Verónica Vázquez tiene 38 años y el próximo 11 de mayo recibirá en la Catedral de Oviedo los sacramentos de iniciación: bautismo, primera comunión y confirmación. La web de la archidiócesis cuenta su experiencia en el Catecumenado de Adultos de la parroquia de Hevia.
«La inquietud en sí comenzó hace unos siete años. Aunque desde pequeña siempre tuve fe, acudía a Dios o rezaba a pesar de no estar bautizada. En mi casa mi padre, completamente ateo, y mi madre todo lo contrario. De hecho cuando nació mi hermano mayor se decidió en la familia no bautizarlo, mi madre le ofreció a la Virgen porque tenía temor de que le pasara algo por no estar bautizado», comenta Verónica.
La fe de su abuela
«Yo toda la vida creí y recé a mi manera porque nunca tuve una formación religiosa, ni en el colegio porque tampoco estudié la asignatura de Religión. Mi abuela materna, que era muy creyente, siempre me decía ‘me voy a morir sin verte bautizada’, pero yo siempre le respondía que eso tenía que ser un paso a dar cuando me naciese, no podía ser, por así decirlo, una imposición, aunque yo tenía esa creencia o esa fe. Hará siete años empecé a darle vueltas, pero no sabía por dónde tirar ni a quién dirigirme», añade.
Hasta que un día, en una cena de empresa, Verónica lo habló con un compañero de trabajo que tuvo una conversión muy fuerte. «Yo vi el cambio en él, lo conocía de antes, y siempre fue muy buena gente, pero desde ese momento lo vi como transformado y pensaba que Fico me dejaba impresionada de su actitud, porque es la bondad en persona. Él es quien me hizo dar el paso definitivo, lo veía y me decía ‘es un señal que alguien me lo puso aquí en este momento’, porque, ¿por qué tuvo que surgir esto así?», asegura.
«También recordé que cuando falleció una amiga mía, en el funeral, en la iglesia, yo pensaba que si me pasaba a mí algo, ¿dónde iba a ir? Sentía cada vez la necesidad de pertenecer a la Iglesia y de bautizarme. Cuando comenté esto con mi compañero Fico, él me presentó al padre Manuel y comencé el catecumenado en la parroquia de Hevia», explica.
Sobre lo que le aporta la catequesis, Verónica dice «que Jesús nos ama a todos y que es una amor incondicional y también que la fe es más bonita vivida en comunidad y compartida«. «Allí nos juntamos todos, cada uno de su padre y de su madre, y tenemos unas reuniones muy bonitas en las que cada uno aporta su experiencia. El día que no puedes ir te da como rabia, te sientes vacía, porque ese tiempo que compartimos allí es una maravilla. Necesito mucha formación y el catecumenado, como pincelada inicial, me ha servido muchísimo», comenta.
«La mayor sensación que tengo es alegría, que he conseguido mi meta de pertenecer, de unirme a la Iglesia. No sé explicar lo que siento, pero es una sensación como de paz: voy a conseguir lo que quiero y luego seguiré en el camino de la Iglesia. Lo que más pena me da es no haber podido hacerlo antes de que mi abuela falleciera. Pero desde donde esté espero que me vea y disfrute el día igual que yo. Siempre nos decía que era la mayor alegría que le podíamos dar. Mi hermano, el mayor, sí que pudo hacerlo y recuerdo su cara de felicidad en la iglesia», concluye.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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