18/11/2024

E.F. Schumacher, el converso que convirtió a millones de lectores a la doctrina social de la Iglesia

No es frecuente que la publicación de un solo libro pueda cambiar la percepción de millones de personas en todo el mundo. Lo pequeño es hermoso, de Ernst Friedrich Schumacher (1911-1977), fue uno de ellos. Subtitulado «un estudio de la economía como si la gente importara», Lo pequeño es hermoso se publicó en 1973 con una acogida inmediata y se convirtió en un bestseller internacional. 

En el momento de su publicación, Schumacher ya era conocido como economista, periodista y empresario. Fue Consejero Económico de la Junta Nacional del Carbón del Reino Unido de 1950 a 1970 y también fue el creador del concepto de desarrollo sostenible para los países en desarrollo. Lo que no se sabía, y aún se desconoce en gran medida, es que su radical perspectiva económica y política estaba enraizada en la doctrina social de la Iglesia católica, enunciada por el Papa León XIII y el Papa Pío XI, y reiterada en el Catecismo de la Iglesia católica.

Nacido en Alemania en 1911, Schumacher estaba destinado a convertirse en uno de los economistas más influyentes y controvertidos del siglo XX. Abandonó su país natal disgustado por las políticas del Tercer Reich de Hitler y se instaló en Inglaterra, donde se hizo marxista y ateo. En los años 50 rompió con el dogma marxista (y capitalista) cuando empezó a darse cuenta de que la economía no era una ciencia autónoma, sino un derivado de la filosofía o los conceptos religiosos de la cultura en la que operaba. 

El modus operandi de cualquier economía -y la forma en que el modus operandi se estudiaba, interpretaba y juzgaba- se derivaba de los fundamentos religiosos y filosóficos de la cultura en la que operaba y dependía de ellos. Si la religión o la filosofía dominante de una cultura cambiaban, también lo haría el modus operandi económico. Este descubrimiento influyó tan profundamente en Schumacher que podría considerarse una conversión casi religiosa.

Durante su primer viaje a la India, en 1960, se sintió inspirado para defender la causa de la Tecnología Intermedia o Apropiada, que abogaba por la aplicación de tecnología a escala humana a nivel local diseñada para ayudar a las comunidades locales a alcanzar la autosuficiencia sostenible. Este enfoque a pequeña escala de la economía ponía en tela de juicio toda la ética de la macroeconomía, que seguía concentrando el capital de inversión en el desarrollo de tecnología a gran escala en las zonas urbanas, cuyo efecto era el empobrecimiento de las zonas rurales, provocando la migración masiva de las comunidades rurales a viviendas precarias improvisadas en las florecientes aglomeraciones urbanas.

Schumacher expuso buena parte de su pensamiento en este encuentro con estudiantes de la Universidad de Illinois, en Chicago, el 19 de marzo de 1977, una grabación restaurada por el Schumacher Center for a New Economics.

Schumacher se sorprendió cuando un amigo le sugirió que varias encíclicas papales habían abordado las mismas cuestiones económicas que ahora le preocupaban. Al principio se mostró escéptico ante la posibilidad de que los Papas «en su torre de marfil» tuvieran algo que enseñarle en el ámbito de la economía, pero leyó la Rerum Novarum (1891) de León XIII y la Quadragesimo Anno (1931) de Pío XI y se quedó asombrado por el enfoque que ofrecía la doctrina social de la Iglesia. 

Sin embargo, fue la promulgación de otra encíclica papal, la Humanae Vitae (1968) del Papa Pablo VI, la que tendría un impacto más inmediato en su vida. Esta encíclica impulsó a su esposa y a una de sus hijas a buscar instrucción en la fe católica. El mensaje que transmitía la Humanae Vitae, escribió la hija de Schumacher, «era una afirmación y un apoyo al matrimonio, a las mujeres… que se habían entregado por entero a sus matrimonios y que sentían agudamente la presión del mundo exterior que gritaba cada vez más fuerte que las relaciones monógamas y hogareñas eran opresivas para las mujeres e impedía que se ‘realizaran'».

Aunque, en aquel momento, Schumacher no se sentía capaz de seguir a su mujer y a su hija en la Iglesia, coincidía con su opinión sobre la encíclica. «Si el Papa hubiera escrito otra cosa», le dijo a un amigo, «habría perdido toda fe en el papado«.

En 1971, Schumacher ingresó finalmente en la Iglesia católica, decisión que supuso la culminación y consumación final de su larga búsqueda espiritual. Dos años más tarde se publicó su bestseller mundial Lo pequeño es hermoso, una obra tan popular como profunda que casi por sí sola redefinió la percepción pública de la economía y su impacto en la sociedad humana y el medio ambiente. 

Casi de la noche a la mañana, Schumacher se hizo famoso en todo el mundo. Idolatrado como gurú tanto por la contracultura californiana como por una nueva generación de eco-guerreros, fue reconocido simultáneamente en la Lista de Honores de la Reina y se le concedió el título de Comendador de la Orden del Imperio Británico en 1974. Pasó los últimos años de su vida disfrutando de la gloria reflejada en su libro superventas, con la certeza de haber cambiado radicalmente la perspectiva de millones de personas. En 1977, sus puntos de vista se habían hecho tan populares que el presidente Carter no solo le invitó a dar una charla de media hora en la Casa Blanca, sino que también quiso fotografiarse con un ejemplar de Lo pequeño es hermoso.

Schumacher murió el 4 de septiembre de 1977, a la relativamente joven edad de sesenta y seis años. Poco después de su muerte, The Times publicó un homenaje de Barbara Ward, cuyo libro La morada del hombre, publicado el año anterior y escrito para la Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Asentamientos Humanos, celebrada en Vancouver en 1976, era una reiteración de los principios que Schumacher tanto apreciaba. «Cualquiera que haya tenido la suerte de conocer a Fritz Schumacher», escribió, «lamentará sobre todo la pérdida de un amigo que combinaba una inteligencia innovadora y un rigor mental extraordinarios con la mayor gentileza y humor. Pero lo que el mundo ha perdido es mucho más importante». 

Ward hizo un recuento de los logros de Schumacher, haciendo especial hincapié en su labor pionera en el campo de la tecnología intermedia y el desarrollo sostenible, antes de concluir con elegíaco entusiasmo: «A muy pocas personas les es dado empezar a cambiar, drástica y creativamente, la dirección del pensamiento humano. El Dr. Schumacher pertenece a esta minoría intensamente creativa y su muerte es una pérdida incalculable para toda la comunidad internacional».

El 30 de noviembre se celebró una misa de réquiem por Schumacher en la catedral de Westminster. Al día siguiente, The Times describió a Schumacher como un «pionero del pensamiento postcapitalista y postcomunista», dedicando su editorial a su memoria: «Nunca han faltado profetas y predicadores que afirmen que la humanidad avanza en la dirección equivocada, que la búsqueda de la riqueza no trae necesariamente la felicidad, que es necesaria una renovación de la percepción moral y espiritual si se quiere evitar el desastre. De vez en cuando, uno de estos profetas suscita una reacción que dice tanto de la época en que vive como del mensaje que trae. El Dr. Fritz Schumacher… era uno de ellos».

Su conversión al catolicismo parece haberse perdido en medio de los elogios. Quizá se pasó por alto, se olvidó o simplemente se consideró irrelevante; o quizá fue algo que sus millones de admiradores no cristianos pensaron que era mejor mantener en secreto. Sin embargo, lo cierto es que Schumacher consideraba su conversión de suma importancia. Así lo demuestra el hecho de que considerara su obra espiritual, Una guía para los perplejos, como su logro más importante.

Resulta irónico que el moderno movimiento ecologista o «verde» derive su Weltanschauung [visión del mundo] no de ninguna filosofía New Age o «espiritualidad» neopagana, sino de la pericia y sabiduría de un economista de fama mundial que encontró inspiración en la doctrina social de la Iglesia

Schumacher consiguió popularizar la doctrina social católica de un modo que superó con creces el limitado éxito de Hilaire Belloc y G.K. Chesterton cuando hicieron lo mismo cincuenta años antes. Su legado duradero es ilustrar que la «subsidiariedad» y la «solidaridad», la esencia de la doctrina social de la Iglesia enseñada por sucesivos Papas y definida en el Catecismo de la Iglesia católica, tiene un atractivo popular mundial. Es, por tanto, desconcertante que la doctrina social católica se considere a veces el secreto mejor guardado de la Iglesia y que algunos, incluso dentro de la Iglesia, piensen que «es mejor guardar el secreto».

Publicado en Crisis Magazine.

Traducción de Verbum Caro.

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»