Nuria del Canal tiene 51 años, es de Barcelona y ha contado su testimonio en El Rosario de las 11 pm. Educada en un colegio del Opus Dei, pasó por la brujería y la santería hasta regresar de nuevo a la Iglesia Católica. Tres voces cambiaron todos sus esquemas.
«Ahora estoy donde estoy, pero todo fue un largo caminar, de muchas caídas y muchos golpes. Fui educada en una familia católica, pero de nombre, no éramos practicantes para nada. Soy la hija pequeña de tres hermanas y desde los inicios ya éramos una familia bastante desestructurada, bastante caótica, con muchos problemas, ha sido una infancia muy difícil», comienza diciendo Nuria.
Atracción por lo demoniaco
«Yo me eduqué en un colegio del Opus Dei, y puedo decir que he recibido una buena formación en cuanto a la fe, a la doctrina y al conocimiento de Dios. Pero, cuando era adolescente me distancié de la fe católica y me enfadé. Cuando salí del colegio fue una explosión de libertad, de repente el mundo se abría ante mí y era un mundo a explorar. Esto me llevó a todo tipo de errores, de prácticas, en definitiva, de bastantes equivocaciones».
«Cuando era muy jovencita, tenía unos 15 años más o menos, estaba de moda practicar la ouija y estuve un verano entero practicándola con una amiga. El mundo prenatural, el mundo demoníaco siempre me había llamado la atención (…). Siempre había tenido una atracción especial y muy intensa hacia el mundo demoníaco, a la parte digamos oscura del ser humano, a la parte oscura de las fuerzas del universo. Me interesaba mucho todo lo que era oscuro, todo lo que era satánico».
«Esto me llevo a practicar ouija, tarot, reiki, péndulo… no os lo recomiendo en absoluto. De jovencita todo me valía, todo lo que no entendía lo daba por válido, me pasaban realmente cosas fuera de lo normal, nada positivas y difíciles de explicar. Para algunas personas, incluso, un poquito terroríficas (…). Practiqué mucha ouija y muchas prácticas esotéricas de diferente calibre, empecé también a jugar con la magia de manera autodidacta de mayor».
«Yo era de profesión diseñadora de moda y tenía una vida como la mayoría de las personas, me divertía, salía, entraba, hacía una vida en la que parecía que todo estaba bien. No hacía daño a nadie. Soy madre de un niño, que ahora tiene 14 años, madre soltera, en mi vida era todo como ‘no pasa nada, todo está bien’. No creía en la Iglesia, obviamente los mandamientos era como ‘qué me estás contando’, todo era un poquito a mi gusto, si estudiaba alguna cosa sobre alguna religión pues lo adaptaba».
«Era una búsqueda constante de Dios, pero siempre haciendo como un giro, sin entrar en la Iglesia, porque la Iglesia para mí era algo que no lo quería en mi vida, que siempre esquivaba. Y fue por una cosa muy absurda, descubrí que existió la inquisición y me pareció tan extraño y tan malvado, que la decepción fue tan grande. No me pasó nada personal pero sufrí una decepción».
Ritual de la religión Umbanda, a la que perteneció Nuria durante años.
«Se fue acercando el año 2020, ya llevaba unos años buscando a mi manera a Dios y cuatro años practicando la Umbanda, era una religión que se adaptaba bastante a mis necesidades. Me gustaba porque no había normas, no tenías que dar muchas explicaciones ni tampoco ser muy meritorio en nada, era una religión muy cómoda y además estaba enfocada para hacer el bien».
«Hubo un día en el que estaba trabajando, haciendo una colección de moda y tenía que investigar la temática que había elegido. En aquel momento, a mí me había inspirado el universo y tuve que mirar estrellas, astros, planetas… Tuve que analizar documentación científica sobre medidas del universo, aquello fue un choque para mí. Salí del trabajo y empecé a sentir una tristeza muy profunda, unas ganas de negar la existencia de Dios. Mi mente no podía entender que existiera Dios, si yo acababa de ver esas medidas».
«Siempre he creído en la primera persona de la Santísima Trinidad, pero nunca había tenido ese momento de rebeldía de negar a Dios. Estaba conduciendo y empecé a tener un diálogo con ese Dios que no existía (…). Con toda la de millones de personas que hay, los problemas y guerras, cómo va Dios a fijarse en mi persona y a saber que estoy aquí. A partir de ahora creo que voy entiendo que Dios es imposible que exista. Fue la primera vez en mi vida que decía algo así, lo cual me daba impacto, era serio escucharme a mí misma decir aquello».
Una pregunta profunda
«Cuando yo lo estaba negando, sentí una voz dentro de mí muy profunda, que decía: ¿tú amas a tu hijo?‘. Y yo, ‘hombre claro, yo amo a mi hijo más que al universo entero’. Y, de repente, me quedé tan impactada que me puse a llorar de la impresión, esta voz me respondió, que si yo era capaz de amar a mi hijo de esa manera, cómo podía pensar que Él, que era Dios, no me amaba a mí por encima de todo ese amor. Estaba conduciendo y me tuve que salir al arcén».
El móvil de Nuria se empezó a mover, como si fuera manejado por alguien.
«Yo seguí con mi vida, hacía hechicería, adoraba a los espíritus, bailes, les entregábamos comida. Era como una alabanza constante a estas entidades. Se me llegó a decir que mi ángel custodio, dentro de esta religión, era Dios Padre. Era bastante bonito para mí, porque mi relación siempre había sido muy directa con Dios Padre (…). Hasta que mi vida profesional cambió y me quedé sin trabajo».
«Llegó el día de la Virgen de Guadalupe del año 2020, llevaba unos meses en el paro, tenía unos problemas familiares muy serios. Me disponía a llevar a mi hijo al colegio, fui a la habitación y recuerdo bendecir a Dios por este hijo que me había dado. Pero, literal, decir: ‘Bendito sea Dios por este hijo que me has dado’. Salí de la habitación y, en la entrada de la cocina, de una manera muy clara, volví a escuchar esta voz que me preguntaba si le daría a mi hijo«.
«Me quedé sorprendida y le contesté de corazón, mi respuesta automática fue: ‘hombre, tú nos diste a tu hijo en la cruz y no va a ser más mi hijo que el tuyo, no me gustaría, pero hágase tu voluntad y no la mía’. Quedé como traspuesta, pensé en si me estaba pidiendo a mi hijo, en el sentido de que se fuera a morir. Me olvidé del tema, fui al colegio y, cuando llegué a mi casa, mi móvil se empezó a mover solo, como si cogen y empiezan a manejarlo, me quedé estupefacta dejando que funcionara».
«Y se puso en mi móvil la película El cielo es real‘, una película de un niño americano que falleció cuando era pequeño, y tuvo una experiencia cercana a la muerte, en donde vio a Jesús. Dije, vale, pues voy a verla, no tengo nada que hacer. De repente, todo quedó como a cámara lenta y sucedieron muchas cosas. Tuve como una visión completa de toda mi vida, sentía que delante de mí estaba Dios, que estaba siendo juzgada. Lo que para mí era una vida estupenda, bajo esta mirada mi vida era un auténtico desastre. Sabía que esta presencia lo sabía todo, yo no podía ocultar nada. Volví a escuchar la voz, por tercera vez, y, me dijo: ‘lo que más me ofende es que es que te arrodillas delante de otros santos y no lo haces delante de mí, te quiero en mi templo'».
Puedes escuchar aquí el testimonio completo.
«Entonces sentí la gracia del arrepentimiento, cosa que yo no había tenido nunca, y una necesidad grandísima de confesarme. Asistí a misa inmediatamente, aquella misa fue como si fuera el día de mi boda, no he visto misa más bonita. Después de unos 30 años comulgué y ahí empezó mi vida de fe. Como estaba tan perdida, me confié a la Virgen, le pedí al sacerdote que me explicara cómo rezar el Rosario y me consagré», concluye Nuria.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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