24/04/2025

EL ALMA QUE SE DESCUBRE «JUDAS»

El alma que se descubre Judas… y no huye

—Señor…
anoche cenamos contigo.
Cantamos el salmo.
Y tus ojos se alzaron al cielo con ternura.
Partiste el Pan…
y nos miraste como si aún fuéramos dignos.

Pero yo ya tenía en el alma
la daga envainada.
No era de metal,
sino de indiferencia,
de cobardía,
de amores ocultos más fuertes que el tuyo.

—Señor…
yo fui Judas.
No con escándalo.
Sino con fidelidad fingida.
Con misa y pecado.
Con palabras justas y corazón doble.

Y hoy,
al despertar,
descubro que el beso aún está en mis labios.

—Te vendí.
No por treinta monedas,
sino por la paz con el mundo.
Por no incomodar.
Por no amarte hasta la sangre.

Y tú…
tú me miraste.
No con reproche.
Con esa mansedumbre
que quiebra más que el juicio.
Con esa pureza
que acusa sin voz.

Y dijiste:
“Amigo…”
y eso fue peor.

Porque no hay dolor más hondo
que recibir amor
cuando se ha herido al Amor mismo.

Yo fui Judas, Señor.
Y aún así no me alejaste.
No llamaste a los ángeles.
No invocaste al Padre.
Solo te dejaste prender
como un Cordero manso.
Y yo temblé.

—Señor…
yo no merezco mirarte.
No merezco tu Pasión.
No merezco tu Nombre.

¿Y aún así me esperas?


[Cristo responde]

—Tú me diste la espalda,
pero yo te he esperado de frente.

Tú me vendiste,
pero yo he pagado por ti con mi Sangre.

Tú me llamaste “Maestro” sin fe,
pero yo te he llamado “amigo”…
y no he retirado la palabra.

¿No ves, alma mía,
que en ese beso que me diste
yo puse todo el calor de mi Amor eterno?

¿No comprendes aún
que no vine a salvar inocentes,
sino a rescatar traidores?

No me defendí cuando me entregaste.
No me escondí cuando fingiste.
No…
me quedé.
Y por ti
fui llevado como cordero mudo al degüello.

No me expliques.
No te excuses.
No disimules.

Solo entrégame tu herida.

Yo la sanaré con clavos.
Yo la lavaré con Sangre.
Yo la vestiré con mi túnica sin costura.

Yo haré de tu traición
mi trono en el alma.

Ven.
No como quien mendiga perdón,
sino como el ladrón crucificado a mi derecha,
que solo dijo:
“Acuérdate de mí…”
y ya fue mío.

Porque aún después del beso,
yo te he amado más.

PUBLICADO ANTES EN CATOLICIDAD