«Preparará el Señor del universo para TODOS los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos…»
¿A cuántas personas conocidas o desconocidas has invitado a tu parroquia el último año? ¿y durante tu vida?. Si pasases el tiempo que pasas en la Iglesia, digamos… en una cafetería, ¿cuántos familiares, amigos y conocidos tuyos habrían pasado ya por esa cafetería que te gusta tanto?
En la Iglesia falta una verdadera cultura de invitación. En la parábola que escuchamos hoy el rey (el Señor) manda a los criados (los discípulos) a salir a los cruces de los caminos (dónde está la gente) a invitar a todo hijo de vecino (conocidos y desconocidos) al banquete (el Reino de los cielos. En el mundo la Iglesia). Luego unos llevan el traje de boda y otros no, pero eso no depende del que invita.
Tú eres enviado por el Señor a invitar a tus familiares, amigos y conocidos a la Iglesia (si es bueno para tí, es bueno para ellos). Si van o no van ya es cosa suya.
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