Gloriosísima Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, vuelve tus ojos en piedad sobre nosotros, miserables pecadores; estamos afligidos por los muchos males que nos rodean en esta vida, pero especialmente sentimos que nuestros corazones se rompen dentro de nosotros al escuchar los espantosos insultos y blasfemias pronunciadas contra ti, oh Virgen Inmaculada. ¡Oh, cómo estos dichos impíos ofenden a la infinita Majestad de Dios y de su Hijo unigénito, Jesucristo! ¡Cómo provocan su indignación y nos dan motivos para temer los terribles efectos de su venganza! Ojalá el sacrificio de nuestras vidas sirviera para poner fin a tales ultrajes y blasfemias; si así fuera, cuán alegremente deberíamos hacerlo, porque deseamos, oh Santísima Madre, amarte y honrarte con todo nuestro corazón, ya que ésta es la voluntad de Dios.
Y solo porque te amamos, haremos todo lo que esté en nuestro poder para hacerte honrada y amada por todos los hombres. Mientras tanto, tú, nuestra Madre misericordiosa, la suprema consoladora de los afligidos, acepta este nuestro acto de reparación que te ofrecemos para nosotros y para todas nuestras familias, así como para todos los que te blasfeman impíamente, sin saber lo que dicen. Obtienes para ellos del Dios Todopoderoso la gracia de la conversión, y así haces más manifiesta y más gloriosa tu bondad, tu poder y tu gran misericordia. Que se unan a nosotros para proclamarte bendecida entre las mujeres, la Virgen Inmaculada y la Madre de Dios más compasiva.
PUBLICADO ANTES EN CATOLICIDAD
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