«Pedimos al gobierno italiano que se comprometa a que ninguno de nuestros chicos y chicas pueda tener un smartphone personal antes de los 14 años y que nadie pueda tener un perfil en las redes sociales antes de los 16. Ayudemos a las nuevas generaciones».
Así comienza el llamamiento de los pedagogos Alberto Pellai y Daniele Novara, que ya superó las 66.000 firmas y se introduce en el debate internacional: Australia parece dispuesta a legislar en ese ámbito, y el Reino Unido y Francia están valorando introducir una restricción de ese tipo.
Uno de los impulsores de la campaña, Alberto Pellai, médico y psicoterapeuta de la edad evolutiva, ha explicado las razones de esta petición en el número 244 (noviembre de 2024) del mensual italiano de apologética Il Timone:
Las razones de una prohibición
Prohibir que un menor de 14 años utilice un smartphone o que abra una cuenta personal en redes sociales antes de los 16 parece hoy imposible.
El mundo entero ha ido en dirección contraria. Somos una sociedad en la que los nativos digitales se han convertido en navegadores digitales y la percepción de todos, padres y profesores incluidos, es que ya no hay vuelta atrás.
Daniele Novara y yo, en cambio, clamamos por este cambio de rumbo y, junto con más de 50.000 personas (cifra que no deja de crecer), hemos lanzado una petición para que el gobierno se encargue de establecer límites de edad que regulen la vida digital de los menores.
Alberto Pellai, médico y psicoterapeuta, es investigador en el departamento de Ciencias Biomédicas de la Universidad de Milán, donde trabaja en prevención durante el desarrollo. En 2004, el Ministerio de Sanidad italiano le otorgó la medalla de plata al mérito de la Sanidad pública. Es autor de numerosos libros dirigidos a padres, profesores, adolescentes y niños.
Hemos atravesado un periodo de veinte años dominado por un «tecno-entusiasmo» poco dispuesto a la autocrítica, pero ahora que disponemos de datos clínicos, conductuales y neurocientíficos que nos alertan de los riesgos y efectos indeseables de lo digital en la era del desarrollo, es más que necesario cuestionarnos y revisar lo que hemos permitido que suceda bajo el impulso de ese «tecno-entusiasmo».
Incluso los colegios se están cuestionando hasta qué punto es necesario un cambio de rumbo con respecto a la digitalización impulsada por los procesos de aprendizaje, hasta el punto de que el actual ministro de Educación, Universidad e Investigación ha establecido, a partir del curso escolar 2024-2025, importantes innovaciones en este frente; entre ellas la obligación de que las escuelas primarias y secundarias estén libres de teléfonos inteligentes, adhiriéndose a una normativa que cada vez más sistemas escolares están adoptando a escala internacional.
La digitalización decepciona
En Europa por ejemplo, los reglamentos escolares de las naciones con los mejores modelos de enseñanza y aprendizaje disponibles en la actualidad estipulan que las escuelas deben adoptar una política para que estén libres de teléfonos inteligentes, como es el caso de Finlandia, Noruega, Suecia, Gran Bretaña y Francia.
Las investigaciones disponibles hasta la fecha confirman que la digitalización del aprendizaje no ha aportado ningún beneficio real a las nuevas generaciones. Introducida en gran medida en las familias y los sistemas escolares con la ilusoria esperanza de promover un verdadero progreso cognitivo y social de las nuevas generaciones y ofrecer a todos el acceso al conocimiento, independientemente de su origen sociocultural, al cabo de unas décadas se ha revelado no estar a la altura de las expectativas que la habían empujado cualitativa y cuantitativamente, con tanta urgencia, en la vida de todos.
Desafortunadamente, la falta de ventajas objetivas se ha visto sustituida por una serie de efectos secundarios e indeseables que han repercutido muy negativamente en los indicadores de salud de los individuos en edad de desarrollo, tanto a nivel físico como psicológico y socio-relacional.
Jonathan Haidt, en su libro La generación ansiosa, basándose en cientos de estudios científicos, ha identificado cuatro áreas de riesgo manifiesto, que han aumentado exponencialmente entre los menores precisamente desde el trienio 2010-2012, es decir, desde el momento en que:
-los teléfonos móviles se convirtieron en smartphones:
-los menores los tuvieron en sus manos a edades cada vez más tempranas; y
-el tiempo de vida on line ha ido erosionando progresivamente el tiempo dedicado a la vida real en la existencia de sujetos en edad de desarrollo.
Cuatro aspectos críticos
He aquí los cuatro aspectos problemáticos destacados en el ensayo de Haidt:
1. Privación social.
Los adolescentes que pasan más tiempo utilizando las redes sociales son más propensos a sufrir depresión, ansiedad y otros trastornos que los adolescentes que pasan más tiempo con sus amigos en la vida real. Jean M. Twenge, en su ensayo titulado iGen, que marcó una época y se publicó justo antes de la pandemia del covid, también señaló, basándose en una enorme cantidad de datos científicos, que la generación de adolescentes «hiperconectados» nacidos después del año 2000 y que entraron en la adolescencia después de 2012 (una generación que él redefinió como la «I-Gen», es decir, la generación con I-Devices) es la generación más triste, aislada, ansiosa e infeliz de las últimas décadas.
‘Generación i. Por qué los niños super-conectados de hoy están creciendo menos rebeldes, más tolerantes, menos felices y sin ninguna preparación para la vida adulta (y qué significa eso para el resto de nosotros)’, la reflexión de la psicóloga Jean Twenge que señaló hace casi siete años un mal que ahora ya casi todos reconocen.
2. Privación del sueño.
El sueño representa uno de los factores de protección de la salud más importantes para los individuos en sus años de desarrollo. Sufriendo privación de sueño, los preadolescentes y adolescentes tienen dificultades para concentrarse, rinden peor en la escuela, ralentizan sus tiempos de reacción y respuesta a los estímulos, así como su capacidad para tomar decisiones y resolver problemas; condiciones por las que están más expuestos a sufrir accidentes. La privación de sueño también conduce, a largo plazo, al riesgo de sobrepeso y a una menor eficiencia del sistema inmunitario.
3. Adicción
Como resultado del «gran recableado» de las redes neuronales (‘the great rewiring‘, como lo llama Haidt) debido a los smartphones portátiles, la generación de personas nacidas después del año 2000 (la llamada «generación Z») se ha vuelto cada vez más dependiente del uso de teléfonos inteligentes y ha invertido en la hiperconexión dosis cada vez mayores de sus vidas.
‘¡Apaga la pantalla!’: uno de los libros de Alberto Pellai publicados en español.
4. Fragmentación de la atención y la concentración
Los estudiantes, acostumbrados desde pequeños a estar en el flujo de hiperestimulación e hiperexcitación que ofrecen las redes sociales y las pantallas en general, tienen cada vez más dificultades para mantenerse concentrados en una tarea. Su capacidad para prestar atención, concentrarse, memorizar y escuchar se ve tan mermada que en la actualidad es uno de los mayores obstáculos para alcanzar los objetivos de aprendizaje de los programas escolares en todo el mundo.
Urge un cambio de rumbo
Por todas estas razones, un cambio de rumbo es hoy más importante que nunca, y este cambio de rumbo ya no puede ser responsabilidad únicamente de la familia.
Los gobiernos también tienen que tomar partido, porque de lo que estamos hablando no es sólo de un problema educativo que depende de la responsabilidad familiar, sino también de un problema de salud pública, que como tal requiere una regulación precisa por parte del Estado.
Esta es la motivación que nos ha llevado a realizar una petición instando a los gobiernos a dar un paso importante para la salud de los niños. Es su derecho y el deber de todo el mundo adulto.
Traducción de Verbum Caro.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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