22/01/2025

CINCO GRANDES ENEMIGOS DE LA FE

INTRODUCCIÓN: LA VERDAD, LA HEREJÍA Y EL COMBATE ESPIRITUAL

La Verdad, por su misma naturaleza divina, es eterna, indivisible y absoluta. Es el reflejo perfecto de Dios mismo, quien se reveló como Camino, Verdad y Vida (Jn 14,6). En la Iglesia Católica, la Verdad no es una construcción humana ni está sujeta a cambios de opinión: se custodia y se proclama en su plenitud, garantizada por la promesa de Cristo:

 “Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mt 16,18).

A lo largo de la historia, esta Verdad ha enfrentado ataques persistentes en forma de errores organizados, que conocemos como herejías. San Agustín define la herejía como:

 “La perversión de la doctrina cristiana por alguien que se dice cristiano, al rechazar verdades reveladas y enseñar ideas opuestas” (De Haeresibus, 88).

El término herejía proviene del griego hairesis, que significa “elección”. Es un acto de voluntad que selecciona partes de la doctrina cristiana, magnifica unas y rechaza otras, causando un desequilibrio fatal para la unidad de la fe. Estas desviaciones no solo dañan a las almas individuales, sino que impactan profundamente en la cultura y la civilización.

A continuación, examinaremos cinco grandes enemigos de la fe: el arrianismo, el islam, el albigensianismo, la Reforma protestante y el secularismo moderno. Cada uno será analizado desde su error esencial, su oposición a la verdad católica y sus consecuencias históricas, apoyándonos en las enseñanzas de los Santos y Doctores de la Iglesia.

I. EL ARRIANISMO: LA NEGACIÓN DE LA DIVINIDAD DE CRISTO

El arrianismo, promovido por Arrio en el siglo IV, negó que Cristo fuera consustancial al Padre, afirmando que era una criatura subordinada a Él. Este error atacó el núcleo del Credo cristiano: la Trinidad.

 “Si el Hijo no es verdaderamente Dios, entonces no puede deificar al hombre; si no es consustancial al Padre, no hay verdadera salvación” (San Atanasio, De Incarnatione Verbi Dei, 54).

El Concilio de Nicea (325) proclamó la consustancialidad del Hijo con el Padre (homoousios), afirmando que Cristo es “Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero”. Santo Tomás de Aquino explicó:

 “La redención del género humano depende de la divinidad de Cristo, pues solo Dios podía ofrecer un sacrificio infinito por nuestros pecados” (Summa Theologiae, III, q.1, a.2).

El arrianismo persistió por siglos, dividiendo pueblos y debilitando la unidad cristiana. Aunque fue derrotado doctrinalmente, su influencia resurgió en sectas modernas que rechazan la Trinidad, como los testigos de Jehová.

II. EL ISLAM: UNA HEREJÍA MONOTEÍSTA

El islam, surgido en el siglo VII, adoptó elementos del cristianismo y el judaísmo, pero rechazó la Trinidad, la Encarnación y la Redención. Considerado por Hilaire Belloc como una herejía cristiana, el islam reduce a Cristo a un simple profeta y niega su divinidad.

 “Ellos llaman a Cristo un profeta, pero le niegan su divinidad. Esto es peor que los arrianos, pues al menos ellos admitían su carácter excepcional” (San Juan Damasceno, De Haeresibus, 101).

Al negar la Trinidad, el islam rechaza la comunión de amor en Dios mismo. San Agustín enseña:

 “Quien niega la Trinidad niega el amor, pues la Trinidad es la comunión perfecta de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo” (De Trinitate, VIII, 10, 14).

El islam conquistó vastas regiones cristianas, y su rechazo a la gracia divina lo convierte en un desafío espiritual y cultural continuo para la fe católica.

III. EL ALBIGENSIANISMO: EL DESPRECIO DE LO MATERIAL

El albigensianismo o catarismo, extendido en el siglo XII, sostenía un dualismo que consideraba al mundo material como creación del mal. Esta herejía atacó la bondad de la creación, negando los sacramentos, especialmente la Eucaristía y el matrimonio.

San Bernardo de Claraval denunció esta desviación:

 “Si todo lo material es malo, entonces la misma Encarnación del Hijo de Dios sería una abominación. Pero Dios no aborrece su creación, sino que la eleva mediante la gracia” (Sermón 65 sobre el Cantar de los Cantares).

Santo Tomás de Aquino añadió:

 “La materia es buena porque es creada por Dios, y mediante los sacramentos se convierte en vehículo de la gracia” (Summa Theologiae, III, q.62, a.1).

La Iglesia respondió a esta herejía con la Cruzada Albigense y la Inquisición, reafirmando la bondad de la creación y la importancia de los sacramentos.

IV. LA REFORMA PROTESTANTE: LA REBELIÓN CONTRA LA IGLESIA

La Reforma protestante, iniciada por Lutero en 1517, rechazó la autoridad del Papa, la Tradición y los sacramentos, proclamando la sola Scriptura y la justificación por la fe sola.

San Francisco de Sales respondió con claridad:

 “La fe sin obras está muerta, pues el amor es el alma de la fe. Separar la fe del amor es vaciarla de su esencia” (Controversias, Parte III).

El Concilio de Trento reafirmó que la salvación es un acto de cooperación entre la gracia de Dios y la respuesta libre del hombre. La Reforma fragmentó la cristiandad y allanó el camino para el secularismo y el individualismo modernos.

V. EL SECULARISMO MODERNO: EL ATAQUE A DIOS MISMO

El secularismo moderno no es solo una herejía, sino un rechazo total de Dios. El materialismo, el relativismo y el ateísmo buscan eliminar toda huella de lo divino en la sociedad.

El Papa León XIII advirtió:

 “Cuando la sociedad ignora a Dios, se desmorona, pues pierde el fundamento de la justicia y la moralidad” (Encíclica Immortale Dei).

San Pío X llamó al modernismo “la síntesis de todas las herejías”, pues destruye la base misma de la fe:

 “El modernismo no niega solo las verdades particulares, sino la posibilidad misma de la verdad revelada” (Encíclica Pascendi Dominici Gregis).

El secularismo ha llevado a una crisis moral y espiritual, pero la Iglesia, fiel a su misión divina, sigue proclamando la Verdad eterna.

CONCLUSIÓN

Los cinco grandes enemigos de la fe, aunque diferentes en sus formas, comparten un rechazo común a la verdad plena de Cristo y su Iglesia. Frente a estos desafíos, los católicos deben recordar la promesa de Nuestro Señor:

 “Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mt 16,18).

La apologética basada en las enseñanzas de los Santos y Doctores de la Iglesia es una luz poderosa para defender la fe y restaurar el orden cristiano.

OMO

BIBLIOGRAFÍA

 • Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae.

 • San Agustín, De Haeresibus y De Trinitate.

 • San Bernardo de Claraval, Sermones sobre el Cantar de los Cantares.

 • San Atanasio, De Incarnatione Verbi Dei.

 • San Francisco de Sales, Controversias.

 • Papa León XIII, Encíclica Immortale Dei.

 • San Pío X, Encíclica Pascendi Dominici Gregis.

 • Hilaire Belloc, The Great Heresies.

PUBLICADO ANTES EN CATOLICIDAD