El padre Hans Joachim Lohre, de los Misioneros de África (conocidos como Padres Blancos), fue secuestrado en Malí en noviembre de 2022 por parte del grupo JNIM, vinculado a Al Qaeda.
«Alemania está en guerra contra nosotros, tiene soldados en Gao (Malí) y entrena al ejército maliense con la Unión Europea en Kulikoro, a orillas del río Níger. La toma de rehenes es nuestra venganza contra vuestro país», le dijo el líder terrorista.
Un año después, el padre Joachim, conocido por todos como «padre Ha-Jo», recuperó la libertad. El misionero alemán, que llegó a Malí en 1981, comenta a la Agencia Fides algunos detalles de lo que ha denominado su «año sabático».
«Ya les había perdonado»
«Cuando me tomaron como rehén tuve la gracia de permanecer completamente tranquilo y no sentí ningún miedo. Sabía que los rehenes de JNIM suelen ser bien tratados y viví este periodo en la fe y la oración», explica.
El primer traslado duró cuatro días, luego otras cinco semanas en la espesura del Sahel, hasta que llegó un nuevo grupo de guardias al cabo de dos semanas. «Permanecí 4 meses en el desierto arenoso, con una rotación mensual de guardias que nos retenían. Después, 6 meses en una zona desértica entre rocas y colinas».
«En los meses anteriores a ser liberado estaba con otros rehenes. Nos reuníamos una hora durante las comidas cocinadas por un rehén que estaba con nosotros, y podíamos hablar de cualquier cosa». «Fueron meses intensos, al principio pasé mucho tiempo con los jóvenes guardias hablando de la fe musulmana y de la fe cristiana».
«Durante los cuatro meses siguientes, pude rezar. Me levantaba por la mañana y me iba a dormir con el sol. Caminaba 30 minutos todos los días, tenía dos horas para la celebración eucarística, que celebraba según las intenciones del mundo, de la Iglesia, de mi familia y amigos, de mis hermanos de comunidad, del pueblo de Malí, del diálogo interreligioso. Solía celebrar la misa a diario partiendo el pan e imaginando que también tenía vino«.
«Después de comer rezaba el rosario durante una hora y por la tarde meditaba un pasaje del Evangelio. Durante el Ramadán, el mes de ayuno de los musulmanes, me ‘predicaba a mí mismo’ un retiro ignaciano de 30 días. En los últimos meses tenía una radio y podía escuchar las noticias por la mañana y a la hora de comer, y por la noche Radio Vaticano, las noticias de la Iglesia universal. Los fines de semana también podía seguir los acontecimientos futbolísticos de Alemania, Inglaterra, Italia, España y Francia».
El misionero repite que nunca fue maltratado: «Siempre tuvimos relaciones civiles, educadas, respetuosas y algunas incluso amistosas. Ellos simplemente hacían su ‘trabajo’: vigilarme». «El jefe de los secuestradores me pidió que ‘algún día’ les perdonara, cosa que yo ya había hecho, al igual que los jóvenes que me retenían en el monte, preocupados por si podían haber hecho algo que me dañara. Hasta el conductor del coche que me condujo a la libertad me pidió perdón por cualquier problema que hubiera podido tener».
«En Malí -concluye el padre Joachim- todos me esperan: musulmanes y cristianos, el Instituto de Educación Islámico-Cristiana (IFIC) el Centro para la Fe y el Encuentro (CFR), la parroquia de Santa Mónika. Rezo por ellos todos los días«.
Malí sufrió dos golpes de Estado, uno en agosto de 2020 y otro en mayo de 2021, que se sumaron a una crisis de seguridad dictada por las revueltas yihadistas en el norte del país.
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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