En mayo de 2022, el arzobispo de San Francisco, Salvatore Cordileone, no dudó en informar a Nancy Pelosi, entonces speaker de la Cámara de Representantes y fiel de su diócesis, de que no podía comulgar a consecuencia de su compromiso público y político de favorecer el aborto. Y aunque un mes después ella lo hizo sin problema alguno en la basílica de San Pedro, la prohibición de su obispo sigue en pie.
Cordileone es uno de los más activos respaldos de la causa provida en Estados Unidos, aunque es consciente de las consecuencias que eso tiene para la Iglesia allí. Desde que el Tribunal Supremo revirtiese la sentencia Roe vs Wade, los templos católicos en el país han sufrido 211 ataques, una buena parte de ellos en California.
El odio del mundo
«Existe ciertamente una conexión entre los ataques a la vida humana inocente y la ideología de género por un lado y los ataques a la libertad religiosa por otro», explica Cordileone en una reciente entrevista en el número de noviembre de Il Timone. El motivo es que la Iglesia «defiende el recto orden del mundo tal como Dios lo ha creado y como Él ha creado a la persona, varón y hembra. Aceptar esta relación igual y complementaria entre hombre y mujer, cada uno con su propia dignidad, y como don de Dios, quiere decir asumir a la mujer como portadora de vida«.
Eso fue un principio asumido por todas las civilizaciones a lo largo de la historia: «Hasta tiempos relativamente recientes, los adultos se sacrificaban por los hijos. Ahora es al contrario: los adultos sacrifican a los hijos a sí mismos. Los ejemplos son numerosos: aborto, divorcio consensual, hijos traídos al mundo intencionadamente fuera del matrimonio y, más recientemente, alejar a los niños de la escuela inútilmente durante el mandato ‘quédate en tu casa’ del covid».
«Nuestra tradición católica, además», continúa, «ve también a las mujeres dotadas de una cierta sacralidad, precisamente porque son portadoras de vida. Esto explica, por ejemplo, por qué tradicionalmente las mujeres llevaban velo en el templo: lo sagrado, en la liturgia, se cubre con un velo».
Cordileone explica que, al ser el mundo contrario a todo esto, quiere «eliminar a la Iglesia» para imponer la suya, y ésa es la razón de los ataques. Como modelo de resistencia ante esta situación con su «coraje heroico», el prelado cita a los cardenales y obispos que se opusieron al comunismo, pero no solo antes de la caída de la Unión Soviética, también ahora, como es el caso del cardenal Joseph Zen de Hong Kong, y el obispo Ronaldo Álvarez en Nicaragua, que «no se han echado atrás ante la injusta persecución de los gobernantes».
No se puede comparar, en Occidente, con la persecución de los medios de comunicación sistémicos «contra quienes contradicen el discurso dominante», pero también «hacen sufrir»: «Sé personalmente lo doloroso que es», afirma quien ha sido víctimas de numerosas campañas de denigración pública, «¡pero no es tan doloroso como las llamas del infierno!», en alusión a lo que sería un incumplimiento de su misión apostólica.
Cómo conseguir un renacimiento católico
Para educar católicamente a las nuevas generaciones, Cordileone propone lo que está funcionando en su diócesis, a saber, «invertir en belleza«: «Música sagrada durante la misa, liturgica celebrada con gran reverencia, formación de los sacerdotes para que desempeñen realmente sus funciones según el principio del ars celebrandi… A todo esto me he consagrado personalmente en mi ministerio como arzobispo de San Francisco y es palpable el renacimiento católico que ha tenido lugar».
Y cita dos ejemplos.
Por un lado, el de las comunidades que siguen la misa tradicional: «El crecimiento del amor por las formas clásicas de la misa católica está haciendo un gran bien para llevar las almas a Cristo«.
Por otro, el de las comunidades del Camino Neocatecumenal, con las que se reunió fechas atrás: «¡Estaba lleno de niños pequeños!» Había en el encuentro algunas historias «de vidas destruidas por la droga, el sexo y el alcohol y luego convertidas a la plenitud de lo que enseña la Iglesia. Fue realmente conmovedor».
Ambos casos son lo contrario del «catolicismo light«, pero es que, como dice George Weigel, a quien cita Cordileone, «el catolicismo light aboca al catolicismo cero«.
«La Iglesia vive, florece y es joven solo allí donde abraza y vive lo católico íntegramente. Y eso se aprecia en la genuina felicidad de quien lo vive», remata el arzobispo de San Francisco.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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