San Isidro Labrador (c. 1082-1172) es el patrón de la villa de Madrid, donde este miércoles es día festivo. El cardenal José Cobo, arzobispo de la diócesis, ofició una misa en su Real Colegiata de San Isidro en la que participaron su predecesor, el cardenal Carlos Osoro; los obispos auxiliares Juan Antonio Martínez Camino y Jesús Vidal; y el nuncio en España, Bernardito Auza.
Asistieron asimismo autoridades civiles, entre ellas el delegado del Gobierno en la comunidad de Madrid, Francisco Martín Aguirre, el consejero de Presidencia del gobierno autonómico, Miguel Ángel García Martín, y el alcalde de la capital, José Luis Martínez-Almeida.
La santidad en la vida diaria
En su homilía, Cobo evocó los «gestos sencillos» que se conocen de la vida de San Isidro en un Madrid que era «una avanzadilla de Toledo, una pequeña ciudad» donde él era un pocero que hizo de los campos que trabajaba «un lugar de oración y de entrega cotidiana a Dios«.
Aunque santo madrileño por excelencia, la devoción a San Isidro está extendida por toda España. En la imagen de Archimadrid, congregantes de la Hermandad de San Isidro de La Orotava (Tenerife).
Que es modo en que se revela la santidad: «Dejar hacer a Dios y dejar que entre en nuestras vidas. Un laico, casado con María de la Cabeza, con un hijo y que hace de su vida laical un lugar de santidad. Cuando los cristianos buscan ejemplos de vida y cómo contar que es posible ser cristiano en cada tiempo, siempre nos encontramos con este santo, que supo hacer vida el seguimiento a Jesús en lo concreto».
San Isidro encontró a Cristo «en el compromiso con su familia y en el cuidado de su hijo» y tocó a Cristo «comprometiéndose con los más pobres de su Madrid», ofreciéndoles no solo sus bienes sino «dedicándoles tiempo«.
Frente a la polarización, centralidad de Dios
El arzobispo de Madrid pidió a los cristianos de hoy, que es un tiempo de «división» y de «crispación», en el que «la polarización se va consolidando», que miren «nuestra Iglesia y nuestra realidad» con los ojos del santo.
En nuestro propio país, «los problemas que deberían ser comunes no lo son» cada cual parece querer «pelear solo por lo suyo». Y esto ocurre también en la Iglesia, «donde a menudo estamos muy lejos de vivir la fraternidad que anunciamos y a la que nos llama Jesús».
Todo esto sucede porque «nos hemos convertido en sarmientos separados de la vid», dijo el obispo antes de recordar que toda comunidad, la Iglesia incluida, «necesita tener un tronco común en el que se engarzan las ramas», y «nuestro tronco común es Dios«, ese que San Isidro «sencillamente descubre, vive y hoy nos presenta».
«Si tuviéramos siempre ante los ojos a ese Dios que nos une», proclamó el cardenal Cobo, «si su evangelio fuera el faro en nuestro navegar por la vida. Si de verdad lo convirtiéramos en lo más importante, si su vida de verdad inspirase la nuestra, si su enseñanza fuera nuestra escuela y su entrega nuestro horizonte… sería mucho más posible convivir, construir su Reino, trabajar por el bien y encontrar formas de amar a su manera y vivir así la santidad a la que estamos llamados todos».
Pero si no seguimos este plan, añadió, es porque intentamos saciarnos «con alimentos que nos dejan vacíos y no colman como prometen», entre los que citó «el poder, la ideología, el bienestar y la seguridad, el culto a la imagen, la riqueza, el egoísmo convertido hoy en valor en esta sociedad confundida, o falsos profetas con egos tan grandes que no cabe en ellos ni el prójimo ni la comunidad ni el encuentro».
Cobo concluyó pidiendo recuperar «la centralidad de Dios» a imitación de San Isidro, «hombre de Dios pendiente de los otros».
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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