“Tú lo dices: soy rey”. Esta respuesta de Cristo a Pilatos no deja ser sorprendente si consideramos en qué situación está cada uno. Pilato como juez que puede disponer de la persona y la vida de Jesús, mientras éste está como un delincuente apresado y a merced de su juez. Hoy celebramos la festividad de Cristo Rey del Universo y podría parecer que estamos en una situación semejante ¿Podemos afirmar que Cristo reina hoy en nuestro mundo? ¿No parece que en nuestra sociedad reinan el afán de poder y de dominio? ¿No parece que frente al reino de la paz y la justicia reinen la violencia y la arbitrariedad?
Hoy muchos hombres no soportan que Cristo reine, se oponen a Él de mil formas: en las costumbres, en la ciencia, en el arte, – que se empeñan en animalizar y rebajar al hombre a sus pasiones. Se oponen a Él en los planteamientos generales de la convivencia humana, que se empeñan en que no amemos a otros hombres por la sola razón de que no son de mi pueblo o mi país, esto es el racismo y la xenofobia. Sin darnos cuenta se se endurece nuestro corazón y olvidamos que son hijos de Dios, que sus vidas y sus personas valen lo que vale la Sangre de Cristo. Si miramos a nuestro interior, a nuestro corazón y a nuestra vida, tenemos que reconocer tanto pecado, odio, división, avaricia, falta de caridad y servicio ¡Tanta oposición a que reine Cristo!
Siendo esto así ¿cómo podemos afirmar que Cristo Reina? En las Lecturas de hoy encontramos una primera respuesta. Su Reino ahora está como una promesa: “vi venir en las nubes del cielo… Su reino no tendrá fin”. Es un reino que ya está entre nosotros, pero aún ha de manifestarse con el poder y la gloria. En el Apocalipsis nos invitan a mirar y esperar esta venida: “¡Mirad! Él viene en las nubes. Todo ojo lo verá; también los que le atravesaron. Todos los pueblos de la tierra se lamentarán por su causa”.
Jesucristo es un rey que no se impone dominando; sino amando, queriendo y entregando su vida – con obras y de verdad. Es un rey que sólo mendiga un poco de amor. Este tiempo es el tiempo de la paciencia de Dios para que los corazones de los hombres se conviertan y puedan participar de ese reinado de Cristo. Por eso debemos aprovechar este tiempo para dejar que su reino, se abra paso en nuestro corazón, en nuestra vida y, así, en nuestra sociedad. Quiere reinar en los hombres: por la verdad y la vida, la santidad y la gracia, la justicia, el amor y la paz, como rezamos en el Prefacio de la Misa de hoy. Traer esto al corazón de cada uno para que se realice en el mundo. Podemos estar seguros de que vendrá con toda su majestad y su gloria, con todos los ángeles y restablecerá toda justicia. Pondrá en evidencia las injusticias y restablecerá la justicia.
Pidamos a María, Madre de Jesús y Madre nuestra que abramos, como ella su corazón a que su Hijo reine encada uno de nosotros.
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