«Toma del frasco, Carrasco!». Y van…
Alguien recuerda alguna vez que, en la Iglesia, a la hora de recordar y plantear el tiempo de Cuaresma a sus fieles, sus Jerarcas les hayan animado alguna vez a la «conversión a la sinodalidad»?
La «Oración, el Ayuno y la Limosna», los tres pilares de la Práctica y la Vida Cuaresmal -los de toda la vida, vamos-, deben mirar, sí o sí, a la «conversión a la sinodalidad»?
La finalidad del tiempo de Cuaresma es «la sinodalidad»; así, tal cual? Hay que abrazarla y darle besitos?
Por cierto: esa expresión, «sinodalidad», tan moderna y tan ex novo en la Iglesia, qué significa realmente? Alguien lo sabe? Y lo de «el sínodo de la sinodalidad»? Yo, reconozco humildemente que NO.
Por tanto, pretender unir «conversión», concepto bien conocido, aprendido y recibido en la Iglesia del mismo Jesucristo –convertíos!-, y muy propio de esta Cuaresma que está al caer, con «sinodalidad» suena extraño, como mínimo. Como que no casa. Es que rechina, y muy mucho.
Para mayor alipori, y para que quede todo ya meridianamente claro, desde Roma se añade como suma y colofón: «Confrontarse con la realidad de algún inmigrante». Toma yaaaaa!!!
Debe dar igual qué tipo de inmigrante: cualquiera vale, con tal de que sea «inmigrante», o cuele como tal y haya fotico como evidencia y propaganda.
Ya lo saben todos ustedes: esta Cuaresma «confrontese con un inmigrante», y le sube la espiritualidad y la «conversión», que no veas.
Por cierto, el Sr. Cardenal de Madrid, ya se había adelantado a decir lo mismo, o muy parecido. Y no es el único, claro. Algo así como, años antes y también en Madrid y para la Cuaresma, se había alentado a «la conversión ecológica». Muy de pret a porter, por cierto.
Vamos a intentar aclararnos, si aún es posible: que van como balas, y tiran a matar. «Fuego amigo», se suele catalogar ésto en tiempos de guerra.
El contraste con estos horizontes lo pone, por ejemplo, el Obispo de Córdoba, don Demetrio, gran Jerarca en la Iglesia en España y subiendo en categoría personal y Eclesial, con lo que ha escrito para sus ovejas: «Vivamos la Cuaresma como un tiempo de Gracia y de Salvación». Amén.
O sea: que nada ha cambiado, según este Sr. Obispo. Aquí todo cuadra. Y acierta de pleno.
Lo que si cambia, por mor de los que quieren que cambie la Iglesia y el Mandato del Señor para Ella, son todos éstos del modern plan.
Porque vamos a ver, almas de cántaro: la Cuaresma es un tiempo que no se entiende por si mismo, pues no recibe su sentido de sí mismo. Al contrario.
La Cuaresma precede y mira al Triduo Pascual: Jueves Santo, Viernes Santo y Domingo de Resurrección, o la llamada Vigilia Pascual, que es la Liturgia más solemne del Año Litúrgico, pues da sentido a todo lo anterior y a todo lo posterior.
Basta con considerar que el Señor Jesús, hablando de su próxima subida a Jerusalén, les dice a los suyos: Yo, para ésto he venido.
Es decir: todo el por qué de su Venida -de su Encarnación, de su Vida Oculta y de su Vida Pública-, es, exacta y cabalmente, el Santo y muy Solemne Triduo Pascual. Porque en él y con él se obra nuestra Salvación.
Es lo que recoge el Credo. Donde por ningún lado aparece lo de la «sinodalidad». Que yo sepa o recuerde.
Y todo el Triduo pivota sobre/en el Viernes Santo:
El Jueves Santo debe la Verdad de la Institución de la Eucaristía al Viernes Santo, con la Pasión y Muerte de Cristo. Y si Cristo resucita, es porque ha muerto.
«Yo, para ésto he venido». No hay otra realidad más preciosa de cara a nosotros: todo lo ha hecho muy bien, y todo lo ha hecho en favor nuestro.
Cómo no vamos a intentar vivir esta Cuaresma como un tiempo de Gracia y de Salvación?
Aquí cuadran perfectamente aquello de «Oración, Penitencia y Limosna». Y aprovechamos para ir más al Señor, dando mayor cabida en nuestra al y en nuestra Conciencia a la Confesión contrita. Porque «a Cristo le cosen al Madero no tres clavos, sino tus pecados y los míos» (Camino, san Josemaría).
Y qué hacemos con el inmigrante y la sinodalidad?
Lo que mejor te parezca. Con libertad. Con la libertad que Cristo nos ha ganado y donado.
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