Aunque en España es popular alguna copla mundana de amoríos y desamores con el nombre «María de la O», en realidad este es uno de los nombres de la Virgen María, una forma de referirse a la Virgen de la Esperanza, a la Virgen embarazada, expectante, a la que le quedan apenas 8 días para dar a luz.
Una fiesta desde el s.VII
El 18 de diciembre se celebraba en España la fiesta mariana de la «espera del parto» (Expectatio Partus), establecida en esa fecha por el décimo Concilio de Toledo (656) y esa fecha del calendario mozárabe se mantiene. A esa fiesta se le llamaba «Santa María de la O» porque después de rezar la oración de la tarde el coro sostenía una larga «O», símbolo de la expectación del universo por la venida del Mesías.
Desde esa época (siglos VII y VIII) nos han llegado las antífonas que aún se cantan en esta semana de Adviento anterior a Nochebuena. Son 7 antífonas que se cantan con el Magnificat del Oficio de Vísperas cada día, desde el 17 hasta el 23 de diciembre.
Se llaman «antífonas mayores» o «antífonas de la O», y son seguidas siempre de la petición: «¡ven!».
Cada antífona empieza por una exclamación, «Oh», seguida de un título mesiánico tomado del Antiguo Testamento, pero entendidas desde el Nuevo Testamento. Estas son las invocaciones:
O Sapientia = sabiduría, Palabra
O Adonai = Señor poderoso (en hebreo)
O Radix = raíz, renuevo de Jesé (padre de David)
O Clavis = llave de David, que abre y cierra
O Oriens = oriente, sol, luz
O Rex = Cristo como Rey
O Emmanuel = Dios-con-nosotros.
Leídas en sentido inverso las iniciales latinas de la primera palabra después de la «O», dan el acróstico «ero cras», que significa «seré mañana, vendré mañana«, que es como la respuesta del Mesías a la súplica de sus fieles.
Virgen de la Esperanza de la catedral de León.
Usando el rito mozárabe, trece siglos después
En España, en la diócesis de León, el 18 de diciembre se celebra la Virgen de la Esperanza o Santa María de la O con una misa por el rito hispano-mozárabe en la Basílica de San Isidoro, del siglo XI. Tanto en la Catedral de León como en la Basílica de la Real Colegiata de San Isidoro se encuentran sendas imágenes de la Virgen de la Esperanza. En el caso de la Catedral, se trata de una pieza esculpida en piedra a finales del siglo XIII y se ubica en la capilla también conocida como de la Virgen de la Esperanza. En San Isidoro la imagen de Nuestra Señora de la Esperanza ocupa una capilla especial en la cabecera de la nave norte del templo.
La razón: complementar la Anunciación
Los padres del Concilio décimo de Toledo en el año 656 (con San Eugenio III de Toledo al frente) consideraron que no todos los años se puede celebrar con el esplendor conveniente la Anunciación de la Santísima Virgen, al coincidir con el tiempo de Cuaresma o la solemnidad pascual. Por eso dice el Concilio: «se establece por especial decreto que el día octavo antes de la Natividad del Señor se tenga dicho día como celebérrimo y preclaro en honor de su santísima Madre».
En este decreto se alude a la celebración de tal fiesta en «muchas otras Iglesias lejanas» y se ordena que se retenga esta costumbre; aunque, para conformarse con la Iglesia romana, se celebrará también la fiesta del 25 de marzo. De hecho, fue en España una de las fiestas más solemnes, y consta que de Toledo pasó a muchas otras iglesias, tanto de la Península como de fuera de ella. Fue llamada también «día de Santa María», y, como hoy, de Nuestra Señora de la O, por empezar en la víspera de esta fiesta las grandes antífonas de la O en las Vísperas.
Señala el estudioso benedictino Romualdo Mª Díaz Carbonell que el título concreto de «Expectación del Parto» para la fiesta se lo dio otro santo obispo de Toledo, san Ildefonso, famoso por su devoción mariana.
La insistencia es siempre la misma: la expectación y asombro por la venida del Salvador.
«Si todos los santos del Antiguo Testamento—escribe el padre Giry (Les petits Bollandistest. 14 p.373 )—desearon con ardor la aparición del Salvador del mundo, ¿cuáles no serían los deseos de Aquella que había sido elegida para ser su Madre, que conocía mejor que ninguna otra criatura la necesidad que tenía la humanidad, la excelencia de su persona y los frutos incomparables que debía producir en la tierra, y la fe y la caridad, que sobrepasan la de todos los patriarcas y profetas? Fue tan grande el deseo de la Santísima Virgen, que nosotros no tenemos palabras para expresar su mérito. Y tampoco podemos concebir cuál fue su gozo cuando Ella vió que sus deseos y los de todos los siglos y de todos los hombres iban a realizarse en Ella y por Ella, ya que iba a dar a luz la esperanza de todas las naciones, Aquel sobre quien se fijaban los ojos de todos en el cielo y en la tierra y miraban como a su libertador.»
El gusto popular llamó a la Doncella en espera «Virgen de la O», a partir de las obras pictóricas o esculturales que presentan piadosamente la natural redondez abultada de la Virgen grávida.
En este vídeo de YouTube puedes escuchar la bella «O Sapientia».
La letra dice:
O Sapientia, quae ex ore Altissimi prodiisti,
attingens a fine usque ad finem,
fortiter suaviterque disponens omnia:
veni ad docendum nos viam prudentiae.
(Oh, Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo,
abarcando del uno al otro confín,
y ordenándolo todo con firmeza y suavidad:
ven y muéstranos el camino de la salvación).
(Artículo publicado originariamente en Cari Fillii en 2015).
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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