23/12/2024

«El arte de celebrar» advierte de la «tentación» litúrgica de «decir a Dios como debe salvarnos»

¿Qué partes tiene la misa y cómo se relacionan entre ellas? ¿Se adapta la liturgia al deseo de los hombres… o lo contrario? ¿Está todo sabido y escrito sobre la liturgia o «la ignorancia [al respecto] es enciclopédica»? ¿Es la liturgia algo «monolítico e invariable? ¿Qué supone cada gesto, postura, lugares o palabras de la misa? Responder a estas y otras preguntas y  ofrecer una herramienta para formar y recibir formación sobre la liturgia es lo que ha llevado a Emilio Pérez Núñez a condensar sus décadas de experiencia ministerial en El arte de celebrar (Ciudad Nueva). El también sacerdote, vicario parroquial en la parroquia de El Salvador y San Nicolás y coordinador de liturgia de la Vicaría III profundiza en su última publicación entrevistado por el escritor y asesor editorial Miguel Ángel Blázquez.

-¿Le ha enviado un ejemplar de su libro al Papa?

-Estamos en ello…

-¿Qué le respondería si el santo Padre le preguntara «por qué ha hecho este libro»?

Le diría que he escrito el libro con el deseo de colaborar, consciente de mis propios límites, en su enseñanza reciente sobre el misterio eucarístico. En la carta apostólica Desiderio desideravi, firmada y publicada el 29 de junio de 2022, el santo padre Francisco escribe que «quiere ofrecer algunos elementos de reflexión para contemplar la belleza y la verdad de la celebración cristiana» (DD 1).

Resalto dos aspectos de esta carta apostólica del Papa que leo y releo, porque siempre me cambian, corrigen mi mirada sobre la celebración eucarística y lo que allí sucede.

El primero, es la elección que hace el Papa para hablar de ese momento histórico, de esa cena ritual en la que Jesús instituyó el sacrificio de su Cuerpo y de su Sangre. Francisco elige la narración lucana, en la que Jesús dice a sus amigos: «Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer» (Lc 22,15). Y las comenta de esta manera: «Las palabras de Jesús con las cuales inicia el relato de la Última Cena son el medio por el que se nos da la asombrosa posibilidad de vislumbrar la profundidad del amor de las personas de la Santísima Trinidad hacia nosotros» (DD 2). Y para profundizar en el carácter del don de este amor de Dios, continúa: «Nadie se ganó el puesto en esa Cena, todos fueron invitados, o, mejor dicho, atraídos por el deseo ardiente que Jesús tiene de comer esa Pascua con ellos: Él sabe que es el Cordero de esa Pascua, sabe que es la Pascua» (DD 4).

Es este amor apasionado de Dios por su criatura, por nosotros, por ti, por mí, el que vibra en el corazón del que lo prueba y empieza a participar de este ardor, es decir, del deseo de que todos, todos los hombres y mujeres, puedan conocerlo y experimentarlo.

Por eso, dice el Papa que «su infinito deseo de restablecer esa comunión con nosotros, que era y sigue siendo su proyecto original, no se podrá saciar hasta que todo hombre, de toda tribu, lengua, pueblo y nación (Ap 5,9) haya comido su Cuerpo y bebido su Sangre: por eso, esa misma Cena se hará presente en la celebración de la Eucaristía hasta su vuelta» (DD 4). Esta primacía del amor de Dios que sale a nuestro encuentro y nos invita a la Pascua, llena realmente el corazón de asombro y de alegría por la gracia que nos salva.

Emilio Pérez Núñez es Vicario parroquial de El Salvador y San Nicolás y Coordinador de Liturgia de la Vicaria III. 

-¿Y el segundo?

-El segundo, es el modo en el que muestra que la liturgia es un arte que hay que aprender y, por tanto, estamos llamados a dejarnos educar por ella, venciendo la tentación antigua y nueva de ser nosotros los que enseñamos a la liturgia, es decir, los que pretendemos decir al mismo Dios cómo tiene que salvarnos.

En la parte de la carta en la que habla del arte de celebrar, pone nuevamente el centro de nuestra mirada en la acción de Dios y en el modo en el que nuestra libertad, no solo creatural, sino filial por la gracia del bautismo, está llamada a implicarse en la iniciativa salvífica/amorosa de Dios. El arte es una disciplina que hay que aprender.

Dice: «el arte de celebrar no se puede improvisar. Como cualquier arte, requiere una aplicación asidua. Un artesano sólo necesita la técnica; un artista, además de los conocimientos técnicos, no puede carecer de inspiración, que es una forma positiva de posesión: el verdadero artista no posee un arte, ni es poseído por él. Uno no aprende el arte de celebrar porque asista a un curso de oratoria o de técnicas de comunicación persuasiva (no juzgo las intenciones, veo los efectos). Toda herramienta puede ser útil, pero siempre debe estar sujeta a la naturaleza de la Liturgia y a la acción del Espíritu. Es necesaria una dedicación diligente a la celebración, dejando que la propia celebración nos transmita su arte. Guardini escribe: “Debemos darnos cuenta de lo profundamente arraigados que estamos todavía en el individualismo y el subjetivismo, de lo poco acostumbrados que estamos a la llamada de las cosas grandes y de lo pequeña que es la medida de nuestra vida religiosa. Hay que despertar el sentido de la grandeza de la oración, la voluntad de implicar también nuestra existencia en ella. Pero el camino hacia estas metas es la disciplina, la renuncia a un sentimentalismo blando; un trabajo serio, realizado en obediencia a la Iglesia, en relación con nuestro ser y nuestro comportamiento religioso”. Así es como se aprende el arte de la celebración» (DD 50).

-¿Qué hace un sacerdote como usted escribiendo un libro como este?

-Lo primero que tengo que decir es que no era mi intención escribir este libro. Nació, como digo en los agradecimientos, de una forma imprevista, de la respuesta a un encargo que me pidieron como coordinador de Liturgia de la Vicaría III de la Archidiócesis de Madrid.

Con ocasión de la III edición del Misal Romano, me pidieron que presentara dicha edición a los sacerdotes de la Vicaria. La preparación de ese encuentro fue la circunstancia de la que se sirvió el Señor para despertar en mí la conciencia del gran bien que había supuesto para mi vida, la gracia de participar en la celebración diaria de la eucaristía. De pequeño con mis padres los domingos y fiestas de guardar; y desde los catorce años, a diario, con los amigos que me regaló el Señor en la comunidad parroquial; y así, hasta nuestros días.

Consigue aquí «El arte de celebrar», de Emilio Pérez Núñez. 

Si miro mi vida, me doy cuenta de que las cosas más grandes que me han sucedido son el fruto de la iniciativa de Dios en mi circunstancia vocacional, una llamada que hace posible mi respuesta personal, entendiendo por personal, la dimensión comunitaria que me constituye, propia de la vida de la fe. Toda mi vida, también el libro, es el fruto de la iniciativa de Dios, y esa iniciativa se expresa y se manifiesta como comunión, una comunión vivida que me constituye y que es generada por el Señor en la Eucaristía. El libro se lo he dado a leer a tres amigos sacerdotes, que han aceptado leerlo, ponerse en juego y hacerme sugerencias, correcciones … y también otras personas amigas que han querido implicarse en él: el diseñador gráfico, familiares y amigos que han hecho una colecta para sufragar los gastos de maquetación, los amigos del Museo de la Catedral, las personas de la editorial. Por eso, el libro es el fruto de la comunión, siendo mío, es de muchos, ha nacido gracias a la implicación y caridad de muchas personas.

Hay un texto precioso del papa Benedicto XVI que me define muy bien. Dice así:

«La fe me es donada por Dios a través de una comunidad creyente que es la Iglesia y me introduce así en la multitud de los creyentes, en una comunión que no es solo sociológica, sino enraizada en el eterno amor de Dios que en Sí mismo es comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; es Amor trinitario. Nuestra fe es verdaderamente personal solo si es también comunitaria: puede ser mi fe solo si se vive y se mueve en el “nosotros” de la Iglesia, solo si es nuestra fe, la fe común de la única Iglesia. […] Así nuestro “yo” en el “nosotros” de la Iglesia podrá percibirse, a un tiempo, destinatario y protagonista de un acontecimiento que le supera» (Benedicto XVI, Audiencia general, 31 de octubre de 2012).

-¿Cuál es su trabajo dentro de la Iglesia?

-Seguir a Cristo, conocer a Cristo, amar a Cristo, anunciar a Cristo a todo hombre y mujer que me encuentre. Porque esta es la vida y la misión de la Iglesia, ya que en Cristo se desvela el misterio de Dios Padre en el don del Espíritu que nos dona; y al hacerlo, desvela al hombre el misterio de su propio ser. Y este trabajo lo realizo ahora como vicario parroquial en la parroquia de El Salvador y San Nicolás de la calle Atocha, 58 y como coordinador de liturgia de la Vicaría III.

-¿Por qué un libro sobre la Eucaristía?

-Porque la Iglesia vive de la Eucaristía. No tenemos ni mayor ni mejor tesoro que este, Cristo. El problema es que no nos damos cuenta.

A mi humilde parecer, uno no aprende aquello que cree ya saber. Y como decía un profesor mío en la Universidad, el problema es que hoy en día, todo el mundo cree que sabe de todo y la ignorancia es enciclopédica. También sobre la celebración eucarística. Y en este sentido, tenemos una gran responsabilidad los pastores, porque uno de los ministerios encomendados es justamente el de enseñar. Y para enseñar, hace falta dejarse enseñar, es decir, es necesario aprender, volver a aprender aquello que pensábamos que sabíamos.

-¿No está todo ya explicado en los leccionarios y los libros litúrgicos?

-Es imposible que todo esté explicado, porque la Eucaristía es un misterio que nos sobrepasa por todos lados. La Eucaristía es la actualización del Misterio Pascual, que es el Misterio del amor de Dios. Y el Señor nos va introduciendo en ese Misterio de su amor, comunicándose a nosotros. Esto es lo que sucede en la celebración. Somos invitados a entrar en lo que el Señor ha hecho, en el misterio del amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Los libros litúrgicos lo que hacen es facilitar un instrumento, unificador para cada rito, que contiene la memoria, hechos y palabras, de lo sucedido en la cena pascual y por eso, es necesaria la acción del Espíritu Santo, porque la celebración es la obra de la redención realizada por Cristo, por el Cristo total, Cabeza y Cuerpo, y no obra nuestra.

Núñez define «El arte de celebrar» como «un instrumento para no dar por descontado que sabemos celebrar y qué sentido y qué finalidad tiene la celebración». 

Eso sí, como se dijo en el Sínodo celebrado en Roma en el año 2004 y recogió Benedicto XVI:

«Favorece la celebración eucarística que los sacerdotes y los responsables de la pastoral litúrgica se esfuercen en dar a conocer los libros litúrgicos vigentes y las respectivas normas, resaltando las grandes riquezas de la Ordenación General del Misal Romano y de la Ordenación de las Lecturas de la Misa. En las comunidades eclesiales se da quizás por descontado que se conocen y aprecian, pero a menudo no es así. En realidad, son textos que contienen riquezas que custodian y expresan la fe, así como el camino del Pueblo de Dios a lo largo de dos milenios de historia» (SCa 40)

-¿Por qué «El arte de celebrar»?

-A mí me gusta mucho el arte en todos los ámbitos de la vida. El arte, en su sentido etimológico, dice de una habilidad que ha sido adquirida. Es decir, el arte conjuga el carácter de don, de aquello que viene antes de mí y que me atrae, y, al mismo tiempo, de la implicación del hombre para que ese bien reconocido pueda llegar a ser «propio» y de «utilidad» para «todos».

Además, tengo que decir que me encanta celebrar. Celebrar los acontecimientos diarios de la vida que, como me enseñaron mis padres, ya en el cielo desde hace 35 años, son ocasión de encuentro y de relación. Y, sobre todo, me encanta celebrar la eucaristía, donde se hace tangible, experimentable el misterio del amor del que nace y para el que nace la vida de cada hombre y mujer que viene a este mundo: un amor que no muere nunca, un amor ofrecido para liberarnos del pecado y de la muerte. Y para adquirir este arte de celebrar la eucaristía, hay que estar y seguir al Artista, al Resucitado que nos convoca a través de la Iglesia, la familia de los hijos de Dios. Por eso, insiste el papa Francisco que es una disciplina que es necesario aprender.

-Puede parecer que este es un libro para curas, monjas y personas del ámbito eclesiástico. ¿Está pensado también para otros lectores?

-Yo lo he pensado para todo el mundo y en este pensar para todo el mundo, empiezo siempre por los más cercanos. Esta no es solo la dinámica natural de nuestro ser, es la que ha querido también nuestro Señor. Cuanto más tiempo pasa, es decir, cuanta más conciencia voy teniendo, más me impresiona darme cuenta de la grandeza del Misterio Pascual.

El jueves santo celebramos la Última Cena, en la que aparecen unos pocos invitados y Aquel que presidía esa celebración les dijo «Haced esto en memoria mía». Al día siguiente, el viernes santo, se desvela la verdad de lo sucedido el día anterior, es decir, que el gesto realizado por Cristo es para la salvación de todos, pero esta salvación ha querido y quiere que llegue a todos a través de algunos.

El día de la Resurrección, el día de la Ascensión y el día de Pentecostés, se desvela totalmente la dimensión de lo acontecido y la tarea/misión que encomienda el Señor a su Iglesia: «Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28,18-20).

«El arte de celebrar» responde a preguntas en torno a las posturas en la misa, el lenguaje corporal, la voz, la palabra, el silencio, el canto, las acciones o vestimentas litúrgicas, entre otras. 

El método de la preferencia en la salvación no es excluyente de nadie, pero implica siempre el encuentro personal con los testigos a través de los cuales Cristo se te hace evidente y te invita a participar de la eucaristía. Mi libro es el testimonio de uno que ha sido y es atraído por Cristo a través de la vida de la Iglesia para poder conocer y experimentar este amor, y, por tanto, todos podrán encontrarse (o al menos eso es lo que deseo y pido) con un testigo de ese amor. Si quieren conocer más y mejor, el libro podrá ser un instrumento, pero un instrumento para seguir el método que el Señor ha manifestado, es decir, aceptar la invitación a participar de la celebración de manera consciente, activa y fructuosa.

-¿Cree que los laicos tenemos necesidad de leer este libro?

-Después de lo que hemos hablado, creo haber dado algunas pistas para que cada uno pueda responder a esta pregunta.

-¿Qué nos puede aportar?

-Muchas cosas. En primer lugar, conocer el Ordinario de la Misa (OM). Ya en esta frase saldrá a la luz, nuestro conocimiento.

-¿Sabe el lector que ha llegado a esta respuesta, qué es el Ordinario de la Misa?

-El OM es la forma en la que la Iglesia dice que hay que celebrar. Y en la tercera edición hay modificaciones respecto a la segunda. Basta participar en la celebración dominical, para darse cuenta, al menos yo, que estoy un poco familiarizado con él, que no lo conocemos. No te digo nada de las Ordenaciones Generales del Misal Romano, de las Lecturas de la Misa, de la Ordenación General de la Liturgia de las Horas ni del Ceremonial de los Obispos.

-¿En qué nos puede ayudar?

-El libro puede ser una ayuda, un instrumento, para no dar por descontado que sabemos celebrar y qué sentido y qué finalidad tiene la celebración. Junto al arte de celebrar está el arte de vivir. 

 Otro ejemplo, al menos para mí, de la necesidad de esta participación a la que somos llamados, es el fruto que produce la celebración en nosotros. Uno que se encuentra con Cristo, que recibe a Cristo en la celebración, desea vivir este amor en cada instante de la vida, en cada circunstancia y que este Amor informe la vida, por tanto, desea manifestar este amor de Cristo a cada hombre que se encuentra, desea dar a Cristo a todos y en todo.

Emilio Perez Núñez valora sus bodas de plata sacerdotales. 

El libro ofrece también, las claves de cómo enseña la Iglesia, tanto en el Concilio Vaticano II como en el Magisterio pontificio que ha llevado a cabo la reforma litúrgica, la «hermenéutica de la reforma» dentro de la continuidad del único sujeto-Iglesia, y otras muchas cuestiones relacionadas con la celebración, como las posturas en la misa, el lenguaje corporal, la voz, la palabra, el silencio, el canto, las acciones y las vestiduras litúrgicas, los lugares celebrativos, el camino para una participación activa, consciente y fructuosa, los requisitos para la preparación de la celebración …

-¿Hay cambios tan importantes en el rito de la celebración eucarística y en la liturgia como para hacer un trabajo de esta magnitud?

-Vamos a hacer un ejercicio práctico. ¿Qué entendemos de estas palabras de uno de los números de la Desiderio desideravi y cómo vemos que se llevan a cabo en nuestras comunidades? Y antes que eso, miremos si somos conscientes del alcance de estas palabras del papa Francisco.

«Al hablar de este tema (del arte de celebrar), podemos pensar que sólo concierne a los ministros ordenados que ejercen el servicio de la presidencia. En realidad, es una actitud a la que están llamados a vivir todos los bautizados. Pienso en todos los gestos y palabras que pertenecen a la asamblea: reunirse, caminar en procesión, sentarse, estar de pie, arrodillarse, cantar, estar en silencio, aclamar, mirar, escuchar. Son muchas las formas en que la asamblea, como un solo hombre (Neh 8,1), participa en la celebración. Realizar todos juntos el mismo gesto, hablar todos a la vez, transmite a los individuos la fuerza de toda la asamblea. Es una uniformidad que no sólo no mortifica, sino que, por el contrario, educa a cada fiel a descubrir la auténtica singularidad de su personalidad, no con actitudes individualistas, sino siendo conscientes de ser un solo cuerpo. No se trata de tener que seguir un protocolo litúrgico: se trata más bien de una “disciplina” –en el sentido utilizado por Guardini– que, si se observa con autenticidad, nos forma: son gestos y palabras que ponen orden en nuestro mundo interior, haciéndonos experimentar sentimientos, actitudes, comportamientos. No son el enunciado de un ideal en el que inspirarnos, sino una acción que implica al cuerpo en su totalidad, es decir, ser unidad de alma y cuerpo» (DD 51).

-En ocasiones, y aquí hablo como católico que asiste a Misa los domingos y fiestas de guardar, hay veces que tengo la sensación de que la mayoría de los fieles no conocemos bien el ritual de la celebración. Percibo una falta de unidad en los gestos que puede también tener que ver con este desconocimiento. ¿Qué opina?

-Creo que ya lo hemos ido viendo juntos. Tenemos una gran labor por delante, pero es fascinante, porque sólo podremos educar, como decía antes, si somos educados, sólo si vivimos nosotros (la asamblea litúrgica) el acontecimiento de gracia, es decir, la actio Dei a la que somos invitados, seremos transformados por Él y podremos testimoniarlo a todos.

-Para terminar, me gustaría saber ¿en qué medida un libro como este puede ayudar en el camino de fe de una persona y por qué?

-En la medida en la que se perciba como un testimonio de vida, de uno que sigue a Cristo con lo que es, es decir, con sus límites, pero tendiendo a Cristo, no por sus fuerzas o decisión, sino por la sobreabundancia del don que he recibido y que recibo del Señor en la vida cotidiana de la Iglesia y en la propia celebración eucarística. Y, por otra parte, verificando, es decir, viendo si siguiendo las indicaciones que doy, que no son otras que las que recibo de la Iglesia, como cualquier fiel bautizado, les ayuda a vivir con mayor gusto y profundidad la eucaristía. Porque a mí, gracias a Dios, la celebración siempre me cambia.

PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»