19/11/2024

Casados por lo civil, discutiendo… con Amor Conyugal aprendieron a rezar y a esperar con Dios

La historia de Gabriela Cortés muestra que los efectos devastadores del divorcio y la separación sobre la familia trasciende generaciones. Pero también que la última palabra la tiene la fe. Especialmente ahora, su mensaje es un grito al mundo de que, si se quiere, es posible vivir en gracia de Dios aún en «situación irregular», ya que la Iglesia ha ofrecido siempre cauces para alcanzarla. 

Nacida en un pequeño pueblo costero de México como la quinta de seis hermanos de una familia numerosa católica, cuenta al programa Cambio de Agujas que entre sus primeros recuerdos de la infancia está su madre reuniendo a los hermanos para rezar el rosario o ir a misa, ya fuese en domingo o entre semana.

Gabriela recibió el bautismo y la primera comunión pero pospuso indefinidamente la confirmación al llegar la adolescencia.

«Hubo un cambio en mi familia. Mis padres se separaron cuando yo tenía 12 años. Y ahí vino la confusión. Me rebelé contra mis padres, la religión y la imagen del Dios castigador que rechacé por completo. Ya no creía», explica.

Una búsqueda de amor desesperada

La separación «desestabilizó por completo» la vida de Gabriela, agravada por el alcoholismo y maltrato de su padre. Tenía solo 15 años cuando, buscando salir de aquella situación en casa, la joven ya tenía novio y el deseo de formar una familia.

Pero entonces «estaba alejada  de Dios: Me enamoré y lo que quería era casarme. Con 17 años me quedé embaraza y cuando lo tuve con 18, el padre huyó».

En pocos años, Gabriela había pasado de estar rodeada de seguridad, cariño y una familia a ser una madre soltera y joven obligada a compaginar el estudio con una inexplorada rutina laboral. Sobrevivió encadenando una relación con otra «buscando el amor sin encontrarlo», hasta que a los 26 años conoció a su primer marido «por lo civil».

«Al poco de vivir con él quedé embarazada de mi segunda niña. Nos casamos pero él era de ora religión y nuestros mundos eran completamente distintos. No funcionó. A los tres años nos separamos y quedé sola con las niñas», menciona.

En lo que parecía una búsqueda frustrada de amor, Gabriela se sentía cada vez más vacía cuando conoció a Oscar, hoy su marido. Pero entonces ella pensaba que su felicidad era responsabilidad de la persona con la que estaba, sin considerar que ella debía hacer feliz al otro.

Negando a Dios: «Era insoportable»

A los tres años de relación, él tuvo que volver a Sevilla, y ella renunció a casa, familia y trabajo para seguirle. Pero la nueva vida no fue como esperaba.

«Mis hijas no eran felices, las traje sin consultarlas. Yo no encontraba trabajo en Sevilla, me dieron crisis de angustia, ansiedad y depresión y empezaron los conflictos con Oscar. Ahí empecé a dudar de si él era la persona que me iba a hacer feliz», admite.

La única conexión lejana que mantenía con la fe eran las visitas que hacía una vez al año a su familia en México, donde la invitaban a acudir a misa y rezar el rosario.  Ella se negaba, preguntándose «para qué» y convencida de que a ojos de Dios «estaba haciéndolo todo mal».

La cirrosis que poco después acabaría con la vida de su padre no parecía contribuir al enfoque trascendente de la mexicana. Especialmente, dice, «por que sufrió muchísimo y yo no lo entendía. Negué a Dios y le pregunté por qué le hacía sufrir tantísimo«.

La crisis personal de Gabriela se recrudeció con la muerte de su padre, y a su alejamiento de la fe hubo de agregar también el de su marido. En ese momento se recuerda como «una mujer insoportable», egoísta, que «solo pensaba en mí y en mi felicidad, y si él no me la daba, hacía que lo hiciera aún a costa de su felicidad», relata.

Iluminada por Dios y la Virgen

Aún a día de hoy, Cortés no se explica el repentino deseo que tuvo de obtener la bendición de la Iglesia, a lo que él siempre se negaba.

«Un día me di cuenta de que algo no iba bien. Dios me iluminó. A finales de 2016 hablé con él y le dije que me cogería un año sabático para estar con él y las niñas, porque era muy egoísta y me había alejado de ellos. Era 2017 y tenía la plena intención de recuperar mi matrimonio«, comenta.  

Desde entonces ocurrieron un sinfín de episodios a los que no encontraba explicación. Uno de ellos fue cuando de vuelta de México, visitó el santuario de Fátima.

«Allí pedí a la Virgen que me ayudara. Estoy convencida de que algo pasó allí. Luego fui a Santiago y volví a enfocarme en Oscar. A esas alturas, yo ya sabía que él no me quería e igual yo. Pero con esa idea, me esforcé y funcionó, nos empezamos a llevar bien».

Pero las crisis siguieron. Especialmente cuando ella tuvo constancia de un episodio relativo a Óscar que «lo revolucionó todo. Fue muy doloroso, lo eché de casa y no le quería ni ver».

Entre el divorcio y el rosario

Pero el remedio de los «especialistas» parecía peor que la enfermedad. «Tomé la decisión de separarme. Fui a ver a psicólogos y todos me decían que la solución era el divorcio. Nadie me daba una oportunidad. Fui a ver al abogado, y cuando le dije la fecha a Óscar, no pude ir. Algo me lo impidió. Iba a ser muy sencillo y estaba convencida, pero no hubo manera«, cuenta ella.

Cuando meses después aterrizaron en Madrid,  lo primero que hizo fue buscar una iglesia.

«Yo sola no podía aguantarlo. Empecé a rezar el rosario y la Virgen me fue dando la paz que necesitaba. Empecé a ir a misa y nació el deseo de comulgar, mientras Óscar me acompañaba a misa, aún si entenderlo», comenta.

Óscar y Gabriela, hoy felizmente casados, comparten su fe y práctica religiosa en el día a día. 

A las misas le siguieron las horas santas y, sin entender su continuo llanto, Gabriela veía como «iban sanando las heridas».

Tres milagros de la Virgen

Recuerda que la Virgen volvió a entrar en escena cuando ella rezó para que su pareja se convenciese del matrimonio, lo que permitiría recuperar el estado de gracia y poder comulgar. Solo tuvo que decírselo una vez más para obtenerla respuesta que no había encontrado en meses. Define aquella respuesta como «el primer milagro de la Virgen».

Pasaban los días y él, aún sin tener una vida ni convicciones católicas, la acompañaba a cada vez más misas.

La sorpresa, el «segundo milagro de la Virgen«, llegó cuando él propuso vivir en castidad para que ella pudiese comulgar.

Buscando devolver lo recibido y seguir los pasos que leía en los libros de María Vallejo-Nágera, visitó Medjugorje.

«Ahí se respira paz, observa. Está la Virgen. Fue una maravilla, un encuentro maravilloso del que regresé llena de amor del Padre y la madre. Le pedí a la Virgen una comunidad, porque sola no podía avanzar, y ella me regaló una pequeña pero hermosa donde cada jueves, después de la hora santa y la misa nos quedábamos para cenar y compartir», comenta. No había ido dos jueves a las cenas cuando Óscar le propuso acompañarla. Otro hecho improbable a juicio de Cortés.

En gracia, comulgando y con Jesús: «Solo puedo dar gracias»

En plena cena, una de las amigas sugirió a Gabriela ir al próximo retiro de Proyecto Amor Conyugal para matrimonios. La invitación se repitió pero ella lo consideraba una quimera. «Vamos a inscribirnos, ¿no?», le dijo él.

La mexicana no daba crédito al cambio que mostraba su pareja, que culminó en su propia conversión durante el retiro.

«Fue un cambio completo, también para el matrimonio. Entendimos lo que significaba y me volví a enamorar por completo. Ahora hago con él la hora santa, adoramos al Santísimo e intentamos ir a misa cada día y participar en todo lo que nos dice Dios. Necesitaba devolver todo lo que nos había dado», relata.

El matrimonio asegura que el retiro «ha cambiado sus vidas», pero también la decisión de vivir en castidad para «poder estar en gracia, comulgar y recibir a Jesús«.

«Todos los días Dios nos regala milagros. Es increíble porque ahora abro los ojos y veo la vida de otra manera. Dios te abre los ojos a la vida espiritual y es increíble. Solo puedo dar las gracias a Dios y a la Virgen«, concluye.

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»