«He aguantado el ambiente del estadio, el triunfo de la emotividad, la reducción de la fe a una cuestión de poder. Pero ante los actos cismáticos no pude continuar«. Así habla Dorothea Schmidt en la entrevista que le hace Leone Grotti en el número de febrero de Tempi: el abandono del camino sinodal alemán por esta periodista católica ha causado polémica.
«No puedo seguir participando en un sínodo que conduce claramente a un cisma en la Iglesia católica alemana». Esta es la razón por la que Dorothea Schmidt anunció, en vísperas de la última sesión del camino sinodal en Alemania, junto con otras tres destacadas figuras laicas (las teólogas Katharina Westerhorstmann y Marianne Schlosser, así como la filósofa Hanna-Barbara Gerl-Falkovitz), que no participaría en la sesión plenaria de marzo de 2023 en Fráncfort. La escritora y madre de dos hijos, columnista de conocidos periódicos católicos como Die Tagespost y kath.net, ha soportado de todo desde la primera asamblea, que tuvo lugar el 1 de diciembre de 2019, del camino sinodal: un clima más propio de la grada de un estadio que de una asamblea eclesial, comentarios «indignados y difamatorios» a cada intervención que proponía seguir la doctrina católica en lugar del «espíritu del tiempo», la reducción de cualquier tema de fe a una cuestión de poder.
Schmidt hizo su contribución («mientras pude»), pero cuando quedó claro que la asamblea, ignorando la prohibición explícita del Papa Francisco, aprobaría la creación de un comité sinodal para sustituir la autoridad de los obispos, decidió dimitir.
En una carta fechada el 6 de noviembre, escrita junto con las demás dimisionarias, informó al papa de los peligros que corría la Iglesia alemana. Y Francisco le respondió cuatro días después, el 10 de noviembre, afirmando: yo también estoy preocupado «por los ya numerosos y concretos pasos con los que grandes partes de esta Iglesia local siguen amenazando con alejarse cada vez más del camino común de la Iglesia universal».
Una rueda de prensa de los dirigentes del camino sinodal alemán, encabezados por el presidente de la conferencia episcopal, Georg Bätzing, uno de los obispos más alejados de la doctrina católica.
Los pasos a los que se refiere el Pontífice son los aprobados al final del camino sinodal alemán: la petición de «revisar el celibato de los sacerdotes», que se enviará a Roma con ocasión del sínodo sobre la sinodalidad; la petición de «admitir a las mujeres al diaconado sacramental», si no al sacerdocio propiamente dicho; la obligación para los obispos alemanes de «obtener el permiso de la Santa Sede para que los laicos puedan predicar la homilía durante las misas festivas», a la espera de que se les conceda la facultad de administrar los sacramentos de la confesión y de la unción de los enfermos; la obligación para los obispos de crear ritos ad hoc para la bendición de parejas homosexuales, con vistas a «una reevaluación de la homosexualidad como variante normal de la sexualidad humana»; la necesidad de que la Iglesia alemana acoja la identidad de género, así como a las personas «transexuales e intersexuales», permitiendo que en el registro de bautismo se escriba el término «diferente» en lugar de «masculino» o «femenino» (moción aprobada en el aula ondeando banderas arco iris).
Por último, la puesta en marcha de una comisión para crear un consejo del sínodo, compuesto por laicos y religiosos elegidos, que podrá tomar decisiones vinculantes sobre cuestiones organizativas, eclesiásticas y teológicas. «Dimití precisamente para no participar en estos actos cismáticos«, explica a Tempi Schmidt, que ha aceptado contar el camino sinodal desde dentro.
-Empecemos por el principio: ¿por qué la conferencia episcopal alemana organizó el camino sinodal en 2019?
-El objetivo inicial era responder a la terrible crisis de los abusos sexuales y dejar de hacer la vista gorda ante esta lacra. Pero en cuanto se presentó la lista de exigencias que se plantearían durante el sínodo, me irrité: enseguida me di cuenta de que el objetivo no era luchar contra los abusos, sino crear una nueva Iglesia tergiversando la doctrina sexual y adoptando un lenguaje lleno de asteriscos proclive a la ideología de género.
-¿Quién eligió los 230 miembros de la asamblea?
-La asamblea estaba constituida por todos los miembros de la conferencia episcopal alemana y del Comité Central de los Católicos Alemanes, una institución laica de tendencia política fuertemente progresista. Los demás participantes fueron designados por estos dos organismos. Como pronto quedó claro que la mayoría de los miembros tenían ideas fuertemente progresistas, dos obispos pidieron que se les permitiera nombrar a algunos católicos más fieles a la doctrina. A cada uno se le permitió nombrar a cinco personas. Yo estaba entre ellas.
-¿Se encontró usted en minoría?
-Sí, desgraciadamente nos dimos cuenta desde el principio de cómo irían las votaciones. Es como si en el Bundestag, para decidir si se pone fin a la impermeabilización del suelo, solo se llamara a votar a los contratistas de obras. El resultado estaría cantado. Sin embargo, nadie pudo explicar a los fieles por qué estos 230 miembros estaban legitimados para hablar en nombre de 23 millones de católicos alemanes o de 1.400 millones de católicos de todo el mundo. ¿Quién les autorizaba a decidir reformas tan profundas o incluso a crear una nueva Iglesia?
Una de las asambleas del camino sinodal alemán, donde se ha practicado una hostilidad abierta a cualquiera que defendiese la ortodoxia.
-¿Los miembros tenían por lo menos competencias teológicas?
-No. Solo el 10% de los participantes argumentaba de manera teológica. El camino sinodal nunca ha tenido nada que ver con la búsqueda de la verdad, solo buscar una mayoría.
-¿Las discusiones se desarrollaron de manera serena?
-Los medios de comunicación dividieron inmediatamente a los participantes en dos facciones opuestas. Durante las sesiones no hubo espacio para hablar de todo lo que siempre he vivido en la Iglesia: la fe, la oración, los sacramentos, la vida espiritual, el magisterio, la liturgia, el seguimiento de Cristo. En los rostros de la gente no leía alegría, solo había caras petrificadas. Cualquiera que expresara una opinión crítica con la de la mayoría era ignorado o inundado de comentarios indignados y difamatorios. Algunos incluso levantaban pancartas rojas en el aire para expresar su desaprobación. En resumen, el clima propio de un estadio.
»Las objeciones rara vez se tenían en cuenta en los documentos finales, porque no iban en la dirección deseada por los principales estrategas del sínodo. Por no hablar de que, por término medio, disponíamos de un minuto, máximo dos, para hablar. ¿Cómo se podía exponer un argumento teológico complejo de forma comprensible y adecuada en un solo minuto? Teníamos que tomar decisiones importantes bajo la presión del tic-tac del reloj, pero no se puede trabajar así. Para tomar decisiones cruciales hay que tener tiempo para escucharse unos a otros, escuchar juntos al Espíritu Santo, y luego reflexionar: ¿qué pensamiento viene de Dios, cuál viene de mí mismo, o es simplemente una moda? Todas estas cuestiones se han ignorado.
-¿Intentó oponerse a las propuestas más progresistas?
-Cualquiera que tuviera una opinión diferente y discrepante recibía despiadados ataques personales. Había mucha emotividad. Pero cuando se trata de emociones, el ganador es siempre el que tiene la reacción emotiva más extrema. Esto hace imposible cualquier debate práctico y convierte a la Iglesia en una realidad poco atractiva para el mundo exterior. Faltaba totalmente una atmósfera de confianza.
-¿Qué orientaciones de pensamiento consiguieron el mejor resultado en el camino sinodal?
-Todo se ha reducido a una cuestión de poder, una categoría por la que no se puede comprender a la Iglesia en absoluto. Durante el Sínodo, la propia Iglesia fue puesta en tela de juicio, empezando por la visión antropológica cristiana de la humanidad, sustituida por la ideología de género. Algunos pretendieron clericalizar completamente a los laicos e incluso cuestionaron la propia institución del sacerdocio. Algunos han propuesto abolirlo, considerando que los abusos en la Iglesia son consecuencia directa del celibato, el clericalismo y la negativa a admitir a mujeres y homosexuales en el sacerdocio. Un pensamiento absurdo, que contradice todos los estudios más importantes sobre el tema de los abusos.
-¿Con qué argumentaciones se propusieron y sostuvieron las medidas más revolucionarias?
-La Iglesia católica alemana está perdiendo fieles. La idea básica es que perderá aún más si no inclina la cabeza ante el Zeitgeist, el espíritu de los tiempos. Según este punto de vista, es correcto abolir la moral sexual porque ya nadie la sigue. y puesto que muchas mujeres se sienten ignoradas en la Iglesia o creen que están llamadas al sacerdocio, entonces la Iglesia debe ordenarlas. y puesto que los laicos quieren participar en los procesos de toma de decisiones de la Iglesia, también en cuestiones doctrinales, entonces hay que garantizarlo.
-¿La Iglesia ganará fieles siguiendo al mundo?
-Lo excluyo, también porque en ciertos temas la opinión mayoritaria cambia constantemente y la Iglesia tendría que adaptarse continuamente. Pero esta no es la tarea de la Iglesia, que, por el contrario, debe traducir el Evangelio a la realidad de la vida y acompañar a las personas en todas las etapas de la existencia para que entren en una relación de amistad con Cristo. La Iglesia debe reformarse para encontrar formas siempre nuevas de llevar a los hombres el mensaje divino de amor, fe y esperanza. Sin embargo, no debe cambiar la verdad de su mensaje para agradar más al mundo.
-En una carta fechada el 16 de enero de 2023, firmada entre otros por el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, y «aprobada de forma específica» por el Papa, por tanto con fuerza vinculante, la Santa Sede informó al presidente de la conferencia episcopal alemana, monseñor Georg Bätzing, de que la creación de un consejo sinodal «no puede armonizarse con la estructura sacramental de la Iglesia católica» y de que las medidas aprobadas por el camino sinodal no son vinculantes para los obispos alemanes. Sin embargo, la Iglesia alemana ha ignorado por completo el llamamiento del Vaticano. ¿Estamos ante un cisma de facto?
-Cuando las directrices del Papa son constantemente ignoradas o reinterpretadas, igual que lo es el magisterio, creo que estamos ante actos cismáticos. Estamos muy cerca de la definición legal de cisma en Derecho Canónico. Si la Iglesia alemana, como parece, no da marcha atrás, se separará de la Iglesia universal.
-¿Por qué la constitución de un consejo sinodal representa un peligro tan grande para Roma?
-La Iglesia tiene una organización jerárquica y un consejo sinodal elegido por un periodo de tiempo limitado no puede sustituir arbitrariamente al obispo como pastor de la Iglesia. Los obispos dependen del Papa, de la verdad del Evangelio y del depósito tradicional de la fe, no de la mayoría de los miembros de un consejo. En noviembre de 2022, de regreso de Bahrein, el Papa Francisco criticó el sínodo alemán, afirmando: «Alemania no necesita otra Iglesia protestante». Dio en el clavo. Tenemos que volver al corazón del mensaje de Jesús, redescubrir el Evangelio y traducirlo de manera que la gente de hoy pueda entenderlo. Tenemos que ofrecer al mundo una cultura diferente, no disolvernos en el mundo. Necesitamos una escuela de oración que ayude a la gente a experimentar la presencia viva del Padre misericordioso, no un camino sinodal que protestantice la Iglesia católica alemana.
Traducción de Verbum Caro.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
More Stories
LUNES 28 DE AGOSTO 2023 (Semana 21 del TO): NO SEAMOS HIPÓCRITAS
Mónica, viuda, madre de Agustín de Hipona (c. a. 332-387)
Sientas en una mesa a Hakuna, Emaús, neocatecumenales, Comunión y Liberación, Acción Católica y…