10/01/2025

Dos jóvenes cuentan cómo se hicieron monjas antes de los 28 años: «Ya tenía el nombre de mis hijas»

El mundo de la vida religiosa y consagrada asiste a una doble y paradójica tendencia: mientras que cada año conventos y monasterios cierran sus puertas ante la falta de vocaciones y la avanzada edad de sus miembros, otras congregaciones asisten atónitas a la multiplicación de jóvenes vocaciones por las que se ven obligadas a inaugurar nuevas fundaciones, como lo muestran las Sisters of lifeHermanas de la vida-, las dominicas de Nashville o en España Iesu Communio.

Recientemente, Associated Press se hacía eco de este fenómeno y lo plasmaba con dos rostros e historias de jóvenes que dejaron sus prometedoras rutas hacia el llamado “sueño americano” y las cambiaron por una voluntaria vida de oración y pobreza.

«Quería un marido como mi padre y tres hijos»

Es el caso de Seyram Mary Adzokpa, que en 2021 pasó a formar parte de las Hermanas de la Sagrada Familia en Nueva Orleans a los 27 años.

Nacida en Ghana, África occidental, y criada en Estados Unidos, Adzokpa relata que, aunque su familia era católica, ella no sabía nada de la vida religiosa. Cuenta que siempre había querido “un marido como mi padre y tres hijos”, habiendo llegado a elegir incluso los nombres de sus dos futuras hijas.

Un planteamiento que Adzokpa vio cambiar repentinamente y por completo cuando con 25 años, acompañaba a su madre en un centro comercial y vio pasar a dos religiosas dominicas junto a ella.

La joven tenía una prometedora carrera por delante y una vida que disfrutaba. Pero tras once años de perseguir junto a su familia el sueño americano, no encontró nada comparable a la sensación que tuvo al contemplar los impolutos hábitos de las dominicas.  

«Como si me hubiesen golpeado»

“No puedo describirlo. Sentí como si me hubiesen golpeado en el corazón”, relata.

Sin embargo, la decisión definitiva de Adzokpa para entregar su vida como religiosa no llegó hasta el estallido de la pandemia un año después, en un contexto plagado de un “absoluto terror” que enfrentaba como enfermera.

“Sin embargo, también tenía el deseo de aferrarme o acercarme a alguien que supiera lo que estaba pasando. Y esa persona era Dios”, comenta.

El modo en que lo supo fue a través de una película sobre la venerable Henriette DeLille, fundadora de las Hermanas de la Sagrada Familia en Nueva Orleans. El camino hacia la vocación ya estaba definido y todas las señales que indicaban a la joven como recorrerlo apuntaban hacia la congregación fundada por DeLille.

Sin embargo, la joven estaba convencida de que su familia no lo aceptaría. “Vinieron a Estados Unidos por nosotros en busca de una mejor educación, una vida mejor, de una carrera y del sueño americano. Y ahí estaba yo, diciéndoles que lo estaba tirando todo por la borda para irme a ser pobre, obediente y casta”; pensaba.

Sin embargo, el apoyo de su familia fue total y absoluto. Ya nada la separaba de la congregación, a la que ingresó formalmente en septiembre de 2021, a los 27 años.

Seyram Mary Adzokpa, integrante de las hermanas de la Sagrada Familia. 

Agradecida, Adzokpa devuelve lo aprendido como enfermera antes de ingresar a la congregación y hoy se desempeña cuidando a las hermanas enfermas y mayores de las Hermanas de la Sagrada Familia, muchas de ellas con más de 80 años.

“A pesar de tener una carrera y una vida que disfruté, pude responder a este llamado por la persistencia de Dios. Creo de verdad que cuando Él te llama, te perseguirá. No deja de luchar”, concluye.

¿Tener un novio atractivo, ser popular, un buen coche… o ser moja?

Similar es el caso de la hermana Mary Rose Bratlien, integrante de las Hermanas Franciscanas, Tercera Orden Regular (T.O.R), de la Penitencia de la Madre Dolorosa.

Criada en San Diego (California), cuenta en el portal de su congregación que la familia al completo abandonó la fe cuando ella tenía solo 3 años. Aunque fue bautizada, también ella abandonó rápidamente la práctica religiosa y la “apariencia exterior” ocupó buena parte de sus esfuerzos.

“Estaba preocupada por encontrar un novio atractivo, ser popular, conducir un buen coche y comprar ropa bonita. Iba frecuentemente a fiestas y bebía en exceso, tratando ansiosamente de ocultar mis inseguridades. Esto me generó un mayor vacío interior y desánimo por la persona en la que me había convertido”, confiesa.

Recuerda como especialmente impactante el divorcio de sus padres, cuando ella tenía 13 años y la familia de ocho miembros. Pero también de ahí surgió una “transformación completa” en su madre, que regresó a la Iglesia y se dedicó desde entonces al apostolado.

“En mi último año de secundaria comencé a leer la Biblia, buscando vorazmente la verdad, anhelando la misma fe, el mismo amor misericordioso y la misma alegría que había visto en mi madre”, cuenta la hermana.

Mary Rose Bratlien, religiosa de las Hermanas Franciscanas.

Isaías 62, «como si Dios me hablara»

Tenía 18 años cuando, tras un completo estudio de los templos protestantes y las iglesias católicas locales, Bratlien decidió unirse a la Iglesia, confirmarse y sumergirse de lleno en la fe.  “Mi único objetivo era descubrir la voluntad y el propósito de Dios para mi vida. Ya no estaba atada por mis antiguas inseguridades y temores, sino que entendí profundamente que Dios me ama como a una hija preciosa”, agrega.

Recuerda una tarde cualquiera, volviendo a su casa en coche tras sus clases de estudio de la Biblia, cuando la palabra “consagrada” se le vino a la cabeza “de la nada”: “Sabía que no se me había ocurrido por mi cuenta, porque ni si quiera conocía su significado. Me pregunté si Dios querría que me consagrara y durante los siguientes años empecé a visitar conventos y a aprender sobre la vida religiosa”.

La confirmación de sus pronósticos fue durante sus estudios en la Universidad Franciscana de Steubenville, durante una sesión de discernimiento vocacional. Recuerda que al leer Isaías 62:5 fue “como si Dios me estuviera hablando directamente”, diciéndole: “Como un joven se desposa con una virgen, así se desposará contigo tu Dios; y como se regocija el esposo con su esposa, así se regocijará contigo tu Dios”.

Aquella fue la confirmación definitiva a una vida que comenzó en las Hermanas Franciscanas un año después de su fundación en 1989, con poco más de 26 años: “Ha sido un viaje emocionante como hermana religiosa, lleno de gracia sin medida, y ciertamente la mayor alegría de mi vida. ¡A Dios sea la gloria y la alabanza por siempre!”, agrega la religiosa.

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»