Hoy Jesús nos habla de la relación de confianza que debemos tener con Dios, una confianza que es comparada con la que un hijo tiene hacia sus padres. Jesús utiliza ejemplos simples y cercanos para hacernos entender que, si nosotros, con nuestras imperfecciones, somos capaces de cuidar y dar lo mejor a nuestros hijos, cuanto más lo hará Dios, quien es amor puro y perfecto.
En la vida cotidiana, podemos imaginar a un padre que, al ver a su hijo estudiar con esfuerzo para un examen, le anima y le da los recursos necesarios, como libros o ayuda con las tareas. El padre no solo se limita a dar lo que el hijo pide de manera superficial, sino que también observa lo que realmente necesita para su crecimiento y desarrollo, como enseñarle disciplina, paciencia y responsabilidad. Puede ser que el hijo no siempre entienda el “por qué” de las exigencias o la aparente falta de ciertas cosas que quiere en el momento, pero el padre sabe lo que es mejor.
De la misma forma, Dios no es un “distribuidor” de deseos inmediatos o caprichos. A veces pedimos cosas que no nos convienen o que no son lo mejor para nuestro crecimiento personal o espiritual. Sin embargo, la promesa de Jesús es que Dios siempre nos dará lo que realmente necesitamos para nuestro bien, aunque no coincida con lo que pedimos. Esto nos recuerda que debemos confiar en que, detrás de cada respuesta o silencio de Dios, hay un propósito más grande.
Por ejemplo, una persona puede estar pidiendo un trabajo específico o una relación que anhela, y cuando no lo recibe puede sentir frustración o pensar que Dios no escucha. Pero a menudo, con el tiempo, esa misma persona se da cuenta de que Dios permite males o malos momentos porque puede sacar un bien infinito de cualquier mal. No es el genio de la lámpara. Por eso la respuesta será siempre confiar. Así como un padre amoroso no le da a su hijo algo que sabe que podría perjudicarle, Dios nos guía en la dirección correcta, incluso cuando esa dirección no es la que habíamos planeado.
Este evangelio nos anima a pedir con fe, a buscar con esperanza y a llamar con confianza, sabiendo que Dios siempre tiene en mente lo mejor para nosotros, aunque no siempre coincida con lo que inicialmente deseamos. Nos invita a profundizar nuestra relación con Él, confiando plenamente en su amor y en su fiel presencia a nuestro lado.
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