La Ilustración ha buscado la razón universal. Lo que la religión declara como misterio podría resultar de interés dentro de los límites de la pura razón; es decir, si se pudiese reducir a la razón sola y especialmente a la dimensión moral de la misma. Lo que fuera más allá no aportaría ningún conocimiento. Es lo que, según Kant, acontece con la Trinidad: De la doctrina de la Trinidad no se puede simplemente sacar nada para la vida práctica, incluso si se creyera entenderla inmediatamente; pero mucho menos todavía cuando uno se convence de que supera nuestros conceptos.
No todos comparten este ensimismamiento de la razón; algunos, singularmente en la tradición cristiana, apuestan por la apertura de la razón a la revelación y, en consecuencia, por la concordia entre la razón y la fe. A principios del siglo XII Guillermo de Champeaux fundó en París la abadía de San Víctor con una escuela para la formación de los monjes, abierta también a estudiantes externos, en la que se realizó una síntesis entre la teología monástica, orientada a la contemplación en la Escritura de los misterios de la fe, y la teología escolástica, que utilizaba la razón para tratar de escrutar esos misterios.
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