A casi tres años de su estreno en junio de 2021, la gira de Skate Hero regresó este sábado a su alma mater en Las Rozas para su última representación. El musical ha llevado a más de 30.000 personas en España y Reino Unido las últimas horas de vida de Ignacio Echeverría, cuando el 3 de junio de 2017 se enfrentó con su skate a los islamistas que atentaron en el Borough Market de Londres, salvando la vida de una joven francesa y otros peatones y perdiendo la suya tras ser acuchillado.
El acto de altruismo hizo que Echeverría fuese conocido desde entonces como «el héroe del monopatín«. Cerca de cumplirse siete años de la tragedia, Palabra ha publicado la primera biografía autorizada de Ignacio Echevarría. El héroe del monopatín, escrita por la editora Julia Moreno y el director del musical Skate Hero, Javier Segura.
En poco menos de 150 páginas, Moreno y Segura completan la primera biografía autorizada de Echeverría, que dividen en su infancia, juventud y adultez y concluyen con una cuarta parte titulada Eternidad, en referencia a un legado que ha supuesto la apertura de su causa de canonización.
La meta, ir al Cielo
Una causa que, como muestra el libro, no solo se fundamenta en las circunstancias de una muerte que Moreno define como «el mayor acto de amor de Echeverría«, sino también en una práctica cotidiana de la virtud y una meta que «Ignacio siempre buscó»: ir al Cielo.
La fe de Ignacio se forjaría desde su nacimiento y educación en el matrimonio católico de Joaquín y Ana, siendo además sobrino nieto del obispo y misionero Antonio Hornedo.
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Si hay una virtud en Ignacio que destacan los biógrafos por encima de cualquier otra, esa es la de «no mostrarse impasible ante la injusticia«. Hizo gala de ello en numerosas ocasiones y desde muy temprana edad «fue capaz de distinguir lo que estaba bien y lo que no. No entendía el silencio ante un agravio y siempre fue voz para que las quejas de otros no quedarán impunes. Sus convicciones se tornaron tan férreas que el ser fiel a sí mismo, en ocasiones, le hacía ser políticamente incorrecto. Pero él solo quería llevar la verdad por delante«.
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Precisamente la búsqueda de la justicia supuso en no pocas ocasiones que Ignacio hallase lo contrario, como fue tener que repetir una asignatura y alargar un año sus estudios en La Sorbona por recriminar a su profesora que adoctrinase en el aula. Aunque nada pudo impedir su determinación de graduarse, el esfuerzo, la soledad y la angustia por los estudios le harían adelgazar tanto que quedó plagado de estrías. En 2001 se terminó graduando en Derecho Hispano-Francés.
La fe, muy por encima de la fiesta
Echeverría no era un «bicho raro». Sus amigos cuentan que de joven lo pasaba de noche como él mejor, pero en ningún momento eso le llevó a descuidar sus responsabilidades o convicciones, ya fuese cuidando a familiares que lo necesitaban, echando una mano en la barra o anteponiendo la amistad o su fe al ambiente, como cuando le invitaron a celebrar Halloween y respondió «torciendo el gesto, pues no le parecía apropiado ni ético». Lo cierto, dice el libro, «es que por sus creencias no le gustaba celebrar esta fiesta».
Siempre tuvo las reglas claras
También pervive el recuerdo modélico de Ignacio en su vivencia de la castidad y aunque no faltaron chicas interesadas en él, nunca estuvo dispuesto «a establecer una relación saltándose pasos. Ignacio, relatan los testimonios recabados por Moreno y Segura, «siempre vivió teniendo claras las reglas y su unión con una mujer pasaba exclusivamente por el matrimonio«.
Lejos de dejarlo a la teoría, se describen varios casos de cómo alguna chica que le gustaba se le insinuaba al punto de que, tras haber bebido, le decía: «Hoy es el día que me acuesto con Ignacio». La respuesta de este cuando su padre le preguntaba era firme: «Por supuesto que no. Yo no me puedo acostar con una mujer por las buenas, aunque me guste, no es la forma de empezar una relación».
La justicia, antes que una prometedora carrera
La búsqueda de justicia que comenzó a mostrarse en su infancia le persiguió hasta la edad adulta, con consecuencias «nefastas» en lo laboral. Muestra de ello fue cuando, ya inmerso en el sector de la banca, fue inflexible a la hora de dar vía libre a operaciones de dudosa moralidad y que se encontraban en el límite del delito. «Tú eres el director, dale paso a lo que quieras», le decía a su jefe cuando este le advertía sobre su continuidad laboral. Por ese motivo perdió varios empleos y un futuro prometedor.
Oración y skate en Las Rozas de Madrid
Si hay una imagen que define a Echeverría es la de su característico ollie sobre el skate. También cuando se entregaba a este hobbie buscaba la justicia. Como cuando la policía requisó su tabla y las de sus amigos por patinar en la calle al no disponer de skate park. En lugar de resignarse, acabó yendo a la casa del alcalde de Las Rozas y entablando una auténtica negociación que concluyó con todos los skates devueltos y la creación del skatepark -más tarde rebautizado- Ignacio Echeverría.
Aunque el entorno skate nunca fue predominantemente cristiano, Echeverría supo mantenerse fiel a sus convicciones y su fe.
Pero había algo que para el héroe del monopatín estaba por encima del skatepark de Las Rozas. La parroquia de San Miguel fue durante buena parte de su vida la iglesia que le vio crecer, donde recibió la catequesis, la confirmación y donde aprendería de la formación que impartía su madre catequista para imitarla años después, en Londres.
«Siempre intentaba perfeccionarse desde la fe»
Los autores del libro atestiguan que Ignacio siempre llevó una vida consecuente con su fe. Para él, ir a misa cada domingo «solo o acompañado era una prioridad», y las fiestas o viajes no eran obstáculo para que a primera hora se despertase a ir a misa de la mañana. Aunque sorprendidos en ocasiones, «sus amigos comprendieron que la Iglesia era su casa y respetaban el compromiso que mantenía con ella, tanto espiritual como económicamente».
«Él siempre intentaba perfeccionarse a través de la fe. La cruz era parte de su vida y una de las que llevaba a su espalda eran las numerosas discusiones que mantenía con su padre sobre la Iglesia. `Una cosa es este obispo y otra es la Iglesia, y los estas mezclando´, le decía.
También la formación cristiana era determinante en su vida. Como asistente a las reuniones y catequesis de Acción Católica en San Miguel de Las Rozas, no dejó de ir un solo lunes hasta que marchó a Londres, estudiando el magisterio y doctrina de la Iglesia para poder transmitirlo.
En defensa del débil, hasta dar la vida
Contratado por el prestigioso banco HSBC, el sábado 3 de junio de 2017 llevaba un año y cuatro meses trabajando en Londres. Hacía buen día y había salido a patinar antes de ir a cenar con su hermana. De camino, sobre las diez de la noche, se sorprendió yendo en sentido contrario a una multitud que corría despavorida.
Cuando llegó a la escena del atentado islamista, había dos policías heridos y una mujer siendo apuñalada. Lo que sucedió después es historia que relata El héroe del monopatín:
«Con su monopatín como única arma, se lanzó hacia los terroristas y consiguió hacer frente a los dos primeros que le salieron al paso, golpeándolos en la cabeza y posteriormente a un tercero, que también se incorporaba. Aprovechando su superioridad numérica, lo rodearon, pero se defendía con bravura de todos ellos con su tabla, hasta que en uno de los ataques, Ignacio notó el frío del filo de un cuchillo entrando por su cuerpo. Aprovecharon para arrojarlo al suelo, donde recibió una nueva puñalada. Herido de muerte, empleó sus últimas fuerzas en defenderse con su monopatín, su fiel compañero».
`La Iglesia era su casa´ y su meta, `ir al Cielo´, dicen los autores de El héroe del monopatín.
Ejemplo de quien da la vida
El último capítulo, La eternidad, cuenta que días más tarde, con su cuerpo ya en España y durante el entierro, el ataúd albergó numerosas medallas de reconocimiento a su actitud heroica. «Pero la medalla de su madre, la medalla de la Madre, es prenda de eternidad. En ella, como un epitafio a la vez que una premonición, aparecen simplemente tres palabras: `Vámonos al Cielo´».
Los meses y años que siguieron a su asesinato acogieron campañas de conmemoración y homenaje, su historia y silueta protagonizó los espacios en grandes medios de comunicación, programas e influencers, viñetas y documentales, libros, musicales como Skate Hero e incluso marcas de ropa. Considerado modélico para los jóvenes de hoy, El héroe del monopatín concluye con una pregunta que orienta el estado de su causa , «¿el santo del monopatín?«, y finaliza con una comparación: «Era un ejemplo de alguien que da la vida por los demás, como lo hizo el propio Jesucristo».
PUBLICADO ANTES EN «RELIGIÓN EN LIBERTAD»
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