odio basado en la ignorancia y los prejuicios«.
Si el juicio sobre el pasado «se hace principalmente a través de los medios de comunicación, las redes sociales o sólo por interés político, siempre estamos expuestos al ímpetu irracional de la ira o la emoción… En este caso, el estudio histórico viene en nuestra ayuda, porque los historiadores pueden contribuir a la comprensión de la complejidad, gracias al método riguroso utilizado en la interpretación del pasado. Comprensión sin la cual no es posible la transformación del mundo actual más allá de las deformaciones ideológicas».
«Junto a la memoria», añade, «la búsqueda de la verdad histórica es necesaria para que la Iglesia pueda iniciar -y ayudar a iniciar en la sociedad- sinceros y eficaces caminos de reconciliación y de paz social«.
Las «observaciones» del Papa
A continuación, Francisco hace algunas «observaciones» más precisas:
-denuncia «un cierto enfoque meramente cronológico o incluso una equivocada orientación apologética, que transforman la historia de la Iglesia en puro soporte de la historia de la teología o de la espiritualidad en los siglos pasados»;
-también rechaza que la historia de la Iglesia, «enseñada como parte de la teología» quede «desconectada de la historia de la sociedad»;
-anima a que los seminaristas tengan a su disposición «las fuentes«, por ejemplo «textos fundamentales del cristianismo antiguo como la Carta a Diogneto, la Didaché o las Actas de los mártires«, para poder leerlas sin «filtros ideológicos o prejuicios teóricos»;
-pide también que la historia se estudie «no sólo con rigor y precisión sino también con pasión e involucrándose» y que contribuya a «una eclesiología verdaderamente histórica y mistérica»;
-una observación que destaca como «muy importante para mí» se refiere «a la eliminación de las huellas de quienes no han podido hacer oír su voz a lo largo de los siglos, hecho que dificulta una reconstrucción histórica fiel»;
-por último, recuerda que «la historia de la Iglesia puede ayudar a recuperar toda la experiencia del martirio, conscientes de que no hay historia de la Iglesia sin martirio y que esta preciosa memoria nunca debe perderse».
En una última observación, Francisco apunta que cuando habla de estudio, «estamos hablando de estudio, no de parloteo, de lecturas superficiales, del ‘cortar y pegar’ de resúmenes de Internet».
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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