En la última Aparición de Nuestra Señora en la aldea de San Sebastián de Garabandal, en Noviembre de 1965, Conchita González, la única de las cuatro videntes que hasta ese entonces tenía la gracia de ver a la Virgen, fue animada por la Señora a visitar más a Jesús en el Sagrario. Este último ruego de la Madre de Dios cerraba el ciclo de Apariciones que se había iniciado en 1961, a poco de ser convocado el «Concilio Vaticano II».
Como ya he expuesto en anteriores artículos, considero las Apariciones de Garabandal como una providencial continuación de Fátima. Así, podemos enlazar la última manifestación de la Virgen en Fátima el 13 de Octubre de 1917, donde se apareció como la Virgen del Carmen, con lo acontecido en Garabandal, en donde seguiría apareciéndose la Virgen bajo la advocación del Monte Carmelo en 1961.
También fue Garabandal continuación de Fátima porque ante el silencio de Roma, que debió leer el Secreto de Fátima en 1960, la Virgen quiso compartir con unas niñas, cuasi analfabetas, Sus advertencias contra la Jerarquía y el clero, muy parecidas,en su contexto general, a las advertencias del Mensaje de La Salette.
No entiendo la sordera de los que se dicen católicos a los pedidos de Nuestra Santa Madre; de cierto la Virgen no nos va a decir nada nuevo, nada extraordinario fuera del Magisterio de la Iglesia. Se manifiesta Nuestra Señora a los humildes e imperfectos para poder ser Ella la genuina fuente, la que nos diga una vez más, como a los criados de la Bodas de Caná, «haced lo que Mi Hijo os diga».
Cuidemos entonces el amor que le profesamos a Su Divino Hijo en la Eucaristía, encerrado en el Sagrario, esperando nuestra visita, no porque nos necesite, sino porque bien sabe Él, mejor que nosotros, de nuestras dolencias y problemas, de lo que necesitamos y merecemos, de lo que nos angustia y nos quita el sueño… muchos preferirán acudir a un terapeuta o a un psicólogo, sin entender que el origen de sus conflictos radica en no tener a Dios. ¡Y está en el Sagrario!. Sin embargo, cuánta indiferencia, frialdades y tibiezas por aquellos que no hacen una genuflexión bien hecha ante el tabernáculo o comulgan, para luego pensar en sus cosas y salir corriendo del templo, olvidando que son Sagrarios vivientes, que tienen dentro de sí Al que puede resolver todos sus problemas.
Que este año que termina sea motivo de reflexión, de examen sincero, de propósitos santos para el que viene, pero déjame insistirte en el que estos días vengo proponiendo: la Consagración personal, la tuya propia, a los Sagrados Corazones de Jesús y de María. En Ellos se encierra todo el Amor de Jesús y de María, toda Su Bendita Caridad, Su Misericordia, Su Protección segura… abandonándote a los dos que más te aman, ¿necesitarás algo?
San Miguel Arcángel nos enseñó cómo prepararnos para recibir a Jesús en la Santísima Eucaristía y también lo que teníamos que hacer después.
El Ángel vino y nos dijo que lo primero que teníamos que hacer era decir el Acto de Contrición, el «Señor mío, Jesucristo.»
Después el Ángel me decía:
«Piensa en Quién vas a recibir…» y después me daba la Comunión y que dijera el «Alma de Cristo».
Esta Oración nos la enseñó el Ángel. Él la rezaba delante de nosotras y nosotras le seguíamos. Yo no se si esta Oración la habría oído antes pero lo que sí sé es que fue el Ángel quien me la enseñó.
El Ángel nos dijo que habláramos nosotras con Jesús, que le diéramos gracias personalmente de que Jesús había venido ese día a nosotras y que le pidiéramos. El Ángel nos dijo que hablemos a Jesús y escuchemos lo que nos diga.
Ahora, cuando voy a recibir la Eucaristía, trato de hacer exactamente igual, rezo el Señor mío Jesucristo y me preparo y después de recibir a Jesús le digo el Alma de Cristo y después le hablo y le escucho, que es muy importante pero que muchas veces se nos olvida.
More Stories
3 rasgos de San José que los sacerdotes y seminaristas necesitan imitar para ser fieles a su llamada
La misericordia y entrañable caridad de Dios nuestro Señor me cubra, me defienda y me ampare delante de su eterno juicio
Curso de Mariología. Conociendo a María, nuestra Madre