14/11/2024

Con cáncer, Twitter le recomendó la cremación… y respondió: «Ofreces muerte, mi vida es esperanza»

Basta una breve conversación telefónica con Carla Díez de Rivera para saber que la alegría, el optimismo y la esperanza son algunas de sus señas de presentación. Tanto es así que, aunque a veces le «impresiona», no ve su ánimo determinado por el cáncer de mama triple negativo que le diagnosticaron en diciembre de 2022.

Díez de Rivera, histórica en la organización de los Congresos Católicos y Vida Pública del CEU, también de Cadena COPE y actualmente dedicada a Ayuda a la Iglesia Necesitada, nos cuenta que desde el diagnóstico y el comienzo de los tratamientos ha tratado de vivir su situación «con paz, alegría, fortaleza y cosas buenas«.

Y según dice, lo está consiguiendo, gracias a la ayuda y apoyo de su familia, amigos, y también de su fe.

Pero si hay algo que parece no contribuir a que viva su enfermedad con esta visión es X -Twitter- y su algoritmo.

O lo que es lo mismo, una técnica deshumanizada que no parece estar «al servicio de la persona», como «debería ser».

Relata aún con cierta ironía y perplejidad el momento en que la semana pasada, de camino al tratamiento, abrió el rebautizado Twitter (X) para informarse y distraerse cuando «saltó» un anuncio… de urnas funerarias. Concretamente de los pasos a seguir para «elegir la mejor».

«Reconozco que soy alegre y positiva, estos nueve o diez meses estoy intentando -y creo que consiguiendo- vivir con paz, alegría y fortaleza, sacando las cosas buenas, rodeada de tanta gente que te quiere y que te apoya… pero que de camino a `que te den el chute´ te salga una urna, impresiona«, admite.

El anuncio que le «saltó» a Carla Díez de Rivera de camino a recibir el tratamiento. 

Sin embargo, no le salió «enfadarse o rebotarse». Sobre la marcha, se puso a escribir una inspiradora  reflexión que, eso sí,  sí fue motivada por X (Twitter), sería publicada en X.

Decía:  

-«Tener un cáncer y que de camino al tratamiento te salga en X un anuncio de urnas funerarias es un tanto surrealista.

Este pobre algoritmo no sabe que tengo un Padre bueno que me quiere como a la niña de sus ojos, me cuida como a los pájaros del cielo y a las flores del campo y que mi vida está en sus manos amorosas.

Carla, tras el diagnóstico. 

Él me cuida mandando flores a mi balcón, pájaros a mi ventana, médicos y enfermeras maravillosos al hospital, familia y amigos, que me quieren y rezan por mí, a mi día a día;  dejándome a Su madre que me cobija, transforma mi corazón y me envía a cumplir la misión que Él me tiene encomendada en estos momentos (vivir en paz, con esperanza, paz y alegría, acompañando, pidiendo y ofreciendo por las personas queridas que sufren).

A ver, algoritmito, ¡qué mal me conoces! Menos urnas y más vida, pájaros, flores, besos, abrazos  y mensajes de «Dios y la Virgen te cuidan» (claro, que eso no lo necesito porque ya se encargan Ellos de recordármelo cada día).

¿Entendido? Pues eso»

 

Díez de Rivera envió la reflexión a su familia. La sorpresa fue mayor cuando una de sus sobrinas, embarazada de su tercer hijo, le comentó que el mismo algoritmo que asaltó a Carla también se «metió a opinar» sobre el embarazo, mostrando una incesante lista de artículos de niños con Síndrome de Down.

Tres conclusiones sobre la IA desde la fe

Son dos ejemplos que han permitido a la paciente reflexionar largo y tendido sobre la Inteligencia Artificial, los metadatos y algoritmos… y llegar a conclusiones.

La primera, «que un algoritmo es una herramienta matemática, pero que está -o debería- al servicio del hombre. El resultado está determinado por las instrucciones de origen o por los datos que le meten, y cualquiera de los dos puede estar mal, o ambos», explica.

Por eso, pudiendo fallar uno u otro proceso, Díez de Rivera considera que «lo que nunca debe faltar es la interpretación humana final. Si la interpretación final no la hace el hombre, el algoritmo siempre fallará«.

La segunda se dirige a un mundo aparentemente regido por la técnica, con un avance galopante de la Inteligencia Artificial y en el que parece que el hombre «es prescindible», con la consiguiente tentación de sustituirle por herramientas.

«Es importante recordar la importancia de la persona humana, también en los procesos técnicos. La técnica nunca puede sustituir a la persona. En estos procesos, el fin debe ser facilitar la vida a la persona. Por eso es irremplazable, si no queremos deshumanizar nuestra existencia«,  comenta.

Pero más relevante si cabe que estas dos primeras es la plasmación de que una máquina «nunca» podrá tratar a las personas como lo haría una persona. Especialmente por «la parte trascendente».

Al final, piensa Carla, el algoritmo «me ofrece la urna. ¡Y eso no es mi vida!«.

«Tú me ofreces muerte, y mi vida es esperanza»

«Mi vida es el Padre Dios bueno, que me quiere y lo demuestra en cada momento. La Virgen que me ampara y cuida. Mis amigos y mi familia, que es una preciosidad y una ola de cariño. Rezando por mi todos los días me sostienen, me alegran, me traen flores… Gracias a la oración y a tantas personas, estoy pudiendo vivir esto desde la paz, la esperanza y la alegría», comenta.

Antes de despedirse, Carla reitera su mensaje en pro de que el algoritmo y la técnica sirva a las personas y facilite su vida, pero en ningún caso «para eliminarlas. Esa no es la vida real. Las personas imaginarias, los hologramas… no. La vida es real. Los amigos de los likes no lo son. La vida es encuentro entre personas y la técnica debe facilitar esa vida, no sustituirla».

«Algoritmo, lo siento. Lo que muestras no es mi vida. Tú me ofreces muerte, y mi vida es esperanza«, concluye.   

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»