Hemeroteca Laus DEo10/11/2021 @ 01:48
1921 – 2021
En 1915, el Cardenal Desiderio Mercier con el apoyo del Padre Maximiliano Kolbe, inició un movimiento en pro de que la Santa Iglesia proclamara Dogma de Fe la Corredención de María; así, el Clero, los fieles, las Universidades Católicas, las Órdenes Religiosas y el Episcopado Belga, fueron unánimes en solicitar al Papa que se dignara erigir en Dogma, la creencia de la Cristiandad en la Mediación Universal de la Virgen Santa. Aquella pía súplica iniciaría numerosos congresos, reuniones y sobre todo, un profundo estudio teológico -sobre todo por la parte de los españoles- sobre la necesaria conveniencia de reconocer el Dogma de la Corredención de María. Aquellas iniciativas quedarían tristemente eclipsadas por las dos Guerras Mundiales y sus posteriores consecuencias.
El Papa Benedicto XV, en el año 1921, concedió a las Diócesis de Bélgica y a todas las Diócesis de la Cristiandad que lo solicitaran, una Misa y un Oficio propios en Honor de María Mediadora.
Igualmente, el Cardenal Enrique Almaraz, Arzobispo de Toledo, lo solicitó y obtuvo para las Diócesis españolas, donde ya se pudo celebrar en Mayo de ese mismo año la Misa de María Medianera de todas las gracias. La Sede Apostólica otorgó estos mismos textos a muchas otras diócesis e institutos religiosos con lo cual la conmemoración litúrgica se hizo casi general.
«Ella es como canal celestial del que descienden las corrientes de las gracias divinas a los corazones de los mortales» Papa Benedicto XIV, Gloriosæ Dominæ, 1748.
«Verdadera y propiamente se puede afirmar que de aquel grandísimo tesoro de todas las gracias que trajo el Señor, nada absolutamente nada se nos concede, según la Voluntad de Dios, sino por María; de suerte que a la manera que nadie puede llegar al Padre sino por el Hijo, casi del mismo modo nadie puede llegar a Cristo sino por la Madre» Papa León XIII, Octobri mense, 1891.
«Por esta comunión de Voluntad y de Dolores entre María y Cristo, Ella mereció convertirse con toda dignidad en reparadora del orbe perdido y, por tanto, en Dispensadora de todos los bienes que Jesús nos ganó con Su Muerte y con Su Sangre. Así pues, la fuente es Cristo y de Su plenitud todos hemos recibido. A su vez María, como señala San Bernardo, es el acueducto; o también el cuello, a través del cual el cuerpo se une con la cabeza y la cabeza envía al cuerpo la fuerza y las ideas. Pues Ella es el cuello de nuestra Cabeza, a través del cual se transmiten a su Cuerpo Místico todos los dones espirituales» Papa San Pío X, Ad diem illum laetissimum, 1904.
«Corredentora con Cristo significa haber colaborado con Él en todo lo que constituye la Obra de la Redención, y es muy cierto que María en eso colaboró maravillosamente. Mereció y satisfizo con el Salvador, nos reconcilió con Dios por la ofrenda de la Hostia que Ella misma había preparado, y Ella también nos distribuyó los bienes sobrenaturales, pues es suprema entre los Ministros en la distribución de la gracia». Papa Benedicto XV, Inter sodalicia, 1918
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