26/11/2024

De coordinar el coro de Hakuna en Valencia a redirigir cientos de voluntarios en Paiporta

Irene Zurano, estudiante de enfermería de 23 años, desde 2021 coordina el coro de Hakuna de Valencia, «que son unas 70 personas, en tres grupos».

Pero esta semana, tras las riadas, se ha convertido en una coordinadora de voluntarios más o menos improvisada (el tercer día ya se es veterano).

Por su inundada casa familiar de Paiporta han pasado unas 500 personas, que casi siempre llegan con frases como «dónde voy, qué hay que hacer». Y ella los redirige.

Atiende a ReL nueve días después de la catástrofe, y responde a nuestras preguntas sobre la fe y la superación en estas circunstancias.

«Soy la mayor de 4 hermanos, de familia católica de siempre. Nuestra parroquia es la de San Ramón Nonato, aquí en Paiporta, aunque estos días de desastre colaboramos con muchas. Yo lo que veo es el efecto de la oración, de los que rezan por nosotros. A mí no me queda tiempo para pararme a rezar, solo rezo jaculatorias todo el día. Pero nos sentimos sostenidos por las oraciones de los demás: pedimos a todos que sigan rezando por nosotros», insiste.

«Nuestra propia riada»

Como tantas personas, en televisión había visto imágenes de catástrofes, tsunamis en Asia, el terremoto de Haití… Además, en Valencia siempre se habla de la riada de 1957. Incluso existe una expresión popular: «hasta aquí llegó la riada del 57», para decir que un tema o actividad ya no da más de sí. «Pero ahora nosotros podemos hablar de nuestra propia riada», comenta.

Esto es lo que vio Irene en su calle a la mañana siguiente de la inundación. Foto: Irene Zurano.

Explica cómo vivió la inundación, estando en la casa familiar en Paiporta con su hermana Cecilia, de 17 años. Detalla que su casa es la más baja del pueblo, y ya en otras ocasiones había entrado agua. Pero esto no se iba a parecer.

«Estábamos las dos en casa tomando un colacao cuando nos llegaron vídeos del barranco del pueblo desbordándose de agua. Pero veíamos que fuera no llovía, que el patio estaba seco, y no pensamos que nos llegara. Luego, cuando abrimos la puerta, había ya 40 centímetros de agua. Mi calle, la más bajita de Paiporta, a veces se inunda, pero un palmo, no más. Por eso tenemos barreras en las puertas que normalmente hacen de parapeto. Pero ahora eso no bastaba, había mucha agua. Le metimos toallas y mantas a ver si aguantaba: imposible. Empezamos a subir cosas al piso de arriba, nuestros instrumentos de música, altavoces y equipos de sonido, ¡la termomix!, cosas así…»

Entonces se abrió la puerta y la contraventana y entró el agua en tromba. «Yo bajé, con el agua ya por los hombros, intentando cerrarla. Yo iba cantando el salmo ese de ‘El Señor es mi luz y mi salvación’. Mi hermana me gritaba desde el piso de arriba, yo desde abajo, pero el agua hacía tanto ruido que no nos oíamos. Ella pensaba que yo podía ya estar muerta. Logré cerrar la puerta y volví al piso de arriba».

Una vez arriba, se ducharon con el agua limpia que quedaba en las tuberías, se secaron y se abrigaron. «Hacía un frío impresionante», recuerda. Constataron que ya no había nada que hacer, salvo esperar y rezar. No sabían cuánto subiría el nivel de agua, ni si llegaría a invadir también el segundo piso.

«Llorábamos de impotencia. Para tranquilizarnos empezamos a cantar esa canción que dice: ‘No temas más, Dios está contigo, eres especial, has hallado gracia a tus ojos’. Hay veces que rezas sin saberlo. Después estábamos ya más tranquilas. Lo cierto es que tuvimos cobertura bastante rato. Pudimos hablar con nuestros padres y el resto de la familia. Ellos se habían subido con mucha gente a una segunda planta, a un rellano, y luego los vecinos de allí les acogieron esa noche».

Irene y Cecilia se grabaron en un vídeo en el móvil, cantando y rezando juntas en la oscuridad, y lo enviaron a su primo sacerdote. «Muchos le han visto estos días, es joven, con sotana, en el barro. Se lo envié para que viera que estábamos bien, pero él lo envió a más gente para que rezara por nosotros, y se difundió. Creo que el vídeo muestra que el reinado de Cristo está por encima de todo. Cuando lo grabamos, en realidad, veíamos que el agua seguía subiendo, no sabíamos si llegaría hasta nosotras».

Bosco, primo de Irene, metido en una alcantarilla para bombear agua. Bosco vivió una odisea el mismo día de la inundación, donde pudo morir y a la vez salvó de morir a varias personas.

Por fortuna, hacia las once de la noche el agua empezó a bajar en la casa de Irene y Cecilia. A las doce y media pudieron decir por teléfono a sus padres que había bajado unos 30 centímetros.

Después ya se quedaron sin cobertura y sin conexión con su familia. «Hasta el día siguiente a las cinco y media de la tarde, cuando pudimos acercarnos al barranco hasta conseguir cobertura, nadie supo nada de nosotros«.

Al contrario que decenas de miles de valencianos, ellas sí durmieron esa noche, completamente agotadas.

El día después: empezar a limpiar

Al día siguiente, comprobaron que la riada había vaciado y destrozado absolutamente todo -muebles, electrodomésticos- en el primer piso.

Su calle, la más baja de Paiporta, no asustó a muchas personas que empezaron a llegar a ayudar. Cerca de la casa había dos solares, donde la familia y los voluntarios amontonaron muebles y trastos arruinados. Después, la casa se convirtió en un centro de coordinación y distribución de voluntarios por donde han pasado 500 personas esta semana.

Pasados 9 días de la riada, Irene denuncia que «en esta zona sigue habiendo 2 metros de barro, no sé por qué». Enumera algunas tragedias: «En la calle de atrás murieron cuatro señoras; en esa otra, tres. En mi familia no hay fallecidos. Entre primos y sobrinos, tenemos 3 casas en la familia con la planta bajas reventadas. En la casa de mis tías se cayeron todos los tabiques del primer piso».

Trabajo y oración

En Paiporta hay mucha gente que estos días ofrece su trabajo unido a su oración.

«Todas las mañanas hay sacerdotes aquí, enviando gente a la tarea, rezando con ellos el Ángelus, o un Padrenuestro al enviarles. La parroquia de San Ramón es un centro logístico y almacén, pero en los salones parroquiales hay un espacio para la misa y la oración. Hay oración a las dos y media, y luego se reza la Coronilla de la Divina Misericordia», explica Irene. «Yo necesito hacer adoración, una Hora Santa, pero no hemos podido».

Una enseñanza importante en la que insiste es que «si no te da tiempo a rezar, te puedes apoyar en la oración de los demás. Aquí no hemos podido descansar casi estos 10 días, pero tenemos fuerzas, y eso es por la oración de los demás, que nos sostiene, y por los ánimos que nos da la gente, y el ejemplo de los voluntarios que vienen. Yo no he hecho nada de mi parte para ser hiperactiva y ponerme a tope. Es por la oración y el ejemplo de la gente que vemos, que ha venido de Francia, de Chequia, de Brasil…»

Un problema de desorganización

Tras estos días encauzando el trabajo generoso de muchos voluntarios en la zona, Irene denuncia que desde las instituciones «ha habido un problema muy grande de desorganización». En su opinión, se debería haber decretado el Estado de Alarma, hacer que fuese oficialmente «un problema de toda España» y así se habría organizado mejor. «¡Pero si vienen los del Ejército ahora a preguntar a voluntarios y amigos que conozco! Que qué hay que hacer, dónde hay que ir…»

Irene recuerda que hay 74 pueblos afectados, así que cuando ve voluntarios parados porque no les dejan entrar en una zona (por ejemplo, porque se ha prometido que vendrá maquinaria pesada) les anima a ir a otra zona u otro pueblo.

«Necesitaremos generosidad física, espiritual, económica… La gente tiene que dar a tope, en todos los sentidos. Quien desconfíe de las instituciones, que ayude directamente a familias que conozca», añade.

¿Y los efectos espirituales en las personas que eran poco religiosas? «La gente que estaba alejada de Dios no sé si está viendo a Dios en todo esto. Pero sí está viendo a sacerdotes, a monjes, a laicos de movimientos. Aquí hay mogollón de voluntarios de Hogar de la Madre, por ejemplo. Les ven mover cielo y tierra para echar un cable», apunta Irene.

«Hay personas que nos dicen: ‘cuando acabe esto, me iré a vuestra parroquia a celebrar y cantar con vosotros». Aquí la Iglesia está arrimando el hombro y se ve. Los sacerdotes recorren el pueblo y preguntan qué necesitas. Cargan palas, llevan agua... Y tienen contactos para solucionar cosas. Fede, mi primo sacerdote, me decía: ¿queréis que os mande un tractor?»

Las cuentas de Cáritas Valencia son: 
EMERGENCIA DANA VALENCIA
Caixa Popular: ES19 3159 0078 5716 6338 6025
y Caixabank: ES02 2100 8734 6113 0064 8236.
Las donaciones también pueden realizarse a través de Bizum en el código para ONGs 38026 y la página web: www.caritasvalencia.org 

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Paiporta desde el aire una semana después de la riada:

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»