En busca de argumentos para empezar este artículo citaremos a Gregorio Luri, que no piensa como nosotros ni habla de fundar escuelas rurales, pero que disecciona la educación y la escuela española con gran finura gracias al afilado bisturí de su pensamiento. Gregorio Luri señala que hoy, con este Sistema Educativo, con esta Ley de Educación actuales, lo que hacen los alumnos en el aula “saben que ha dejado de tener consecuencias. Si lo que han de hacer no se refleja ni en una calificación ni en ningún tipo de recompensa, lo que les preocupa es hacerlo rápidamente sin andarse con miramientos con la precisión. A medida que la escuela y la familia se han vuelto más permisivas, es menos probable que se enfrente al niño ante sus responsabilidades”.
¿Qué ha pasado con las responsabilidades de la escuela, con sus fines, con las necesarias expectativas que han de desencadenar los docentes y los padres? ¿Es la escuela un mero trámite que se desentiende de los intereses reales de los estudiantes, de sus familias y de la sociedad?
Cuando llegan los estudiantes a la escuela parece que la tarea sea para el sistema ir empujándolos hacia arriba, que vayan “superando” los cursos para acabar en el mundo laboral -si es posible tras su paso por la Formación Profesional o la Universidad- como verdaderos autómatas.
¿Es la escuela una agencia de colocación muy mejorable? Una «agencia» que carece de una mínima formación moral, cívica y humanística. ¿Qué pasa con aquella máxima clásica que dice algo así como “llega a ser la mejor persona que estás llamada a ser”? No la pronunció Aristóteles pero casa perfectamente con su ética y su teleología. ¿Qué hay de los ideales, de la vida buena, de convertirse en ciudadanos esperanzados a través de la virtud como proponían los retóricos que eran los verdaderos pedagogos de Grecia y Roma?
A dónde va la escuela
Está llegando el momento de empezar a pensar que hay que crear, entre muchas otras posibilidades, renovadoras pequeñas escuelas en los niveles de infantil y primaria. Crear meticulosas escuelas por parte de un grupo numeroso de padres jóvenes que ven la educación como un asunto central en la vida de sus hijos nos solo como camino hacia el mundo laboral sino como raíz de una formación integral, humanística que apunta al amor al saber y a la cultura en el sentido más noble del término. Numerosas escuelas públicas y concertadas están adquiriendo un ritmo, una inercia que hace temer lo peor. No hay exigencia, hay pasividad, y sí mucha innovación que a menudo no es más que una experimentación frívola que no educa. Auténtica adoración de lo nuevo sin más argumentos, como afirmaría Gregorio Luri.
Al acabar la primaria hay que empezar a saber leer, escribir y disertar -haberse familiarizado con el arte de la oratoria- para ser mejor y contribuir a la mejora de la sociedad como diría el retórico Quintiliano (siglo I d.C), que ejerció en Roma pero nació en Calahorra. Sin embargo estos fines altos han desaparecido: crece el analfabetismo funcional dado que saben leer y escribir pero únicamente como mera decodificación y anotación de palabras, pero los estudiantes no entienden la mayoría de los textos ni saben expresarse oralmente, no alcanzan un conocimiento suficiente para ser personas responsables y ejemplares. Estos fines básicos de la educación muchas escuelas públicas y concertadas hoy no los aseguran. Estoy pensando, quizá soñando, en escuelas privadas rurales, multinivel y fundadas por unas familias que quizá se han ido a vivir a un municipio -cercano a una gran ciudad- desde donde pueden teletrabajar. O desplazarse en tren, en autobús de línea, para trabajar sin tener que menear a los niños arriba y abajo de un modo insomne.
`Imaginemos que la escuela de este municipio está cerrando y el ayuntamiento la ofrece en alquiler y las 20 familias ponen una condición, la independencia educativa. ¿Objetivo?: Desplegar una libertad educativa que facilite una formación nueva y humanista´.
El ideal de una escuela rural
Vamos a soñar en esta dirección que no deja de ser una forma de pensar proyectos. Imaginémonos 20 familias desencantadas de algunos malogrados colegios urbanos. Familias que además cargan, o cargarían, con unos alquileres, unas hipotecas inasumibles y onerosas. Y además estas 20 familias encuentran, en un municipio pequeño cercano a una ciudad mediana (que les ofrece un amplio abanico de trabajos), la posibilidad de rehabilitar unas casas por poco precio. El ayuntamiento, en pleno proceso de despoblación, la España vaciada, recibe a las familias con los brazos abiertos. Y quizá esta llegada de familias animará la vida municipal y atraerá iniciativas, quizá turismo, hostelería.
Es más, estas 20 familias podrían alentar la economía de un modo más abierto con nuevos modelos de negocio y la instalación de más servicios.
Imaginemos que la escuela de este municipio está cerrando (¡oh!, casualidad) y el ayuntamiento se la ofrece en alquiler a estas 20 familias. Y además el mismo ayuntamiento colabora para adecentar las instalaciones donde el recreo casi es el mismo campo circundante dicho con toda la prudencia que sea precisa. Las 20 familias ponen una condición, la independencia educativa de esta nueva escuela. ¿Objetivo?: desplegar una libertad educativa que facilite una formación nueva, humanista, llena de actos de atención y de silencio, de conocimiento y estudio.
Tiene dicho Gregorio Luri que la atención, el grado de atención que despliega cada niño, en proporción lógicamente a su edad, es el nuevo coeficiente intelectual. Una escuela pequeña sin pantallas distractoras para enseñar con la calma, subrayando el protagonismo de un maestro, su voz, su narrativa y la adecuación de su lenguaje a la realidad de los conocimientos de siempre acrisolados por las décadas y en ocasiones por los siglos. Sin experimentos.
La atención, clave en la educación
Ahí, en esa escuela, se cultivaría la atención y la vida del alma, y la nobleza de espíritu como defendería Rob Riemen.
Nobleza de espíritu: un tema que tan bien esta divulgando en nuestro país Enrique García-Máiquez. Y se trabajaría con unos libros de textos completos, secuenciados, bien escritos y desde luego en papel. Libros que repasan con inteligencia, proporcionadamente, toda la historia universal, que trabajan cabalmente la geografía física y política de todo el planeta. Que ponen esmeradamente las bases de los primeros conocimientos literarios y filosóficos y la lectura de los primeros relatos y textos más asequibles de estas disciplinas. Y el cálculo, la aritmética, la geometría y las matemáticas siempre de un modo acorde a la edad. Y todos estos pasos educativos pensando siempre en poner las bases para una educación secundaria donde se han de desarrollar aún más estos conocimientos que seguirán siendo relevantes durante toda la vida, en lecturas y en la vida cultivada.
Una escuela pequeña con aulas multinivel donde no importa que hayan pocos alumnos. Y una sencilla pero jugosa y bien pertrechada biblioteca escolar. Y probablemente, si la burocracia de poner en marcha una escuela privada de infantil y primaria fuera muy exigente y aparatosa también, cabría, con el acuerdo de todas las partes, poner en marcha un sistema homeschooling. Entonces la libertad sería total. Y se crearía una auténtica comunidad. Pero olvídese el lector de experimentos hippies.
El homeschooling es una alternativa no tan remota
Que debería evitar siempre una educación caótica y a salto de mata. El homeschooling está tolerado en nuestro país. Se podría decir que es alegal. Nuestro modelo homeschooling debería estar ligado a una organización escolar racional con padres y madres (titulados) y maestros como profesores. Luego la escuela debería organizarse con los mejores libros de texto, insistimos, disponibles en España para avanzar sin perder de vista un currículum razonablemente completo y sin la tiranía de estar sometido al Sistema Educativo y a la Ley de Educación.
Una escuela abierta de par en par que invitaría a ser visitada a quien quisiera conocerla. Una escuela que creería en sí misma y se plantearía crecer como un modelo replicable. Una escuela de puertas abiertas en visitas concertadas que no sería una burbuja sino un modelo que, acogiéndose al principio de subsidiaridad, demostraría que en niveles intermedios la capacidad organizativa de padres y maestros supera a veces a un Estado distante, lejano, en ocasiones torpe y desinteresado.
Escuela y lenguaje
Este es un modelo sin ningún misterio: unos profesores que podrían ser padres (o conocidos) titulados en educación infantil y primaria. Una escuela que formaría ciudadanos al estilo de la Paideia griega y de la Humanitas romana. La Humanitas romana retoma muchos elementos del legado de la Paideia griega y sus ideales están arraigados en una formación que pone énfasis no solo en la instrucción, el conocimiento, la verdad y la sabiduría sino también en el plano físico -deportivo, atlético…- y sobre todo moral. Quintiliano está pensando en estudiantes atentos al manejo del lenguaje desde la primera infancia en el hogar. Estudiantes educados no para “ir tirando” sino capaces de gobernar las instituciones como antes los discípulos de Isócrates (436 a. C. – 338 a. C) se formaban para dirigir las polis (las ciudades-estado griegas).
La voz del maestro, la voz de las palabras
Escuela cargada de atención y de silencio ante la palabra del maestro. Y a la vez atenta a la voz de los alumnos que aprenden a expresarse por escrito y oralmente.
Escuela capaz, desde la primera infancia hasta el final de la educación primaria, de llenar las aulas y los hogares de vocabulario contextualizado, de conversación, de un esmerado respeto al turno de palabra.
Escuelas, siembre convergiendo con las familias, centradas en el gusto por la lectura, el amor al conocimiento, la voluntad de aprender en el dialogo que se puede trabajar muy bien en grupos pequeños donde la atención personal y lingüística para cada estudiante (o hijo en el hogar) es fundamental. Escuelas que apuntan a grandes ideales desde la educación amable de los mejores hábitos intelectuales y morales hasta el asentamiento de una voluntad de servicio que se traduce en una ayuda mutua en la propia escuela, en la propia familia y en la creación de oportunidades de aprendizaje servicio en la escuela y también fuera de ella. Proyectos construidos siempre mesuradamente y acordados con la comunidad -familia, escuela, municipio-.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
More Stories
LA POBREZA DEL PESEBRE Y EL MUNDO MATERIALISTA: UN LLAMADO A LA CONVERSIÓN
El Amor se hace carne
Otra vuelta sobre la «Confesionalidad del Estado»